Los secretos que guardan los cementerios en el Meta

Por Jhon Moreno

Durante décadas de conflicto en los Llanos, los más alejados cementerios de caseríos se convirtieron en botaderos de cuerpos que hoy son analizados para hallar a miles de desaparecidos.

“Mi principal necesidad ahora es recuperar el cuerpo de mi hija; saber dónde se encuentra; que la identifiquen; poder recibir con amor sus huesitos”.

Es muy noble, hace pan cuando a esas lejuras le llega harina, pero cultiva cacao por costumbre. José Abel Cortez es un campesino de aquellos que vive entre la selva y la sabana pero que hasta allá fue a buscarlo un día la violencia de Colombia. Sucedió, para su infortunio, justamente el día de su cumpleaños, el 28 de agosto del 2001.

“Busco a mi hija Heidy Patricia Cortéz. De ella no sé nada desde hace ya casi 21 años cuando desapareció de Mocuare, un caserío de Guaviare donde vivíamos. No sé si estará viva o muerta”, dice con voz tímida.

Hoy habita en Puerto Alvira, la inspección de policía en Mapiripán, cuidando solo a su hijo de 10 años, ya que desde el 14 de noviembre del 2020 enviudó.

“He hecho solicitud a todas las entidades buscando a mi hija, pero no ha habido respuesta. Anhelo algún día, donde sea que esté, recuperar el cadáver y darle cristiana sepultura”, asegura con voz entrecortada el campesino.

José Abel es uno de los familiares de los cerca de 2.200 desaparecidos en el Meta, quien tiene la esperanza de que en uno de esos cementerios que hay a lo largo y ancho de los caseríos de la sabana, aparezcan los restos de sus seres queridos.

Esos sitios se convirtieron, ante el silencio y la mirada de terror de los vecinos, en botaderos de cuerpos de quienes eran asesinados en trochas y ranchos del llano, sin que nunca más se volviera a saber de ellos. Buscarlos e identificarlos, ahora es una tarea de las más dispendiosas para las autoridades.

“A ese cementerio llegaba mucha gente de otros caseríos, abrían un hueco por la noche y botaban muertos. ¿Quién iba a preguntar por el finado o por los que sepultaban?, pues nadie”, dice Nepumuceno, quien vivió cerca al cementerio de Santo Domingo en Vista Hermosa.

Ese precisamente es parte del reto que tienen las autoridades, pues en esos camposantos no se llevó ningún registro de sepultura e incluso muchas veces los animales, escarbando la tierra, desenterraban restos, poniendo más dificultad a la tarea de identificación.

Para buscar personas desaparecidas se tiene que comparar la información de los familiares, características físicas, perfil genético, etc. para ser comparada con cuerpos desaparecidos cuando estos se encuentren. Pero, ¿qué ocurre cuando no se cuenta con la información?

“Cómo se gestionan los cementerios es un verdadero problema. Muchas de las personas fallecidas sin identificar en Colombia terminaron en cementerios rurales, sin organización, sin registro, es difícil la trazabilidad de en qué lugar está enterrada cada persona. El CICR tiene una línea de acción para ayudar a organizar los cementerios, que las Juntas de Acción Comunal los organicen y aumentar las posibilidades de que las personas encuentren a los desaparecidos en este país”, explica Rafael Barrantes, adjunto del Departamento Protección para Personas Desaparecidas del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

El funcionario del organismo internacional anota que en un estudio del Comité se demostró que la principal necesidad de las víctimas del conflicto es tener noticias y recuperar restos de sus seres queridos porque los aman, porque quieren un entierro digno. “Es un acto de amor”, dice Barrantes.

Tanto para el CICR como para la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UPBD), el trabajo con las comunidades es vital para desenmarañar los secretos que tienen los cementerios rurales en los Llanos Orientales.

“La búsqueda implica un proceso permanente de investigación que históricamente han desarrollado las víctimas, las organizaciones y los pueblos étnicos con sus propias herramientas. A lo largo de esta búsqueda han acumulado conocimiento, experiencias y saberes que deben ser tomados en cuenta, escuchándolos en cada una de las fases del proceso a fin de favorecer el esclarecimiento y agilización de la búsqueda”, explica el Plan Regional de Búsqueda, territorial Villavicencio de la UPBD.

Comunidades: baluarte para hallar desaparecidos
Las metodologías del involucramiento de las víctimas, organizaciones y pueblos y la incorporación de sus opiniones y conocimientos, deben contribuir a la satisfacción de sus derechos a la verdad y la reparación.

La lejanía de los caseríos, donde es difícil que lleguen el Estado o las herramientas de justicia, dificultan la labor de cuidado de los cementerios rurales.

Para Ángel Mejía Bejarano, especialista forense del CICR, involucrar a las comunidades para que estos cementerios de guerra puedan ser preservados es fundamental para que llegado el momento autoridades como la UPBD puedan identificar algunos de los cuerpos y así poderlos entregar a sus seres queridos.

“La comunidad es la que está al tanto de lo que sucede; la comunidad conoce algunas de las personas que están inhumadas; sabe del contexto, de los episodios del conflicto y es importante para identificar”, resalta Mejía Bejarano.

Fuente: https://periodicodelmeta.com/los-secretos-que-guardan-los-cementerios-en-el-meta/