Vender odio

BASTA CURIOSEAR LO QUE ESCRIben los blogueros en los periódicos sobre la enfermedad de Hugo Chávez Frías para estremecerse.


Sin ningún pudor, ni respeto por el dolor de otro ser humano se alegran. Le desean la muerte, el infierno, en frases cargadas de odio y resentimiento.

Ya los columnistas de todos los diarios nacionales nos hemos acostumbrado a que la sección que se abrió para recibir comentarios, discutir ideas, controvertir y servir de interlocución, se conviertan en auténticas cloacas. Nunca he entendido la política de los periódicos de permitir que a todo columnista se le pueda insultar, calumniar e injuriar impunemente bajo seudónimos y anónimos. Incluso algunos de ellos amenazan de muerte, tratan de chantajear y creen que con vejaciones de todo tipo pueden cambiar la opinión de los periodistas.

Un espacio abierto al odio. Al resentimiento. A la agresión enmascarada y cobarde. Pero los publican. Ya es cuestión personal leerlos o no. Triste radiografía de un país polarizado, elemental, lleno de rabia interna y resentimiento. Los pararrayos somos los periodistas. Menos mal que a la mayoría nos resbala este aceite contaminado.

Bush supo vender muy bien su odio personal cuando invadió Irak. Los medios de comunicación le hicieron el juego y alcahuetearon este genocidio. Odio personal, enmascarado de mentiras y justificaciones falsas, le dio un resultado sorprendente: miles de muertes y un país, cuna de la cultura y la humanidad, destrozado.

Uribe nos supo vender muy bien, con el pretexto de acabar con las Farc, el odio al presidente de Venezuela. Disfrazando sus rencores personales no resueltos, logró inculcar en el colectivo colombiano, aquél que no analiza ni se toma el tiempo de mirar con un lente objetivo la real realidad, el rechazo rabioso hacia el mandatario del vecino país, tildándolo de terrorista, comunista, y todos los epítetos que le antojaban. Disfrazando así sus propias políticas ultraderechistas, caudillistas, encubridoras de falacias, justificando cualquier medio para lograr sus fines. Y los medios de comunicación, una vez más, se comieron el cuento y alcahuetearon esta venta de odio primario. Con contadas excepciones, ningún medio se atrevió a contradecir a nuestro propio excaudillo. Sólo después de terminado su mandato le dieron espacio al destape de ollas podridas.

Se puede estar o no de acuerdo con las políticas de Hugo Chávez Frías. Lo que no es admisible es cohonestar, como si no pasara nada, y publicar estos comentarios llenos de bilis. Mientras anidemos esos sentimientos, jamás lograremos la paz ni la reconciliación en Colombia. Segura la violencia, porque la llevamos incrustada en el alma.

Personalmente le deseo al presidente de Venezuela una pronta recuperación. Me duele —y no me avergüenzo en decirlo— ver su imagen disminuida. Sus políticas pueden ser exageradas en populismo y marxismos caducos, pero tienen gran contenido social. Sus logros en América Latina no se pueden desconocer. A los blogueros que disfrutan el dolor ajeno les recomiendo que se laven el alma con estropajo y se despojen de tanto rencor.

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