El foro rural que viene

El foro rural que acordaron Gobierno y Farc en la Mesa de La Habana merece pleno apoyo para que sea un paso adelante en el camino de la paz.

Toda Colombia tiene que actuar a sabiendas de que vivimos una oportunidad única, como Enrique Santos lo ha señalado: “hacemos la paz o estamos condenados a otros cien años de soledad y violencia”.

Pero hay que distinguir: el acuerdo para la terminación del conflicto les corresponde al Gobierno y los grupos armados; las definiciones para la construcción de paz son de la sociedad, esto es, de los actores políticos (partidos y movimientos). Para terminar el conflicto la sociedad apoya, acompaña, avala y refrenda. Para construir la paz, la sociedad es el espacio central porque ello se hace con el despliegue de la iniciativa política, su actividad propia y vital. A lo primero Johan Galtung lo llama peace making (hacer la paz); a lo segundo, peace building (construir la paz) y luego habrá también un peace keeping (sostener la paz).

La agenda convenida para esta segunda fase del proceso en La Habana no contiene sólo aspectos procedimentales, sino que prevé algunos temas sustantivos, como el de tierras. Sobre tales aspectos sustantivos de carácter social, económico o político es válido que la sociedad intervenga ahora y se prepare para intervenir, con mayor fuerza aún, en la tercera fase, a partir de la firma de los acuerdos de terminación del conflicto. Entonces, será el nuevo tiempo, la nueva política, será el país sin confrontación mas no sin conflicto, el tiempo en que la sociedad despliega todas sus potencialidades para construir inclusión y democracia. Lo que ahora hagamos será como poner semillas que darán frutos. Por eso el foro de campo y ciudad sobre lo rural, el diálogo intrasocietal sobre tierras (suelo y subsuelo), el diálogo entre campesinos y Gobierno sobre desarrollo rural son diálogos que salen al encuentro de los diálogos de La Habana.

Comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, tierras, territorio, bienes públicos vitales para los habitantes de la ciudad y del campo, como bosques, biodiversidad, alimentos, agua, recursos naturales no renovables de importancia estratégica (petróleo, oro, níquel, carbón, coltán, entre otros), están en juego cuando del campo se trata. La Colombia rural está 14 veces atrás en materia de desarrollo en relación con la urbana. Si el país es de los primeros en los índices de desigualdad, esa desigualdad está asentada sobre todo en el campo.

El problema prioritario de Colombia está en el campo. En el campo están los cultivos de uso ilícito y tuvo origen el conflicto armado, en el sur del Tolima nacieron las Farc como autodefensas campesinas frente al despojo de hacendados ambiciosos. No es un secreto ni un despropósito que el primer tema de los diálogos sea la tierra y su gente. Pero quien tiene que tomar el toro por los cuernos es la sociedad, porque en la suerte del campo está la suerte de las ciudades, la economía, la política. El campo tiene que ver con todo.

Viene el foro del 17 al 19 de diciembre que organizarán la Universidad Nacional y el PNUD. Hay propuestas de reforma rural de Gobierno, indígenas y afros, empresarios rurales, insurgentes, reformismo de arriba y abajo. ¿Habrá acuerdo entre esas disímiles propuestas? ¿Se asumirá que economía y ciudadanía son globales?