Mundo kafkiano

Notas de Buhardilla

LA ÚNICA COSA CIERTA QUE HA DIcho la Fiscalía en el sonado caso de la abusiva detención de Sigifredo López fue la que anunció el fiscal Montealegre, cuando en una entrevista predijo que el país se estremecería una vez se revelaran los resultados de una investigación sobre los vínculos de las Farc con los políticos. Y así fue, todos quedamos estupefactos con semejante noticia que le dio la vuelta al mundo, porque nunca antes nadie se había autosecuestrado por muchos años, además para vivir en penosas condiciones en plena selva.
Pero no fue sino que la Fiscalía detuviera precipitada y espectacularmente a Sigifredo, para que empezaran las equivocaciones y el empeño por mantenerlo detenido como fuera. Condenarlo se les volvió una obsesión, y así lo confirmaron las declaraciones del fiscal y hasta las del vicefiscal Perdomo, a quien esta experiencia le debe haber enseñado que con su inmenso poder no es prudente lanzar juicios tan severos sobre la libertad de las personas ni menos imitar a Ordóñez, el procurador perseguidor. Entonces parecía imposible que López demostrara su inocencia, porque todo indicaba que era el más tenebroso de los delincuentes.

Cuando la Fiscalía deslizó en los medios su prueba reina de la supuesta responsabilidad, consistente en un video donde aparecía a medias una persona a la que sólo se le veía la punta de una nariz aguileña, pero que los investigadores dijeron que era la de Sigifredo, empezó a tambalear el proceso que hoy es el emblema del período del fiscal Montealegre. Bastó que López negara que él fuese el del video, para que el ente acusador desencadenara su furia.

En cuanto el video no fue aceptado por el incriminado, la Fiscalía pretendió que la prueba pericial se repitiera por las mismas autoridades de policía que habían concluido con ligereza que la nariz y la voz eran las del exdiputado. Solamente a un espíritu cargado de malas intenciones se le puede ocurrir que la manera de demostrar si un dictamen pericial es acertado, es pedirle al que lo hizo que lo vuelva a practicar. Esta audacia denuncia el atropello de un sistema judicial ineficiente y arrogante, capaz de todo.

Pero allí no pararon los desaciertos. Cuando el FBI les enterró el cuento del video, la Fiscalía en actitud desesperada y para evitar que su preso quedase libre, decidió valerse de unos testigos que por sus solos antecedentes al rompe eran sospechosos. Pero a pesar de sus imborrables contradicciones y ostensibles mendacidades, la Fiscalía les creyó, y siguió insistiendo en que López era el perverso secuestrador de sí mismo y, además, asesino de sus compañeros. Y con tan endebles pruebas tozudamente lo mantuvo detenido.

A todo esto se sumó una cuidadosa campaña de filtraciones que obviamente tenían que provenir de la propia Fiscalía, encaminadas a que creciera la idea de que López era un vulgar delincuente. No sólo lo encarcelaron, sino que además se dieron a la infame tarea de debilitarlo moralmente. Tanta fue la saña, que hasta se pretendió enlodar a la madre de López, sindicándola de estar comprometida en la supuesta tramoya de su hijo, dizque por no haber actuado con beligerancia mientras él estuvo secuestrado. Ello, además de mendaz, constituyó una alevosa agresión a una anciana sufrida, que ha sobrevivido a la pena del doble cautiverio a que han sido sometidos su vástago y la familia, primero por los delincuentes de las Farc y luego por el omnipotente Estado de Derecho.

Y lo peor, la Fiscalía solamente lo liberó, pues consideró prematuro exonerarlo del todo. Al final tuvo razón Montealegre, porque la historia sí estremeció al país, pero por falsa. Un sistema judicial que absuelve a los culpables y poderosos, pero ultraja a los inocentes, no sólo no es justicia, sino que produce pánico.

Adenda. Los liberales tenemos derecho a saber qué pasó en la dirección liberal para que renunciara a la secretaría general el senador Mauricio Jaramillo. Ya va siendo hora de que ese partido, al que la Unidad Nacional le puso conejo, rinda cuentas y renueve su dirigencia.

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