Método para asesinar una esperanza

La muerte de Salvador Allende hace 40 años sigue repercutiendo en la política de América Latina, mientras su figura crece.


Las paredes del cuarto donde escribo están cubiertas por imágenes y fotografías de personajes que admiro: escritores, humoristas, poetas, cantantes líricos, músicos vallenatos, futbolistas, pintores, artistas, toreros, periodistas, algún filólogo, algún tipógrafo, algún luchador enmascarado… Y, entre todos ellos, un solo político: un señor de gafas gruesas y sonriente bigote de abuelo.

Se llamaba Salvador Allende, había nacido en Chile en 1908, era socialista, fue elegido presidente en 1970 y se suicidó hace 40 años mientras ardía el palacio de gobierno; no quiso dar a los militares golpistas el privilegio de que lo asesinaran. Tenía 65 años aquel 11 de septiembre de 1973. Es decir, era más joven de lo que es hoy la generación que vio en él la imagen del estadista honesto, transparente, comprometido con la justicia social y con la democracia.

Su muerte y el derrocamiento del gobierno progresista que con él al frente ganó el poder en las urnas fueron un mazazo, pero no solo, como se cree, para las esperanzas de entonces. Casi medio siglo más tarde, los jóvenes chilenos esgrimen la imagen de Allende en sus marchas. Se trata, pues, de un ejemplo histórico para quienes pretenden combatir las condiciones de injusticia social de nuestras sociedades sin apelar a esa violencia que sí abrazaron Pinochet y sus cómplices de cuello y corbata.

Hay muchas consignas falsas sobre Allende y su historia. No es verdad, por ejemplo, que su gobierno hubiera despertado a los capitalistas y los hubiera impulsado a defenderse. Hoy está demostrado que ya en 1968 se diseñó para Chile un programa de desarrollo ultraliberal a largo plazo, que tropezó con el obstáculo del gobierno socialista y decidió bloquearlo, desestabilizarlo y derrocarlo (ver elmostrador.país, 11 de septiembre del 2013). El proyecto funcionaba en torno a Agustín Edwards (dueño del diario El Mercurio), un grupo de altos oficiales y unos economistas neoliberales –los Chicago Boys– agrupados en el Centro de Estudios Socioeconómicos. A ellos se sumaron luego un criminal de guerra llamado Henry Kissinger (secretario de Estado norteamericano) y la CIA. Gracias, entre otros, a investigadores y diplomáticos gringos posteriores se han destapado los archivos de Washington que prueban la participación del gobierno de Nixon en el golpe y la financiación que aportó la CIA.

Tras el golpe, Chile padeció una dictadura que dejó en 17 años 3.200 muertos y encarceló, torturó o mandó al exilio a más de 200.000 personas.

Es falso también que la tiranía haya logrado el desarrollo económico chileno. Fue la renaciente democracia (con dos presidentes socialistas) la que lo permitió. Y, aunque hubiera sido así, ¿es permisible el exterminio a cambio del progreso económico? Semejante doctrina reivindicaría las intenciones de Stalin, por ejemplo, y obligaría a aplaudir la dictadura china del proletariado por haber generado notable crecimiento económico.

El golpe contra Allende aún repercute. Miles de jóvenes frustrados que vieron imposible una revolución social pacífica y democrática acabaron yéndose al monte. Y, tres décadas después, cuando algunos políticos de izquierda alcanzaron el poder mediante el voto, decidieron retorcer por dentro la democracia como salvaguardia contra posibles enemigos. Ellos y muchos otros creen que, en este punto, Allende fue un ingenuo. ¿Cómo explicarles que idealistas como él mueven más voluntades que el cinismo pragmático?

ESQUIRLAS. 1) Hay que estar muy atentos al resultado de la inspección del Fiscal, que le colgó el cascabel al gato de la Contraloría y sus posibles ‘chuzadas’ a periodistas. 2) El Gobierno propone cinco años de prisión para quienes bloqueen vías. Serán centenares: ¿dónde van a meterlos, si nuestras cárceles rebosan? 3) Un reciente artículo de León Valencia en Semana sobre las gobernaciones corruptas obliga a pensar en una reforma del voto regional directo cuando la zona es botín de una mafia.

Daniel Samper Pizano
cambalachetiempo@gmail.com

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