Tribunal simbólico contra la violencia sexual en Colombia

Ayer lunes sesionó en Bogotá un importante tribunal simbólico internacional que examinó la violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado colombiano.


Este tribunal, organizado por la Corporación “Humanas” y apoyado por otras organizaciones de mujeres y de derechos humanos, examinó varios casos individuales de violaciones y formas de esclavitud sexual cometidas contra mujeres por los paramilitares, la guerrilla o agentes estatales. Eran casos terribles: por ejemplo, en 2010, en el sur del país, un miembro de la fuerza pública violó a Luna, una niña de 14 años, la golpeó brutalmente y la amenazó con que si decía algo “no respondía por lo que le podía pasar a ella o a su familia”.

Ese mismo año, milicianos de las Farc se llevaron a una mujer del resguardo indígena de Huellas, en Caloto, la violaron y la asesinaron.

Esta violencia sexual en el conflicto armado es una práctica muy extendida y generalizada, como lo reconoció la Corte Constitucional en el auto 092 de 2008. Por su parte, un estudio de Oxfam en 2009 calculó que entre 2001 y 2009 los actores armados cometieron unas 95.000 violaciones, forzaron unos 26.000 embarazos y unos 27.000 abortos, e incurrieron en más de 175.000 casos de acoso sexual.
La casi totalidad de esos hechos se encuentra en la impunidad. Por ejemplo, según datos de la Fiscalía General, en marzo de 2011 los paramilitares que rindieron versión libre habían confesado 57.131 crímenes, pero sólo aceptaron 86 casos de violencia sexual.

La violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado es entonces grave, extendida y está en la impunidad. Además, hasta muy recientemente, se hablaba muy poco de ella y por ello era un fenómeno invisible. En este contexto adquiere entonces particular relevancia este tribunal simbólico, que retoma la experiencia de otros tribunales de opinión semejantes, que han analizado también situaciones de graves violaciones de derechos humanos.

Estos tribunales surgieron en los años sesenta, cuando el filósofo Bertrand Russell propuso crear un tribunal de opinión para juzgar las atrocidades de EE.UU. en Vietnam. El proyecto fructificó y el tribunal, que reunió a otras figuras como Sartre y Simone de Beauvoir, condenó a EE.UU. por su agresión a Vietnam. La idea fue retomada por el jurista italiano Lelio Basso, quien había participado en el tribunal sobre Vietnam y organizó, en los años setenta, un Tribunal Russell II para juzgar a las dictaduras militares en América Latina.

Y luego ha habido otras experiencias semejantes en muchas partes del mundo, incluyendo Colombia, en donde, el ‘Tribunal Permanente de los Pueblos’, heredero del Tribunal Russell, ha sesionado en dos oportunidades, una para analizar la impunidad por crímenes de lesa humanidad y otra para estudiar la responsabilidad de empresas transnacionales en violaciones a los derechos humanos.

Estos tribunales simbólicos y de opinión carecen de fuerza jurídica y no pretenden sustituir a la justicia penal oficial. Pero tienen una gran fuerza moral, que resulta de las virtudes y credibilidad de sus ‘jueces’ y de la documentación rigurosa de los hechos atroces que analizan.

El tribunal simbólico que sesionó ayer en Bogotá es entonces un esfuerzo trascendental por visibilizar la terrible violencia sexual cometida en Colombia por los actores armados, a fin de evitar que esos crímenes queden impunes y vuelvan a repetirse. Y para que también erradiquemos la violencia contra las mujeres en la vida cotidiana. Deberíamos conocer los resultados del tribunal, que estarán disponibles en www.pazconmujeres.org, y que nos interpelan con el lema del afiche que convocaba a las sesiones: “Yo condeno la violencia sexual, ¿y tú?”.

* Director de DeJusticia (www.dejusticia.org) y profesor de la Universidad Nacional.