Cumbre de Cartagena para inexpertos por Arlene B. Tickner

En medio del sinnúmero de análisis ‘expertos’ sobre la Cumbre de Cartagena, reivindico el papel del ‘amateur’, planteado por Edward Said, como un miembro pensante y preocupado de la sociedad con derecho a formular preguntas. Se me ocurren las siguientes:
¿Para qué sirve la Cumbre de las Américas? La diplomacia de cumbres ofrece un mecanismo dinámico y flexible que permite a los jefes de Estado encontrarse, fijar políticas comunes, superar obstáculos a la acción conjunta y plantear ideas nuevas. La Cumbre de las Américas fue inaugurada en Miami, en 1994, dado el estado moribundo de la OEA. Pese a moldear la agenda interamericana y a crear instancias intergubernamentales para mejorar la cooperación, los planes de acción suscritos en cada encuentro no se han traducido en políticas realizables, financiables y con indicadores que permitan su monitoreo y evaluación. Aunque el gobierno colombiano ha justificado el temario de la cumbre en términos de su viabilidad, queda por verse si ello se convierte en algo más que una retórica vacía.

¿Cuál es el papel de EE.UU.? El declive en los niveles de influencia estadounidense es un hecho. Sin embargo, con pocas excepciones (como Brasil) este país sigue ejerciendo grados importantes de poder en América Latina y el Caribe. La no participación de Cuba y la inclusión del tema de drogas ilícitas ilustra la habilidad con la que Washington sigue empleando el poder ‘blando’, para incidir en el debate político hemisférico sin tener que monopolizarlo ni ejercer un poder más coercitivo.

¿Y Brasil? Se trata de un país apático frente a los escenarios hemisféricos, no le gusta compartir el protagonismo con EE.UU. ni entrar en confrontación directa con éste en su ‘patio trasero’. Algo distinto a lo que ocurre a nivel mundial, en donde las diferencias entre los dos tienden a acentuarse. Paradójicamente, el ascenso brasileño y el descenso estadounidense han coincidido en una política ‘hegemónica’ similar hacia la región, consistente en cultivar acuerdos cooperativos que aparentan ser resultado del diálogo, pero que en realidad reflejan los intereses de cada uno.

¿Qué gana Colombia? Además de fortalecer la imagen positiva del país, el gobierno colombiano pretende acreditarse como ‘bisagra’ política y económica entre EE.UU. y el hemisferio. Hasta qué punto Colombia reúne las condiciones para desempeñar esa función, si ello fortalece las aspiraciones de liderazgo de Santos, y en qué medida Brasil está dispuesto a compartir su poderío regional son algunos interrogantes.

¿La opinión de los actores sociales importa? Desde la Cumbre de Miami los Estados miembros de la OEA han reconocido la importancia de la participación de actores no gubernamentales en la discusión y formulación de políticas adoptadas dentro del sistema interamericano. Si bien en el papel hay interacción, diálogo e intercambio de información entre los gobiernos y la sociedad civil, en la práctica esto no ha garantizado niveles aceptables de incidencia en la toma de decisiones ni en la veeduría ciudadana efectiva. No hay motivos para pensar que Cartagena vaya a ser distinta.

Un ‘éxito’ realista en Cartagena combinaría un pronunciamiento contundente sobre Cuba, un consenso sobre el estudio de alternativas a la guerra contra las drogas, y avances mínimos en los temas sociales más acuciantes.

Arlene B. Tickner