Carta Pastoral del Arzobispo de Cali, sobre la situación actual y la semana Arquidiocesana

A GRANDES MALES, GRANDES “REMEDIOS”

Cali y El Valle del Cauca están marcando la hora, en el reloj de esta otra historia que tiene como protagonista al pueblo mismo que habita el territorio patrio.

TIEMPO DE CRISIS

Es la historia que se viene haciendo con movilizaciones populares como las de los paros cívicos, la Minga indígena, el movimiento estudiantil y la protesta social, desde los territorios y barrios.

Una historia que, después del drástico confinamiento por el covid-19 y sus consecuencias en todos los órdenes, sumergió a grandes sectores en una explosiva emergencia sicosocial, de carencia, de empobrecimiento, con miedo y rabia, acumuladas ante masacres y asesinatos sistemáticos, sobre todo de líderes sociales, firmantes de paz y de personas jóvenes.

Las políticas oficiales en curso, especialmente la reforma tributaria y las continuas acciones represivas y de provocación al sentimiento de muchos sectores nacionales, fueron el detonante para la coyuntura actual, dolorosa y esperanzadora a la vez, por la que pasa la protesta social en Colombia.

A ello obedece el actual Paro Nacional, con sus marchas pacíficas, con las juventudes territoriales al centro, en la “primera línea”, y sus asambleas populares permanentes en cada “punto de resistencia”.

¿Por qué deriva esta movilización en hechos tan inaceptables como asesinatos, heridos, torturas, abusos sexuales, desapariciones, detenciones injustas, saqueos a comercios y bancos, y daños físicos a bienes públicos y privados?

La respuesta es, quizás, la de una conjunción de frustraciones y de crisis diversas, unidas a estrategias políticas, en un periodo de reajustes electorales en el continente y las subregiones que lo componen.

La solidez de las democracias está puesta a prueba, y la colombiana no es, como se creía, la más antigua y funcional. La necesidad imperativa de un cambio de dirección se impone en el continente entero, desde Estados Unidos hasta la Patagonia, movidos, sin duda alguna, por la pandemia y las explosiones populares, aún dentro de los límites impuestos por la bioseguridad.

Estos tiempos de crisis que suscitan una nueva historia del levantamiento popular, ponen de presente que, en una emergencia sanitaria, con devastadores efectos económicos y políticos, lo primero es la vida humana misma como derecho y deber de toda persona y de toda institución, por encima de toda otra consideración.

Salvar las vidas humanas que ya existen y existan en el Planeta y Casa Común, protegiendo los derechos de todas a ser incluidas en sus territorios patrios, con pan, palabra y paz, con cobertura del bienestar común posible y extensible a toda la población, ha de ser el propósito que una a la humanidad entera en cada nación y entre todas las naciones.

Solo desde esta primacía ética, mental y práctica, de la vida humana, es posible repudiar y castigar toda acción vandálica, todo abuso de la autoridad y de la fuerza, todo desabastecimiento que también ponga en riesgo la vida humana y la supervivencia colectiva. Es una primacía obligante para todos los lados: manifestantes, sociedad, subversión y contra insurgencia, organizaciones armadas por fuera de la ley y, por supuesto, para el Estado y los gobiernos.

La moral cristiana precisa, hoy en día, que solamente existe una categoría de consciencia humana para la que la vida es relativa: el martirio.

En cristiano, significa que, como Jesús, la vida propia se da, se deja sacrificar por la de otro u otros, cuando no se acepta como lógica el sacrificar la de los demás por la vida propia o por defensa de otros intereses.

Desde ese principio se rigen los demás conceptos de ética en los conflictos interhumanos: preservar la vida de todos, especialmente del indefenso, del débil, del inerme, del que SE DEFIENDE en términos y con armas desproporcionadas, en relación con las letales y de destrucción masiva.

LA LUCHA DE LA JUVENTUD

Una crisis como la actual pone de presente el reclamo al futuro, al mañana, por parte del vivir, el pensar y el pertenecer de las generaciones jóvenes.

Más allá del movimiento estudiantil y de las centrales obreras, estamos oyendo, desde las entrañas de nuestras ciudades, la voz, la protesta y las propuestas de los jóvenes territoriales, de aquellos llamados como “los NI NI”: ni estudian ni tienen empleo. Son generaciones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, incluso ya en la adultez (NNAJ), que siguen surgiendo contra viento y marea en territorios excluidos, estigmatizados y discriminados, sometidos a la ley del más fuerte, expuestos a sobrevivir con el dinero criminal que busca reclutarlos y usarlos, desde la niñez, como “carne de cañón” en su confrontación con la ley o entre organizaciones.

Son los convertidos en “objetivo militar”, puestos a “marcar calavera”, por quienes los ubican como “descarte”, objeto de limpieza social o de “muertes ecológicas”.

Estas generaciones nos hablan hoy, ciertamente haciendo uso de un mecanismo tan efectivo como peligroso, como el de los “bloqueos” a la movilidad económica, pero representando un mensaje de URGENCIA SOCIAL, que sociedad y gobierno hemos de atender con solicitud y sin represión, sin violencia letal, sin dilaciones.

Su mensaje recoge el de los más débiles, el de los SIN INGRESO, SIN PATRIMONIO, incluso SIN PATRIA (como los miles de inmigrantes). Un mensaje que nos ubica por encima de las leyes económicas y de los códigos en tiempos ordinarios. Hay que escucharlo, rodeando de GARANTÍAS a sus voceros, que representan mayorías en pobreza monetaria y en carencias de los mínimos vitales.

VIOLENCIA Y PAZ

Caer en la tentación del abuso de la fuerza y del poder, alimentando el monstruo de violencias, sobre todo de bala y sangre, que también hemos acumulado, es el mal más grande que nos urge remediar.

Damos gracias a Dios por tantas, tantísimas gentes, comprometidas a fondo con el bien fundamental de la vida, de la convivencia, del ejercicio de la palabra, de las acciones solidarias y subsidiarias, del respeto por la institucionalidad democrática, de la protesta pacífica y del fomento del trabajo honesto y las acciones sin daño al otro, buscando que prime el bien común y se extienda a todos el bienestar básico y el disfrute común de los bienes vitales. Esas mayorías pacíficas salvan a Colombia.

LLAMADOS DE IGLESIA

Como Iglesia Católica, en Cali y en la región valluna, Suroccidental y del Pacifico, acompañamos a nuestro pueblo y nos acercamos al dolor de las víctimas y a la necesidad de los desvalidos.

Igualmente, extendemos nuestras manos hacia todos los lados y orillas de nuestra sociedad, sin ideologías, sin proselitismos ni partidismos, buscando que primen el reencuentro, el diálogo, las garantías, la cooperación, la verdad con sanación, la construcción progresiva y colectiva de paz entre todos.
En estas horas exigentes y tensas, llamamos a cada sector a flexibilizar las posiciones, a facilitar la movilidad de todos, por las vías y calles de todos, protegiendo, eso sí, la vida de todos.

Ni armados ni armas que no sean la fuerza pública, dedicada ésta a preservar la vida de todos en paz, deberían tener vía libre: a quienes requieren la movilidad para atentar contra la vida de alguien, a esas gentes sí hay que ponerles retenes y requisas que les bloqueen el paso, les decomisen sus armas y respondan por sus actuaciones.

Confiamos en la restauración del orden y la plena y cuidadosa restauración de las actividades, con el concurso entre el estado y las ciudadanías.

A “CAMINAR JUNTOS”

Como Iglesia Arquidiocesana de Cali, que sin mérito alguno de mi parte aún presido, seguiremos sirviendo a estas causas y buscando con todos los cauces mejores para este CAMINAR JUNTOS, que es propósito de la Iglesia Universal, en cabeza del Papa Francisco.

Es hora de transformar esta sinodalidad eclesial en el “caminar juntos como sociedad”, para responder a la crisis de la salud, de la economía y ecología, de nuestra institucionalidad política y nuestro rearme moral como nación, superando la crisis de valores y la exacerbación de los peores instintos humanos.

Nuestro referente fundamental es la Persona Viviente de Cristo Jesús. Su Evangelio y su sentido de Dios y del ser humano, son la lámpara que nos congrega en las noches del Mundo y el Camino, Verdad y Vida que la Iglesia deberá servir siempre a toda la humanidad, en todas las generaciones.

Para este tiempo, queremos dedicar el mes de julio a dar inicio a un TIEMPO DE REENCUENTRO en los territorios, especialmente en las zonas urbanas de la Iglesia Particular de Cali.

TIEMPO DE REENCUENTRO

Invito a los y las jóvenes de las Primeras Líneas y a las comunidades barriales que hacen en ellas sus asambleas populares, a compartir este ejercicio, desde esa dimensión espiritual que tiene cada persona y se manifiesta en diversos credos o, quizás, en ninguno. Porque la espiritualidad no se agota en los credos religiosos.

Trascender y saberse amados desde la naturaleza hasta un Ser Supremo, desde la creación hasta la cruz y resurrección de Cristo, desde todo el Amor Primero que cada quien pueda percibir dentro de sí, en su mundo, cultura y realidad, es el comienzo de una nueva respiración, de una nueva mirada, de un reconocimiento más interhumano y comunitario.

ESPIRITUALIDAD CIUDADANA

Como Iglesia en Cali, con el respeto por otros credos y expresiones religiosas o meramente espirituales, me permito convocar a este ejercicio de espiritualidad ciudadana.

Es hacer un alto en el camino y orar unidos desde el dolor, la pérdida, los sentimientos de culpa, las equivocaciones; pero, sobre todo, del agradecimiento, la alegría, el amor, la alabanza, el canto, la danza, la escucha, los signos, las simbologías y rituales, las invocaciones al Espíritu, los gestos de compromiso y restauración.

Es vivir la fe al aire libre, entendiendo al territorio como templo de la vida, casa común, biosfera de sol, lluvia, viento, brisa, fuego y noche, tierra que nos recoge y nos guarda en su maternal seno, ciudad y pueblo de los que somos sus gentes, en los que nos pertenecemos mutuamente. Buscamos remedio a nuestros males. Y en tiempos de crisis y de emergencia, a los grandes males que siembran incertidumbre y miedos.

ORAR CON JESÚS Y CON MARÍA

Como creyentes en Cristo Jesús, oramos con el “Padre Nuestro”, su oración al Abbá, al Padre querido que ama a todos y no quiere que se pierda ninguno. Y Junto a Jesús oramos con la mujer que lo acogió en su seno como Madre y en su Hogar formado con José de Nazaret.

Nuestros ancestros indígenas, en los años de la conquista española, los Calima de las montañas del Queremal, nos sorprendieron con la tradición de Nuestra Señora de Los Remedios, imagen de María Madre, con su niño en los brazos, invocada como remedio en las pestes. Una invocación que recibieron de algún misionero y encontró allá, en los pliegues rocosos de una cascada, un religioso mercedario, de La Merced, que la hizo trasladar a la naciente Cali, hacia el año de 1580. Allí permanece hoy en día.

Puesta como Patrona de la iglesia en Cali y el Valle del Cauca, la honramos y veneramos como Madre de la Salud del mundo, que es Cristo Jesús, y Socorro de los pequeños y débiles.

SANACIÓN SOCIAL, CONYUGAL Y FAMILIAR

Del 13 al 20 de junio, en conmemoración de la fecha en que Cali fue elevada como Arquidiócesis por el Papa San Pablo VI, el 20 de junio de 1964, hacemos, cada año, desde 2014, la Semana Arquidiocesana, centrada en el compromiso con los enfermos y en la pastoral de la salud humana.
Invito a toda la feligresía eclesiástica y a todas las ciudadanías a acompañar a la Iglesia de Cali y del departamento, en esta semana, centrada en LA SANACIÓN DE LA VIDA CONYUGAL Y FAMILIAR, como lo pide el Papa Francisco para este mes de junio 2021.
Tendremos un momento central y colectivo, transmitido por medios y redes, el sábado 19 de junio, desde la Arena Cañaveralejo en Cali, de 4:00 a 6:00 p.m., con esposos y familias.
Confío en que cada parroquia honre, con sus esposos y familia, a María y José, primeros esposos en Cristo Jesús; y venere a La Virgen de Los Remedios, patrona y madre, especialmente de los enfermos que no cuentan en el sistema sanitario. Que oremos todos como ciudadanos del mundo por quienes aún padecen el covid-19 y por quienes los cuidan y sacrifican su salud en el servicio a la de los demás: personal médico, sanitario y cuidadores de los contagiados.

“MAGNÍFICAT”: ORACIÓN Y NUEVA PARROQUIA

El MAGNÍFICAT es la oración de María, enseñada en las montañas de Ain Karim, en Israel, en casa de una mujer, Isabel, cuya maternidad parecía imposible, siendo ya vieja, a quien María asistía con servicio voluntario. Que podamos orar con María, diciendo todos:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones:
Porque El Poderoso ha hecho obras grandes por mí.
Su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles, de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
Dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes y a los hartos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su Siervo, acordándose de su misericordia.
Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre”. Amén.

En homenaje al MAGNÍFICAT y a La Virgen de los Remedios, erijo la parroquia que llevará el nombre de esta oración de María, en el sector de La Portada del Mar, barrios de Terrón Colorado en Cali, desprendida de la parroquia de La Resurrección del Señor.

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI: “Alabanza a Dios y a la Virgen Madre”.

+Darío de Jesús Monsalve Mejía

Arzobispo de Cali

Santiago de Cali, junio 12 de 2021

CARTA PASTORAL DEL ARZOBISPO DE CALI, SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL Y LA SEMANA ARQUIDIOCESANA