Banalidad del mal

“La expresión famosa aumenta su validez cuando se avanza en que haya confusión y resignación frente a la maldad y sus daños socioeconómicos. ”

La expresión de Hanna Arendt a propósito del juicio a Eichman originó controversia, como ha sido apenas natural en referencia a la solución final, sobre la que ella añadió que fue una lección “ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes”. Quizás quiso confirmar la distancia entre la inteligencia, su lenguaje y la realidad, en ese caso respecto de la expresión posiblemente más extrema de maldad, el misterio mayor de la humanidad. Un testimonio al respecto dijo que “el poder genera el derecho”, otra comprobación concreta que libró de muchas ilusiones al enfrentar la explicación muy principal de muchos comportamientos personales y sociales.

La anotación de Arendt es pertinente a propósito de la recepción variada de la serie sobre Pablo Escobar; aparte de la conveniente discusión sobre aspectos del género o históricos, por ejemplo si es suficiente el énfasis en el negocio mismo y la complicidad sociopolítica, lo importante es lo que revela sobre la percepción del país de sí mismo y de lo que considera malo, y en últimas del daño como su acepción real, en lo cual el personaje, su negocio y su poder siguen siendo campo privilegiado de reflexión y experiencia.

Para algunos, la presentación del capo es ambigua, otros llegan a creer que exculpatoria y hasta exaltante, como fue y es en medios muy rudimentarios que benefició y otros no tanto que se beneficiaron.

Cuenta si esta aproximación al capo y su trayectoria encuentra certezas sobre lo que son el mal, el crimen, el delito, sus daños y sus motivos. Si esta sociedad y su opinión, que los han vivido tanto, en especial a cargo del tal negocio y sus agentes, tuviera tan deteriorada su conciencia pública que hubiera llegado a banalizarlos y lo siguiera haciendo, el diagnóstico sería de gravedad y la recuperación de pronto casi que imposible. No sería de asombrarse porque la mentalidad dominante ha logrado hacerlo con asuntos muy decisivos, y fue a eso a lo que Arendt apuntó. Si lo padecido por Colombia no representa reconocimiento, el sufrimiento añadiría la inutilidad a todo lo que ha costado.

La reflexión puede trasladarse al examen en curso de otra rama de violencia, la sociopolítica. Como es apenas normal, figura el narcotráfico en la negociación en cierne pues no faltaría más que un punto tan determinante si se ignorara en un careo al que hay que exigirle, entre otras cosas, ante todo el reconocimiento de su caracterización remota y próxima si se pretende ser definitivo, no como culminación -que es demasiado pedir-, sino en el sentido de una definición que detenga y revierta su dinámica.

La negociación y su resultado son episodios, muy importantes naturalmente, pero incomprensibles, intratables y de pronto infructuosos, a no ser como parte de lo que los condiciona, el mecanismo de la evolución nacional en el que es sustancial la inconciencia de sus males, muchos de ellos banalizados aposta.

http://m.eltiempo.com/opinion/columnistas/jorgerestrepo/banalidad-del-mal/12243122/1