La rendición como efecto revelador de una foto y una carta

Caras de la estrategia contrainsurgente


1. Una carta

Francisco Galán (Gerardo Bermúdez), ex miembro y uno de los ex comandantes del ELN, destacado hace dos décadas, y hasta hace no pocos años, por ser un rebelde con causa, ha decidido escribir una carta a sus ex compañeros de guerrilla (ver por ejemplo enhttp://www.confidencialcolombia.com/noticia.html?noticia_id=947).

Explica que lo hace a raíz de dos hechos: por la publicación de una foto en medios de comunicación (en ella puede verse a los máximos comandantes, al parecer en un encuentro en 2006 -foto que poseía supuestamente un guerrillero capturado hace un mes-), y por la carta de Nicolás Rodríguez a Piedad Córdoba. Rodríguez Bautista es el máximo comandante del ELN. Piedad, ya sabemos, es Coordinadora de Colombianas y Colombianos por la Paz.

Dice Bermúdez que le conmovieron las fotos de sus ex compañeros de militancia guerrillera: “los vi viejos, llenos de musgo, ausentes y muy distantes de esta patria”.

Galán o Bermúdez, no ausente ni distante de la patria que comparte con los de arriba, llega a la conclusión de que hoy en Colombia no tiene sentido alguno la lucha armada. Dice: “acudí al concepto de resistencia expresados por muchos como ‘enfrentamientos asimétricos, con batallas entre fuerzas totalmente desiguales. Es decir todos aquellos conflictos donde un grupo no se doblega ante su atacante y lucha de una forma u otra por hacer valer su criterio a toda costa es una lucha de resistencia’. Y vi que lo prevalecía era el concepto militar. Y tampoco me satisfizo esta respuesta ” (sic).

Bermúdez tenía muchas preguntas que le inquietaban en su encrucijada frente a permanecer o no militando en la insurgencia. Afirma: “Hoy les confieso con profunda alegría que casi todas las preguntas las he resuelto, es mas, hoy tengo nuevas preguntas porque tengo nuevos saberes” (sic).

Con esos nuevos saberes, que efectivamente pueden cambiar al sujeto y su percepción individual, pero no al objeto, al que sólo se le interpreta de modo distinto en su permanencia y contingencia según, por ejemplo, intereses de adaptación, asegura el ex guerrillero que no sólo ya no cree en el proceso de la guerra; tampoco cree en un proceso de paz, sin una previa determinación unilateral de rendición: “Hoy yo no creo que sea posible un proceso de paz, si no se toma primero la decisión interna por parte de la guerrilla de abandonar la guerra y buscar las formas de terminar bien el conflicto”.

2. Una epistemología de la dejación

Es claro el concepto premoderno de gratuidad plena que Bermúdez hilvana. Esa proposición retrocede no años sino siglos. Echa por tierra esfuerzos de la compleja construcción de paradigmas sobre resolución justa de los conflictos. En otras palabras, significa que se renuncia a ser ante el otro/enemigo. Antes de siquiera verle en una mesa frente a frente, me hago sumiso ante él, por un egoísmo que adopta la forma del desprendimiento; me niego en las reivindicaciones o fuerzas de indignación y dignidad por las que existo y me entrego. Hago dejación y la justifico.

Puestos a abandonarse por una causa, puestos a ser altruistas, quizá mejor hacerlo y serlo por la más justa o superior, por la utópica pero insobornable lucha por el bien común, no por la fácil opción que va entre la servidumbre y la esclavitud, que, complaciendo al amo, contrario a lo que se piensa también complace al que se somete, pues valida su estado de mansedad. José Martí se refirió a la costumbre del servilismo. A la necesidad de arrancar del ser los vicios de la esclavitud, formando conceptos de la vida radicalmente opuestos a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones despóticas usan.

3. Un encajado significado político

En lo que corresponde a la interpelación al ELN, a sus comandantes corresponde responderle a Bermúdez; o quizá no. Tendrán más cosas que hacer. Sin embargo, no debe por qué dilatarse una reacción de algunos que le conocimos a Galán y para los que, sin participar en la lucha guerrillera, es un exabrupto ético y político demandar su abandono así no más, no sólo sin un proceso de paz justo y digno, del que se obtengan algunos compromisos de cara al futuro del país, sino que lo es también ese exabrupto por no bregar que se aseguren previas garantías de protección de una organización política en su eventual tránsito, ante un régimen probadamente criminal.

Por eso, llamados como los de Bermúdez, como en el pasado hubo otros de otros mandos de grupos desmovilizados, pueden resultar oprobiosos. Tanto por su dimensión especulativa que burla un costoso acumulado sobre la caracterización y profundidad del conflicto, incluso compartida en parte por intelectuales o asesores de la derecha, vista como una confrontación con orígenes sociales y económicos que deben ser intervenidos o tratados en la presión de unos diálogos, reconocida la causalidad de unas políticas. Es también oprobioso por la pragmática inserción o concreción coyuntural, al hacer carrera y cumplir una función, avalando, como él lo hace, a un régimen que no sólo intensifica la dinámica del modelo de exclusión e injusticia histórica y estructural, sino que asesina y desaparece activistas sociales, como decenas de casos lo demuestran desde hace exactamente un año, desde el 7 de agosto de 2010 (día de la posesión de Juan Manuel Santos como presidente). Escribe Bermúdez que “las armas son un estorbo para la democracia”. Pero se refiere sólo a las armas de la insurgencia. Ni una sola mención hace a la estructura militar y paramilitar que ha montado el Estado colombiano.

No deja de sorprender que otorgue desmedido valor al cambio parcial en la retórica oficial, al punto de decir, al igual que muchas personas y colectivos, que con el gobierno Santos sí existen condiciones para el sometimiento: “no esperen un mejor gobierno”; “El estado y la sociedad están en capacidad de construir y ofrecerles una oferta digna de paz para terminar bien este conflicto, solo se requiere que Uds. le anuncien el país la decisión unilateral de abandonar la guerra e ir por la paz hasta las ultimas consecuencias”; “yo creo que el Presidente Santos tiene voluntad de trabajar por una salida pacifica, cuando el dice que es el custodio de las llaves de la paz, no está negando la posibilidad de la conciliación, quiere evitar la dispersión y los protagonismos personales y está atento a la voluntad de paz de Uds., el Vicepresidente Angelino Garzón en muchas ocasiones ha expresado su llamado de paz y conciliación, el Senador Roy Barreras y la Comisión de paz del Senado están trabajando junto con muchas otras personas de las organizaciones sociales una Ley Marco de Paz con un criterio amplio e integral, las iglesias católica y evangélica mantienen su total disposición a mediar o facilitar procesos de conciliación y, como si fuera poco, en las regiones hay miles de organizaciones de las comunidades buscando la paz y la conciliación, es hora de apostarle a una solución definitiva de la violencia en Colombia” (sic).

Entristecen, cuando menos, o resultan repudiables, las lisonjas impartidas por quien en algún momento de su vida constató los alcances del terrorismo de Estado, de la violencia de los de arriba. Cita al senador Roy Barreras, del partido uribista, presidente de la Comisión de Paz del Congreso, quien dijo: “creo que la decisión del Gobierno es: todo el plomo que sea necesario hasta que se sometan a la justicia. Y para que se sometan es que necesitamos el nuevo marco jurídico” (www.eltiempo.com /19 de mayo de 2011). Agregó entonces el legislador oficialista: “hay temas para discutir, muy de fondo. Le menciono apenas uno: el delito político. En Colombia es un asunto anacrónico, todavía se habla de asonada, rebelión y sedición. Hay que reabrir la discusión de este tema”.

En contra del espíritu de la rebelión como construcción de humanidad y mediación humanista, propone Bermúdez el equivalente del arrepentimiento con tal especie de rendición, y, en consonancia con el investigador español Vicenç Fisas, quien hace unos meses pidió retomar un “Acuerdo Base” introducido en el período y el legado uribista, reclama que el ELN asuma como un punto de partida ese borrador de propuesta de paz “que quedó del anterior proceso”. Fisas concluía hace poco: “el Presidente no quiere arriesgarse a una negociación sin resultados a primera vista. Quiere garantías de resultados y me parece muy sensato. Ya pasó el tiempo de conversar por conversar” (verhttp://www.viva.org.co/cajavirtual/svc0253/articulo06.html) .

Dice Bermúdez: “La resistencia es un disfraz de la derrota, es mejor asumir con dignidad cómo finalizar bien el conflicto” (sic). Con sus palabras vale también considerar otra tesis, muy distinta: la ética de la emancipación y no la tabla de la rendición, es la que mueve a la lucha que rompe el disfraz de una “democracia” genocida, que mata con balas y por hambre; es mejor no apostar a lo inicuo que triunfa hoy, sino recomponer bien el conflicto. Es decir, regularlo con justicia para construir con justicia su transformación.

4. Una más digna formulación para firmar y cumplir hacia la paz


Contrario a ese esbozo, hay quienes siguen sosteniendo desde la elaboración de un pensamiento crítico que impugna las estructuras de injusticia social, procurando la articulación con procesos de solidaridad con las luchas del pueblo colombiano, que más allá de un amago de sedación teórica, para disminuir con loas paliativas el nivel de conciencia sobre el dolor por el sufrimiento que vive un pueblo, es necesario forjar un escenario de un proceso de paz auténtico, no simplemente de firmas de actas de rendición.

Un proceso que no reproduzca la perversión y la lógica de una asimetría, sino que disponga horizontalmente para una metodología de conversaciones, con respeto y garantías entre adversarios y proyectos reconocidos como partes contendientes por igual, que aborden las problemáticas del país, las más urgentes, como la aplicación del derecho internacional humanitario, y las que pueden y deben insertarse en programas de cumplimiento verificado sobre otras materias a mediano y largo plazo.

Esto último es lo que viene madurando en Colombianas y Colombianos por la Paz, según se deduce de su carta a las guerrillas del pasado 18 de julio. Carta a la que respondió el ELN diez días después, con una misiva pública dirigida a Piedad Córdoba. Apenas dos piezas de un diálogo epistolar que ya cumplirá tres años, sostenido también con las FARC-EP, producto del cual se han podido obtener liberaciones unilaterales de varios cautivos que tenía esta insurgencia, y otros pasos importantes.

En ese proceso liderado por Piedad Córdoba, no se le ha pedido a la guerrilla que se someta con humillación, sin decoro o dignidad, escupiendo sobre tanto sacrificio humano de generaciones de colombianos-as, dejando que caiga en el vacío tanta lucha, sin conocer qué voluntad real de cambio tiene la contraparte histórica frente a la cual se va a sentar.

Al contrario, desde los valores éticos y humanistas de la rebelión, se le pide que recomponga política y éticamente su ideario y propuestas ante un orden de injusticia. Ahora bien, sí se le ha exigido que demuestre que acoge y respeta los principios éticos del derecho humanitario, y se le ha demandado que asuma dialogar con el Estado. Ambas organizaciones han dicho que sí: que están dispuestas a conversar con el gobierno Santos y que regularán sus acciones militares para no afectar a la población civil.

Tanto las FARC-EP como el ELN han expresado que apuestan por una agenda de solución dialogada, pacífica, negociada, acompañado el eventual proceso por la comunidad internacional y jalonadas sus dinámicas con la amplia participación del pueblo colombiano, con sus movimientos sociales.

Las dos organizaciones rebeldes además de reconocer el papel de Piedad Córdoba, han explorado convergencias y avances parciales entre ellas, lo cual representaría de nuevo la génesis de una confluencia para estar del mismo lado de la mesa en unas conversaciones con el Estado, de las cuales conozca el país y el mundo. Al menos que se han iniciado y que se desarrollan.

¿Cuándo las habrá? Probablemente el día que Juan Manuel Santos diga, acordados previamente unos protocolos se seguridad o salvoconductos para la comandancia de la insurgencia. Nada más. Que se sepa, las organizaciones guerrilleras no le han pedido que antes, unilateralmente, se proclame vencido; que renuncie a su ideario neoliberal; que declare todo lo que sabe sobre el gobierno Uribe, del que fue Ministro, y sobre su propia obra al frente de estructuras comprometidas en graves violaciones; ni le han pedido que deje de ordenar operaciones militares; o que haga pública deserción de sus deberes políticos conforme a los intereses que él representa. Ese día puede llegar. Y es mejor que llegue teniendo personas erguidas que aporten con su inteligencia, y no abatidas.

Definitivamente, la quimera existe. Lo demuestra el realismo de quienes la desaprueban. Existe como sueño de justicia, con el grito de la revuelta moral que recobra y emplaza para que la dignidad sea para todos/as. Con ella no se concede autoridad a quien oprime y sojuzga. Es más arriesgada y complicada; más peligrosa y más libre. Se prefiere ese musgo y su resistencia a la sequía, frente a las plantas artificiales y sus decoradores.