‘Prolongar el secuestro sí fue un error’

Por primera vez y para el programa ‘los informantes’, ‘Pablo Catatumbo’,
miembro del secretariado de las Farc, rompe el silencio sobre algunos de
los capítulos dolorosos de la historia reciente de Colombia.

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Por: Natalia Orozco R

Hijo de una familia conservadora caleña seguidora del corazón de Jesús y
admiradora del expresidente Laureano Gómez, Jorge Torres Victoria, a quien
el país entero conoce más como Pablo Catatumbo, fue en sus comienzos de
rebeldía contra el Estado una persona muy cercana al M-19 y a su máximo
comandante, Jaime Bateman. Vivió en la Unión Soviética, amigo de Alfonso
Cano, el abatido líder de las Farc, es considerado uno de los hombres más
estructurados intelectualmente y con más influencia militar dentro de esa
guerrilla.
Según los expertos, junto con alias ‘Timochenko’, es quién puede parar o
darle continuidad al desangre que baña el país desde hace medio siglo. De
hecho, Catatumbo ha sido por décadas un defensor de la salida negociada y
desde abril pasado llegó a La Habana (Cuba) para unirse a la delegación de
las Farc que desde hace casi un año dialoga con el gobierno del presidente
Juan Manuel Santos, buscando el fin del conflicto.

Más allá de los detalles que rodean el procesos de paz y con el foco en las
preguntas que por años se han hecho millones de colombianos sobre el
accionar de la guerrilla, el programa Los informantes de Caracol Televisión
habló con Pablo Catatumbo, quien —según los periodistas que cubren el
proceso en Cuba— ha estado ausente de las negociaciones en los últimos días.

40 en la guerra, 25 en la clandestinidad, ¿cómo ha sido volver a la
civilización?

Una gran emoción y una gran alegría poder volver a caminar tranquilamente
por una calle, sin sentir el acoso de la persecución y el temor de los
bombardeos o de los operativos militares. Además, una gran responsabilidad
de saber que hago parte de la delegación que está luchando porque en
Colombia por fin termine esa noche oscura de la violencia.

Usted es uno de los que originan que Colombia esté haciendo esta apuesta
por la paz, ¿cree que la decisión que tomó ese día, tras recibir la carta
del presidente Santos y remitírsela a ‘Alfonso Cano’, valió la pena?

Sí, creo que valió la pena. Valió la pena porque después de 50 años de
guerra, Colombia necesita hacer una reflexión, repensar lo que ha ocurrido.
Nuestro país merece vivir en paz, la gente no quiere más sangre, no quiere
más violencia, pero la gente tampoco quiere más desigualdad, más
injusticias, más atropellos, más estigmatizaciones de la lucha social,

Atropellos que también cometió y sigue cometiendo la guerrilla…

Sí, es cierto. Este conflicto lleva muchos años y han ocurrido muchas
cosas. Y precisamente de eso se trata: de recomponer, de mirar por qué
hemos llegado a esto, cuáles son los orígenes de esta gran tragedia
nacional y buscar entre todos cuál es la solución.

Usted fue torturado por Pablo Escobar? ¿Qué le queda de esos días?

Mucho dolor, pero tal vez el mayor recuerdo que tengo de esa época es la
gran decepción que sufrí al comprobar que las torturas, los interrogatorios
—dirigidos no solo por Escobar sino por Rodríguez Gacha y por otros
‘narcos’— ocurrían dentro de una instalación militar que llamaban la
Brigada de Institutos Militares. Eso me llevó a mí a la convicción de que
la fundación del grupo MAS (Muerte a Secuestradores), en aquella época, no
era una simple agrupación de ‘narcos’ sino que era una organización
paramilitar del Estado, o por lo menos con participación directa del Estado.

Otro capítulo que se hizo público de su vida es cuando Carlos Castaño
secuestra a su hermana. ¿Fue ella la amante del líder paramilitar?

Ese capítulo es quizás el más doloroso de mi vida, porque mi hermana Yanet
no solo era una mujer joven, absolutamente sin ningún involucramiento en
cuestiones ni revolucionarias ni de izquierda. Era una mujer tranquila,
dedicada a su familia, con un hogar tranquilo, con un hijo, y fue
secuestrada por Carlos Castaño con ayuda de servicios de inteligencia de la
Policía, como retaliación de las actividades que yo realizaba. Fue una
manera de doblegar nuestra voluntad de lucha. En aquella época secuestraron
a la hermana de Simón Trinidad, a la mamá y a la hermana de Iván Márquez, y
a un hermano de Alfonso Cano. No solamente yo viví esa tragedia, fueron
otros también. A mi hermana la entregaron descuartizada, despedazada con
una motosierra. Por eso me parece una infamia que digan que fue la amante.
Eso no solo va en contra de toda mi familia sino que le han hecho un enorme
daño a los hijos de ella.

Usted se ha ido convirtiendo en uno de los grandes estrategas políticos y
militares de las Farc. Fue el encargado de trasladar del Tolima al Cauca a
‘Alfonso Cano’ y estuvo con él en sus últimos días de vida…

Sería muy pretencioso decir que fui el encargado de trasladar a Alfonso. Él
ya estaba en el Tolima. Muchas veces nos encontramos y ciertamente los
últimos años de su vida los trasegamos juntos.

¿Qué recuerda de la última vez que lo vio?

Después de un bombardeo muy intenso nos tocó caminar muchas horas y
llegamos a un lugar en el que no teníamos suficiente comida. Almorzamos con
agua y avena, y bajamos por un lugar muy agreste durante muchas horas. En
ese momento yo estaba con un brazo partido. Esa noche conversamos
largamente. Al día siguiente me llamó —había un operativo militar muy
grande— y me dijo: “Pablo, tenemos que separarnos. No podemos correr el
riesgo de que caigamos los dos”. Ese es el último recuerdo que tengo de él.
Nos abrazamos y nos despedimos.

Hablemos del proceso de paz. Algunos expertos dicen que pase lo que pase,
las Farc no se van a parar de la mesa de diálogo porque están debilitados
militarmente…

En realidad hemos dicho que no nos vamos a levantar de la mesa, no de
ahora, lo hemos dicho siempre. Desde la fundación de las Farc, en
Marquetalia, siempre hemos luchado por una solución política, por encontrar
caminos de reconciliación que conduzcan a una paz, pero con justicia
social. Es esa la razón fundamental y única por la cual nosotros decimos
que lucharemos hasta el final.

¿O será que ustedes entendieron que si hacen lo que hizo ‘Manuel Marulanda’
y no se montan en este último tren, la historia los va a mostrar como un
grupo que secuestró, extorsionó y que se vinculó al narcotráfico?

Marulanda no le falló a Pastrana. En una entrevista que la hizo el
periodista Iragorri al doctor López Caballero, él dice que los dos tuvieron
una conversación privada en la que Pastrana le preguntó: “¿Qué hay que
hacer para que hagamos la paz?” y Marulanda le respondió: “Hay que acabar
con los paramilitares”. Con paramilitares es imposible la paz. Con las
instituciones podemos encontrar alguna salida, pero con paramilitares de
por medio es imposible. Ese fue el pacto de honor que ellos hicieron. El
mismo López Caballero reconoce, y lo sabe todo el país, que Pastrana no
hizo nada por eso.

¿Por qué trataron por décadas de convencer al país de su voluntad de paz
atacando al pueblo que dicen defender?

Porque esta guerra se ha prolongado mucho. En 50 años pasan muchas cosas y,
ciertamente, como lo reconoció el presidente Santos hace poco, esta guerra
se ha degradado o se deshumanizó. Y durante ese tiempo han pasado muchas
cosas. Hemos dicho que vamos a poner la cara y a explicar todo. Nunca ha
habido una decisión de parte nuestra de causarle daño voluntariamente a
nuestro pueblo.

¿Cómo, cuándo y a quién van a pedir el perdón que el país tanto está
esperando?

El tema de la violencia en Colombia es un tema muy complejo, que nos
involucró a todos. Nosotros hemos planteado que haya una comisión de la
verdad que establezca cuál es la participación y la responsabilidad de
todos los actores de este conflicto, porque no solamente es el Ejército y
la guerrilla. También son las élites, los partidos políticos y los medios
de comunicación que azuzaron la guerra.

Pero si las élites, gremios y medios no asumen esa responsabilidad,
¿ustedes tampoco lo van a hacer?

Tendrán que hacerlo. Tendremos que reconstruir esa verdad porque de nada
sirve un perdón como el que pidió Mancuso, por ejemplo, o como el que pidió
Álvaro Uribe, que terminó acusando a la Unión Patriótica de haber
propiciado su muerte. Esos perdones para qué. El perdón debe estar ligado a
la verdad y a la reparación.

¿Y desde esa perspectiva, cómo piensan ustedes reparar a sus miles de
víctimas?

Yo no tengo la fórmula. Ese es un tema que vamos a abordar en la mesa en su
debido momento. Lo único que le quiero decir es que nosotros no somos ni
insensibles ni cínicos frente a eso.

Hoy, después de 50 años de un desprestigio casi total, ¿se arrepienten
ustedes de haber secuestrado civiles y de haber extorsionado?

Es cierto que el secuestro, como lo llaman ustedes y a lo que nosotros
llamamos retenciones económicas, ha significado un alto costo político.

¿Fue un error el secuestro?

Creo que prolongarlo en el tiempo sí fue un error. Pero Cuando me dice que
si voy a pedir perdón, yo digo: “¿Perdón a quién, perdón por qué, perdón
por levantarme en armas, perdón por defender las banderas de la justicia
social?

Yo le digo por qué: perdón por los cilindros bomba, perdón por el
secuestro, perdón por la minas antipersonas, por el reclutamiento de
menores…

Sí yo hubiera lanzado un cilindro bomba conscientemente a sabiendas de que
caería en una casa de civiles, sí lo pediría. Pero eso jamás lo hicimos.

Pero cuando los lanzan sus hombres…

Ese es un problema más complejo. Hemos luchado durante muchos años para
hacer conciencia de que los puestos de Policía y los cuarteles del Ejército
no estén en medio de las poblaciones campesinas. Pero han generado una
estrategia de colocar puestos en el centro de la población. En un país que
está en guerra, ¿cómo se les ocurre?

¿Qué lectura hace usted de la decisión del presidente Santos de seguir
negociando en medio del fuego cruzado?

Nosotros lamentamos que el señor presidente haya tomado esa decisión. Por
supuesto que entendemos las presiones de la derecha militarista que hay en
Colombia, no solo para que no haya una tregua bilateral sino para que no
haya paz.

¿Siente que es debilidad de carácter del presidente Santos?

No, creo que no. Son realidades políticas que entendemos perfectamente. En
Colombia siempre ha habido una derecha que se lucra de la guerra, sectores
del gamonalismo, del uribismo, que no quieren la paz, fundamentalmente
porque no arriesgan nada.

¿Qué ganan, según usted, las fuerzas uribistas con la guerra?

Por lo menos han ganado tierras, grandes extensiones de territorio han sido
arrebatados en medio de la guerra, por medios ilícitos. Ganan porque ellos
no mandan sus hijos a la guerra. Esta es una guerra que hemos librado los
sectores pobres: los guerrilleros son pobres y los soldados que mueren en
combate son pobres, porque los hijos de los ricos no van a la guerra, pero
azuzan la guerra.

¿La constituyente es un inamovible?

Nosotros no tenemos inamovibles. Nuestro único inamovible es que en
Colombia haya transformaciones democráticas, que haya cambios, justicia
social para que se justifique todo este dolor que hemos tenido que sufrir
guerrilleros soldados, policías, soldados, empresarios, mujeres, todo el
mundo.

¿Están dispuestos a ir a la cárcel por algún tiempo a pagar parte de los
crímenes que han cometido?

En este momento no le podría decir porque es un tema en discusión
pendiente. Pero precisamente por eso se colocó ahí en la agenda.

¿De qué se financian las Farc?

Lo hemos dicho muchas veces. Cobramos un impuesto de guerra a la gente que
tiene recursos en las regiones, a empresas. Tenemos algunas inversiones
también, y podría decir que ningún movimiento guerrillero del mundo ha
contado jamás toda la verdad de cómo es que se financia, ni Mandela, ni
Mao, ni el Che Guevara.

El país recuerda que usted tuvo una lucha a muerte contra el cartel del
norte del Valle y y otros ‘narcos’. ¿Qué siente hoy al saber que las Farc
recurrieron al narcotráfico?

Enfrentamos una fuerza paramilitar que financiaron no solo los ‘narcos’ del
Valle sino también los empresarios. Hay testimonios que demuestran que
Asocaña, que periodistas como José Fernando Piano, hicieron grandes
contribuciones y narcotraficantes también, de millones de dólares, para
crear un ejército de 600 hombres que llegó a los municipios de Santa Lucía,
Monteloro, Buga y Tuluá. Y me siento orgulloso de haberlos podido derrotar,
y gracias a esa lucha que libraron mis hombres, los campesinos de esas
zonas tienen hoy sus territorios.

Le cambio la formulación de la pregunta, ¿usted estaba en desacuerdo con
que las Farc se financiaran del narcotráfico?

Aquí en Colombia hay una gran hipocresía frente a ese tema. Acá hubo
momentos en que no se movía una hoja en Cali o en el Valle sin permiso de
los Rodríguez, y eso lo sabía la clase política, la Policía y el Ejército,
lo sabía todo el mundo. Y eso mismo ocurrió en los 80 en Medellín con Pablo
Escobar. Esa hipocresía de esta élite que tenemos, que ahora se rasga las
vestiduras criticando el narcotráfico cuando ellos se lucraron del
narcotráfico.

Hay un capítulo que la justicia lo vincula a usted directamente y tiene que
ver con la muerte de los diputados del Valle, que tanto nos dolió a los
colombianos…

Ese es uno de los episodios más dolorosos que ha producido esta guerra.
Hemos dicho que como organización asumiremos la responsabilidad que nos
incumbe y en su momento daremos las explicaciones. Personalmente no
participé en eso, pero como comandante de las Farc asumo una
responsabilidad política. Es un episodio dolorosísimo, absurdo, casi
delirante, diría yo.

¿Tan delirante como cuando asesinaron a Gilberto Echeverry y al gobernador
de Antioquia, Guillermo Gaviria?

Por supuesto que no podría decir que fue justo, pero son hechos que ocurren
en la guerra. Durante muchos años clamamos para llegar a un acuerdo
humanitario con el Gobierno, pero la intransigencia del presidente Uribe no
permitió a que se llegara a ese punto y se insistió en el rescate militar,
y cuando se está en guerra ocurren esas tragedias. Lo lamenté
profundamente, me dolió porque uno piensa en las familias, porque conocí
personalmente al doctor Echeverry y era una gran persona.

Luego de 50 años de guerra, 25 en la clandestinidad, ¿siente hoy que las
Farc le entrega al país una nación más humana, más justa, más igualitaria,
más unida, un Estado-nación en el que queremos vivir los colombianos?

Si nosotros hubiéramos sido gobierno, por supuesto que pudiéramos responder
esa pregunta. Hemos sido estigmatizados, perseguidos, vilipendiados y
durante ocho años nos demonizaron. La gente lo único que oía era asesinos,
narcotraficantes, bandidos. Nadie nos escuchó. Pero durante ese tiempo
hicimos muchas propuestas, buscamos sensatez, por eso hemos clamado por la
paz, por el diálogo, porque sabemos que esto que le está pasando a Colombia
es la peor tragedia. La guerra es lo peor que le puede pasar a un pueblo y
los que la inician, la azuzan y se oponen a la paz, son peores que los que
vamos a ella y combatimos.

¿Se ve en el Congreso de Colombia?

No sé, no. Nunca he pensado en eso. Por ahora mi preocupación es firmar un
tratado de paz que sea justo, que traiga la justicia social a Colombia.

Tomado de: http://www.elespectador.com/noticias/paz/prolongar-el-secuestro-si-fue-un-error-articulo-457628