El valor de la terquedad

El martes próximo, 8 de junio, está anunciada la audiencia de lectura de sentencia por los desaparecidos del palacio de justicia en contra del coronel Plazas Vega, quien fuera comandante de la escuela de caballeria en la época del holocausto y quien tuviera como uno de sus últimos cargos públicos la dirección nacional de estupefacientes durante el actual gobierno del presidente Alvaro Uribe Velez. Si bien no se trata del más importante ni del directo responsable de la desaparición de nuestros 11 familiares, el hecho marca un hito en la historia del sistema judicial colombiano.

Marca un hito por muchas razones, porque nunca la justicia de colombia se había tardado tanto en proferir una sentencia por un crimen de lesa humanidad cometido por el mismo Estado colombiano y que incluyó a sus propios colegas de la corte suprema vilipendiada hoy como hace 25 años, marca un hito porque es un juicio que ha estado acompañado de la amenaza y el exilio no solamente a la juez sino también a quien escribe esta carta , estuvo acompañada de la dilación, la tinterrillada juridica que incluyó por lo ménos 5 recusaciones, la tinterillada juridica que permitió cambios permanentes de abogado, la tinterillada juridica que pretendió que al procesado plazas lo juzgara la justicia penal militar, la tinterillada juridica que permite que el procesado siga en un hospital a pesar de no existir dictámenes médicos que así lo argumenten y la tinterillada juridica que se ejemplifica en una ayuda desde la secretaria juridica de la presidencia de la república que como por arte de magia para este juicio se convirtió en oficina para la remisión de documentos al juzgado, tarea esta que deberían realizar los abogados del hoy procesado; esto último me valió elevar queja ante la delegada de naciones unidas para la independencia judicial, en diciembre pasado.

Es un juicio sui generis, se repitieron mentiras como que los restos de nuestros familiares estaban en la universidad nacional, como aquella de que desaparecidos no hay, como aquella de que las pruebas fotográficas, testimoniales en el caso de la guerrilera Irma franco Pineda y de video son todas falsas, incluida la del magistrado Carlos Horacio Urán; como aquella de cierto periodista judicial que me aseguró que en el laboratorio de genética de la fiscalía estaban los restos de los desaparecidos.

Cuando menciono el valor de la terquedad no me quiero referir a quienes hoy 25 años después, cargamos unas fotos buscando a los nuestros, me quiero referir a quienes ya no estan entre nosotros y acá cabe una mención muy especial a dos grupos: primero, los familiares que murieron sin conocer la verdad, sin ver justicia y sin recibir si quiera una falange de nuestros desaparecidos y segundo: el abogado que nos acompañó durante los primeros 13 años y quien fuera asesinado en su casa en un hecho que hoy está impune, el jurista José Eduardo Umaña Mendoza. Cómo no recordar los regaños de Umaña, los poemas de José el papá de Cristina, la asistencia a reuniones de la mamá de Ana Rosa y la solitaria presencia de doña Rosalbina la mamá, de Luz Mary?, como olvidar los testimonios de doña Aura, la mamá de Lucy Amparo?.

Todos los recuerdos se lo ha llevado la muerte, a nosotros nos quedan las fotos, los gritos y el ejemplo que nos dejaron aquellos que nos enseñaron que la terquedad vale la pena, si ella es por un ideal noble y altruista como es la exigencia y la pelea por la justicia, la verdad verdadera y los restos.

La sentencia será histórica porque le servirá más al Estado en su defensa internacional que a los familiares quienes finalmente no tenemos después de un cuarto de siglo una respuesta a la pregunta dónde estan los desaparecidos del palacio de justicia?. Solo nos queda la terquedad como enseñanza de que debemos seguir luchando por construir un mañana más amable para todos, con un duelo no elaborado por ausencia de los nuestros. La duda y la deuda está vigente: dónde están los desaparecidos del palacio de justicia?.

René Guarín