Lo divino y lo humano vestuario y secuestro

El presidente Santos recrimino Santos PRESIDENTE SANTOS RECRIMInó airado a las Farc por haber devuelto a la libertad al concejal de Garzón, Armando Acuña, vestido con un flux completo, con todo y corbata.


No es ese, sin duda, un traje adecuado para salir de la manigua, aunque si la tela es ligera, y se consigue en esas zonas tórridas, el detalle no merece tanto énfasis. Además, el propio secuestrado, a quien sus captores no le dieron opción de otra hebra, ni siquiera se quitó el saco, o la corbata, o por lo menos le aflojó el nudo a ésta, cuando estuvo ya bajo el cuidado de la comisión humanitaria. Debió ser porque sabía que iba a vérselas con periodistas, y eso hay que respetárselo. Esas críticas, sin embargo, de un dandy bogotano, el doctor Santos, acerca de qué es lo típico en sastrería regional, o en atuendos para cautivos liberados, duraron poco y el trámite para las liberaciones posteriores continuó.

Estaría por verse, si acaso fructifica el empeño de Piedad Córdoba por conseguir la libertad de los cautivos restantes, cómo va a manejarse el tema de las prendas a usar por los 16 militares en el momento de comparecer ante los medios. Quizás esa sea la razón por la que el Gobierno es alérgico a los “shows mediáticos”, que no son otra cosa que las imágenes que quedan para la posteridad sobre ese trayecto que cumplen los liberados al salir de los helicópteros, saludar a sus familiares y comparecer ante los medios, antes de hacer el transbordo a las naves de la FAC, en las que les han llevado vestuario nuevo para que sustituyan el que les han dado sus captores, que no pocas veces es “de uso privativo del Ejército”, lo que irrita a esta institución. No me extrañaría que esa guerra de los trapos les resultara más importante a las FF.AA., y a las propias Farc, que la negociación de una amnistía o de una constituyente. En asuntos de uniformes, las organizaciones armadas, legales o ilegales, extreman su sentido del honor.

Ya para las últimas dos liberaciones en el Tolima, quien les buscó el pierde fue el doctor Eduardo Pizarro. El funcionario, en efecto, con ligereza irresponsable, atribuyó a las Farc el hecho de que los pilotos brasileños se equivocaran en la interpretación de las coordenadas —algo usual en estas operaciones—, y armó un alboroto con el que alcanzó a alertar a la opinión pública de que estábamos ante un “Emmanuel II”. Su aparición en los medios fue enardecida y patética. Eso le dio cuerda a especulaciones en el sentido de que las Farc estaban aprovechando la quietud del Ejército en esa zona para sacar a Alfonso Cano del “Cañón de Las Hermosas”, poniéndolo a salvo en otro departamento. Como quien dice, que habían utilizado a Piedad como un gancho ciego, lo que minaría el liderazgo humanitario y pacifista de la exsenadora.

Por fortuna el presidente Santos —aunque en la barahúnda llegó a decir que abortaría la liberación del mayor Solórzano y el cabo Sanmiguel—, apenas tuvo claro que todo había sido fruto de la irreflexiva actitud de Pizarro, le dio luz verde a la reanudación del complejo operativo. Y colorín colorado…

El gomelo y los colegios distritales

El concejal Felipe Ríos está empeñado hace rato en hacerle la guerra a los megacolegios distritales. Como no soporta las monumentales arquitecturas escolares, de carácter público, que han hecho de Bogotá la única capital latinoamericana que ha cumplido las metas del milenio en educación, ahora le ha dado por denunciar que 13 de los nuevos planteles —de un total de 280 recientes—, carecen de licencia de construcción, un impasse adjetivo.

Le importa poco que la gratuidad educativa es total, que la alimentación que reciben los escolares es monitoreada por expertos de la Nacional y de Harvard, que la estatura y peso de los pelados han crecido respecto a los promedios históricos y que se han aumentado en el 39,6% sus resultados en las pruebas del Icfes