Josue Giraldo Cardona
Memoria y Justicia
En una sencilla misa, familiares y amigos, hicieron memoria de JOSUÉ, en el cementerio donde están sepultadas cientos de víctimas de la violencia política del departamento del Meta. Hicieron memoria de su vida, de su militancia política en la Unión Patriótica, de su labor abnegada como defensor de derechos humanos, de su ser.
Personero del municipio El Castillo, departamento del Meta – Asesinado el 1 de noviembre de 200
De esposo y padre dedicado a sus dos hijas. Las flores en la tumba estaban cargadas de tristeza por su ausencia y al tiempo de alegría por su vida. Fue un día de conmemorar, como lo son la mayoría de los días en la casa habitada aún por él, en los instantes vividos por la familia, en las largas noches de trabajo en el hogar.
Han pasado doce años desde aquél domingo 13 de octubre, cuando un hombre se le acercó y luego de saludarlo le disparó. JOSUÉ se encontraba jugando al frente de su casa con sus niñas, acompañado de Michael, un amigo norteamericano que lo acompañaba, mientras su esposa estaba en la casa. El asesino huyó en una motocicleta que lo esperaba, tomando la vía que conduce al municipio de Acacias donde se encuentra la sede de la VII brigada del Ejército, que ha sido denunciada en reiteradas ocasiones por apoyar a los grupos paramilitares de la Región del Meta.
JOSUÉ no fue “un fantasma vivo”, como recientemente el periodista norteamericano Steven Dudley, afirmó en su libro “Armas y Urnas”. Y en este día de conmemoración, también fue el momento de expresar la indignación por parte de su esposa y una de sus hijas ante las afirmaciones hechas en este libro por el autor, quien expresó ser conocedor de la vida de JOSUÉ, a través de su trabajo de acompañamiento internacional.
En el libro no se es consecuente con la realidad al narrar los hechos de ese 13 de octubre de 1996 cuando fue asesinado JOSUÉ, mucho menos se es consecuente con la realidad al afirmar que JOSUÉ como los demás miembros de la Unión Patriótica combinaba todas las formas de lucha y por ello hacían política mientras estaban armados, al afirmar que JOSUÉ portaba un arma y se movilizaba en un vehículo blindado mientras se dirigía a dar una conferencia de derechos humanos. En apartes de este injurioso libro se expresa: “Josué era un miembro tanto del Partido Comunista como de la UP. Era un revolucionario y, como Personero del municipio El Castillo, departamento del Meta – Asesinado el 1 de noviembre de 200tal, era un soldado dispuesto a luchar para derrocar al gobierno, bien fuera por las armas o por las urnas. Como la UP, él simbolizaba la combinación de todas las formas de lucha, porque abrazaba la idea de que él podía contribuir a la revolución, que algunas veces significaba respaldar a los rebeldes de izquierda. Se trataba de una estrategia que me confundía: ¿por qué apoyar a las guerrillas y, al mismo tiempo, hacer una campaña abierta por los derechos humanos y políticos? Todavía más extraño, la situación de Josué parecía mejorar, incluso su posición dentro de la UP, a medida que se convertía cada vez más en una víctima potencial. Por la época en que lo conocí se decía que a su cabeza le habían puesto el precio de 30.000 dólares y esto lo hacía sentir a la vez aterrado y orgulloso… Josué no sabía cómo manejar su vida… se había vuelto maniático e impredecible. Algunos días Josué podía ser desafiante y retar a sus enemigos a que lo mataran, pero otros se comportaba como un cachorrito atemorizado. Siempre estaba paranoico y le costaba trabajo conciliar el sueño, por lo que se levantaba en la noche y deambulaba por la casa o leía… Tal como la UP, Josué era una contradicción viviente, era una extraña mezcla de padre delicado y pertinaz militante de la UP. Vivía para su familia, pero nunca pudo calcular lo que significaba para ella cuando estaba vivo porque, al parecer, estaba atrapado en una lucha que iba contra el sentido común y que llevó a Josué y a la UP a su final.” (Apartes del Prólogo del libro “Armas y Urnas” de Steven Dudley)
Más grave aún, lo que el autor de “Armas y Urnas”, dedujo a partir de un conferencia de JOSUÉ, a la que se refiere en el Prólogo diciendo: “para mí esta ocasión se convirtió en el momento decisivo porque, por primera vez, podía ver cuáles eran las líneas de frente de guerra colombiana: no se encontraban en los ríos y las montañas donde las guerrillas y los paramilitares tenían sus campamentos, eran las casas, los parques, los cafés y los carros blindados que corrían entre el tráfico bogotano y los soldados de la línea del frente no portaban fusiles Kaláshnikov ni Galil ni marchaban hacia las barracas del Ejército o los escondites en la selva, llevaban cuadernos de notas y participaban en estas conferencias de derechos humanos.”
Un mes antes del asesinato de JOSUÉ, el comandante de la VII Brigada de ese momento, General Rodolfo Herrera Luna, expresó en un discurso público el 5 de septiembre de 1996 en el municipio de Mesetas (Meta), “los defensores de los derechos humanos son como mensajeros de la guerrilla”. Discurso de la estrategia de la guerra del Estado promovido por el propio Presidente Ernesto Samper Pizano, cuando dijo, exactamente un año antes del asesinato de JOSUÉ, en octubre de 1995: “Como Presidente y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas prefiero a los militares enfrentados a la subversión en las montañas y no en los juzgados del país contestando requerimientos infundados presentados por sus enemigos”.
JOSUÉ era un militante de un partido legal, creado como parte de los acuerdos con el gobierno nacional y las FARC EP. JOSUÉ como militante de la Unión Patriótica ejerció la oposición política sin armas, creyendo en la posibilidad de construir democracia. JOSUÉ era un abogado, defensor de derechos humanos desde su labor en el Comité Cívico por los Derechos Humanos del Meta y los últimos 45 días de su vida en la Comisión de Justicia y Paz.
JOSUÉ sigue siendo el militante, el defensor de derechos humanos, pero sobre todo para su esposa y sus hijas, la vida que permanece presente en cada recuerdo, en cada gesto, en cada palabra, en cada juego, en cada caricia, en cada abrazo y en cada beso.
JOSUÉ no se enfrentó a la muerte con resignación; por el contrario, la enfrentó convencido de que él no podía ceder, porque ello sería “más terrible que la muerte misma”. Y en sus propias palabras, su vida, en su propio testimonio publicado en el libro “Ceder es más Terrible que la muerte” – una década de violencia en el Meta:
“De por qué soy defensor de los Derechos Humanos.
La defensa de los derechos humanos surge en mí ligada al problema de la violencia; porque cuando empezamos a gestionar las demandas de justicia en las diferentes instancias judiciales y de control disciplinario, fue acompañando viudas de asesinados, de desaparecidos. La necesidad de tender puentes hacia la justicia me llevaron a involucrarme en la defensa de los derechos humanos.
Cuando decidimos impulsar el Comité Cívico para la Defensa de los Derechos Humanos en el Departamento del Meta, ya habíamos transitado y racionalizado un largo proceso en el que las consecuencias del terror se reproducían en los mecanismos de la impunidad. Aprendimos el lenguaje de los derechos humanos desde el clamor de viudas, huérfanos y desplazados reclamando justicia.
De cómo nos hicimos parte de la familia universal defensora de los Derechos Humanos.
Hemos conceptualizado el tema de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional humanitario a partir de lo que pasa en el Meta y en Colombia en general. El conflicto armado Estado-guerrilla ha ocasionado que la potenciación de los espacios democráticos esté atravesada por los discursos y hechos fanáticos de la derecha y del Ejército, unidos en torno al proyecto paramilitar de aniquilamiento. Hemos querido responder con un planteamiento central, que es el de la vida. La vigencia de la vida, la indoblegabilidad de la vida, y la urgencia de defenderla para que sea posible la confrontación democrática en el juego civilizado de las palabras y no en los escenarios del asesinato, la masacre o la guerra.
Que fuese posible colocar la vida como un valor central, implicó que reclamáramos en consecuencia el cese, no solamente de las violaciones a los derechos humanos, sino de la guerra misma. Nuestro mensaje sigue siendo la urgencia de la paz. Mientras llega, que los actores armados se sometan a las reglas de la guerra y respeten a la población civil. Poco a poco, con el trabajo del Comité nos hicimos parte de la familia colombiana defensora de los derechos humanos. Hemos coordinado el trabajo con otras organizaciones de derechos humanos, hemos desarrollado campañas conjuntas y hemos traspasado las fronteras patrias consiguiendo el apoyo de ONGs internacionales; nos hemos vinculado al movimiento de los derechos humanos en el mundo. Nos hemos hecho parte de esta familia universal por la dignidad de las personas y los pueblos, lo cual nos da el vigor para seguir adelante.
Por ahora hemos tenido que cerrar las oficinas del Comité, pero no lo hemos acabado, ni lo vamos a acabar. Tenemos que encontrar caminos para posicionar la justicia, la verdad, para que haya al menos resarcimiento moral a las familias de las víctimas. Tenemos que hacer claridad sobre todo lo que ha pasado en el Meta, en los Llanos, en estos años y sobre lo que sigue pasando. Esta tragedia tiene que salir de la oscuridad, no puede quedar impune.
Ceder me parece más terrible que la muerte misma.
A estas alturas, en medio de las ordalías de la guerra, de la tragedia, de la destrucción, de la muerte, uno aprende a convivir con estos factores de tal manera que al asumirlos evitamos que nos destruyan interiormente para poder seguir adelante en el reto de superarlos. Por lo demás yo he ido desarrollando un instinto que me permite percibir lo que se mueve a mi lado, lo que se está tramando de tal forma que no siento temor, no siento miedo.
Miedo, miedo si siento pero por mi familia, por mi esposa, por mis hijas. Es un miedo que no me permite dormir, el hecho que puedan poner una bomba en la casa, que puedan atentar contra mis niñas me hace desgraciado.
A veces me da por pensar que es un acto de cobardía el irse. El hecho de ser obligado a dejar las cosas que has construido, los espacios de lucha que te enriquecen en tu condición de ser humano, y dejarlo todo por las amenazas o la inminencia de la muerte, es enajenarle tu libertad a los verdugos, es endosarle al criminal la condición de un dios que puede decidir sobre tu vida o tu muerte. No lo acepto, ceder, me parece más terrible que la muerte misma”.
Por ello,
JOSUE… en la Memoria
JOSUE… Sin Olvido
Bogotá, D.C Octubre 13 de 2008
COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ