Inteligencia dominante

De entrada, el ex ministro Santos —ex infante de marina y ex alumno de la famosa academia militar de West Point— negó que en Colombia se fuera a instalar una base militar para reemplazar la de Manta; después fue aceptando a cuentagotas, con una mezcla de cinismo y desprecio tan de él, que permitiría que aviones militares gringos aterrizaran en algunos sitios colombianos; por último: que sí, que ese algún sitio eran tres basecitas, o mejor, cinco.

Ahora, con el Infante don Juan Manuel en la retaguardia, se acepta no sólo que son siete, sino que EE.UU. podría utilizar todas las bases que necesite en cualquier parte del país. Eso sí, con la condición soberana de que en la base mande un oficial colombiano; mando que consiste en atender como se debe a los gringos, protegerlos, alimentarlos y divertirlos en las zonas rosas. Porque ¿qué podrá decir un capitán de avionetica de fumigación sobre el manejo y el uso del arsenal aéreo que nos tienen formulado: los C-208, K-350, el E2-C Hawkeye, los TPS-78, el Boeing 767, los E-3 Awac y los Orion P-3, los Schweizer SA2-37B, los RG-8ª, el Merlin C-26, los Beech Super King 350, los SR-560 y los SR-26, los AC-47T, el APG-66, los Beechcraft King B200, el Persuader APS-504 y el gigantesco Boeing Scan Eagle Hermes 450? Leyendo sólo los nombres de estas formidables armas, que podrán ser utilizadas desde cualquier base hacia cualquier lugar, uno tiene que poner en duda toda la verborrea que nos ha echado el Gobierno sobre los éxitos de la tal Seguridad Democrática.

Porque a guiarnos por las cifras oficiales, las Farc están de salida, el Eln no existe, los narcos andan desbandados y los “cultivos de cocaína” controlados. O las cifras son una grosera mentira, o la grosera mentira es que los vecinos no deben temer porque la cosa es con las Farc y con el cartel de Cali. Más factible es que, como lo creen los gobernantes de América Latina —y hasta parte del Partido Demócrata—, esa poderosa “inteligencia dominante” de la que habla Santos esté dirigida a seguir en tiempo real hasta el mínimo movimiento militar de nuestros vecinos —en particular Venezuela y Ecuador— y de paso ir familiarizando al continente con la toma de posiciones yankees sobre la cuenca del Amazonas y sobre el Pacífico.

De otro lado, las siete bases que convertirán todo el territorio nacional en una base norteamericana —cualquiera que sea el significado etimológico de base— han creado un clima bélico en la región y arrechado en el país un patrioterismo barato, al que Uribe llama cohesión social. No cabe duda: se trata de montar una verdadera base electoral. Al enemigo hay que inventarlo. Hitler creó el peligro de los judíos como el origen de todos los males de Alemania y sobre esa base justificó los campos de concentración. Confiando en Dios, aquí no llegaremos hasta allá. Por ahora, así como las Farc fueron utilizadas como plataforma electoral de nuestro Mesías, ahora Venezuela ha sido convertida en una amenaza armada por los rusos y Ecuador en un satélite de Cuba. En la primera y en la segunda elección de Uribe, Tirofijo fue convertido en caballito de batalla electoral; ahora Chávez y Correa están siendo cuidadosamente transformados por ingenieros electorales en aliados del terrorismo y, no dentro de mucho tiempo, también en socios del cartel de Cali. (Entre paréntesis, en estos ocho años el cartel de Medellín se esfumó). Se trata de una estrategia que servirá a la vez para perpetuar la represión y para que Uribe gane la tercera; o, lo que sería peor, para que Uribito, Santos o Vargas Lleras ganen sus primeras. Todo apoyado en esa “inteligencia dominante” que está siendo levantada sobre las bases militares norteamericanas en todo el territorio nacional. No sorprende que en las calles no hayan gritado los estudiantes ni los sindicatos ni la izquierda. Después de tanto triunfo sangriento y mediático de la Seguridad Democrática, ¿quién da un grito?

Alfredo Molano Bravo