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Caño Manso Curvaradó

Diez años después del desplazamiento, en la soledad 12 familias se enfrentan al paramilitarismo, a sus beneficiarios y la cadena de criminalidad


A la 1:00 p.m. del 5 de agosto con el leve viento sobre el rostro, después de 10 años de desplazamiento forzado, 12 familias regresaron a su terruño, la comunidad de Caño Manso sobre el río Curvaradó. Después de una larga jornada, con sus pocos enseres, sin ningún apoyo, como los olvidados de los tiempos, se encontraron en un caserío hecho una Hacienda. Los árboles fueron convertidos en estacas, las estacas en un portón, la vida de libertad fue encerrada. Todo tiene ahora otro paisaje y otro nombre. Ahora a su dueño no le llaman Comunidad, le dice “El Patrón”, ya no es Caño Manso sino Villa Alejandra I y Villa Alejandra II. Ya no existe el bosque natural en el que nacieron generaciones y generaciones, todo fue transformado en potrero, el “progreso” paramilitar, la extensión ganadera.

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Los integrantes del Consejo Comunitario al intentar ingresar a su tierra desposeída pasando por entre el cerco se encontraron con un llamado “José Luis”, administrador de la Hacienda. Uno de los cientos que tiene otro nombre para encubrir la ilegalidad, les impidió la entrada enfrentándose a Walberto Hoyos, Veedor Ciudadano, también originario de este lugar del Curvaradó, tal vez por eso fue objeto de un atentado en el 17 de septiembre en Belén de Bajirá. Y vino luego otro administrador, el llamado “Pablo”, este les amenazó diciendo: “cambuche que hagan cambuche que quemamos”.

Más de 4 horas fueron el signo de la constancia enfrentando el terror, la negación a permitir el regreso a su propia tierra. A las 5:30 p.m. de ese mismo día, Armando Gómez García, alias “El Secretario”, quien fue visto durante todo el 17 de septiembre conversando con el sicario que disparó a Wualberto y Miguel su hermano, les prohibió bañarse y lavar en las aguas del río Caño Manso, “hasta que el patrón diera la orden”. Intimidándolos les insistió a las familias que debían salir del lugar, y se dejaran de poner en problemas a sus hijos ni a ellos. “Si no acatan las órdenes del patrón, se pueden llevar a dos o tres y no respondemos”.

Ese día los administradores “Pablo”, “José Luis” y “El Secretario” permanecieron movilizándose entra la vía principal y la entrada principal de la Hacienda, mientras 30 trabajadores bajo sus órdenes se apostaron al lado y lado del camino, con machetes intimidaban el ingreso a los campesinos. “El Secretario” expresó: “no respondemos por ustedes si dan un paso adelante, las botas se les van a llenar de hormigas”, Pero la invocación a la muerte no fue suficiente, la vida es la tierra, los campesinos siguieron caminando en búsqueda de la tierra suya, de la propia, no era la tierra prometida, era la tierra por siempre heredada. Los trabajadores no actuaron se desmoronaron ante la tenacidad moral, guardaron silencio con sus machetes abajo. Era una expresión colectiva de indignidad que rompió la fuerza de la intimidación y de las armas, paso a paso llegaron hasta la antigua escuela, allí se instalaron. A su alrededor solo quedó un templo, deteriorado por el paso del tiempo y unas casas, todo lo demás había dejado de estar o de existir

Al día siguiente el 6 de agosto llegó “El tío” o también “Coronel Sánchez”, como se le conoce pues parece haber sido militar con las palabras del engaño se acercaron a los campesinos. Hablaron de leyes y derechos mientras acusaban a los propietarios originarios como “invasores” de la “propiedad” de un hombre que ni los abuelos de Caño Manso, nunca reconocieron, nunca vieron habitar y vivir allí. Hablaron de un Daniel Sánchez, y exhibían en medio de peroratas judiciales de un documento según el cual en el año 1992 había hecho la compra de esas tierras, que las había registrado en Carepa. Y los testaferros de la criminalidad expresaron que el derecho al retorno daba para ”cárcel” y “si pierden el pleito pasarán los días en el reposo”.

Ese mismo día “Pablo” hacia las 5:00 de la tarde, les manifestó a uno de los campesinos: “sálgase de ese grupo de gente porque puede tener problemas, esto es privado” y mostró de nuevo una falsa escritura

Alfonso Sayo, miembro de Caño Manso, quien está a punto de cumplir 40 años relata como llegó a la edad de 16 años, en el 97 llegaron los “compradores de la tierra” y le ofrecieron 150.000 por hectárea, de lo contrario “negociarían con la viuda”. Ante la presión recibió por 100 hectáreas, 15 millones de pesos, fueron a hacer papeles en Carepa y le manifestaron que “un padre Leonidas estaba al frente del negocio”, y después le transfirieron la propiedad a un señor Daniel Sánchez, bajo el argumento de que el verdadero dueño de esas tierras era René Palacios Caicedo.

Una misma historia los junta. A don Luis Pérez le “compraron” las tierras también en el año 1997. A las 10:00 de la mañana llegó un grupo armado y preguntó a él mismo por Luis Pérez, el dueño de esa parcela. El poblador respondió que: “Luis Pérez”, pero él no se encuentra aquí, salió temprano: “¿Demora?”, “le preguntaron” los armado, y él respondió que sí, “que se demoraba”. Y los armados expresaron: ¿Ustedes saben quienes somos? Los paracos, los mochacabezas”. ¿Conoce la guerrilla?, no la conozco, respondió, la he oído mentar. Traemos orden que a cualquiera que haya hecho trato con la guerrilla lo matemos. Dígale a su patrón que si le vendió una cabeza de ganado a la guerrilla lo matamos”. Y todos recuerdan como Antonio Cahavarría lo habían matado los paramilitares en diciembre de 1996 para apoderarse de sus tierras, en el kilómetro 10 de la vía a Riosucio, muy cerca de Caño Manso. No era necesario decir nada más, era solo recordar y por eso don LUIS se vio forzado a vender, pues los paramilitares además de la amenaza, le expresaron: “del ahogado el sombreo”, y luego era necesario huir.

Y se repite una y otra vez la historia. Ledis Tuirán, “La Morocha”, como le llaman con cariño, madre soltera cuenta como en el año 96 quisieron asesinar a su papá Maximino Antonio Tuirán. Los paramilitares lo esperaron en el río un grupo de paramilitares que venían de Riosucio, al observarlos logró subirse en un árbol y esconderse. Nunca vendió la tierra, se la ocuparon los “ganaderos”, y eso de la fuerza para vencer el miedo sus palabras enfrentan el terror. El miércoles 12 de septiembre estaba bajando los cocos que sus padres habían sembrado cuando ella tenía 12 años y “Molina”, otro de los administradores, les reclamó: por qué cogen los cocos?. Ledis les expresó: “porque nosotros los sembramos”, el le respondió: “ustedes están buscando problemas”. Ella manifestó: “mi mamá está viva, no le ha vendido a nadie”, y agregó: “desocupen la finca, saquen el ganado que está aquí”. Esta tierra no es de ellos.

En los negocios ilegales fundados con el terror hay un mismo modus operando. Aparecen los “paracos o mochacabezas”, intimidan, amenazan, desplazan, ofrecen dinero, coaccionan, amenazan. Luego llegan los comisionistas, aquí se trato de René Palacios Caicedo e Isaias Rodríguez.. y después las tierras pasan a propiedad de Sor Teresa Gómez o Teresa Castaño, de quién dicen es la viuda de Fidel Castaño Gil, y quién se encuentra comprometida en el crimen de Yolanda Izquierdo..

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Pero las operaciones criminales que han posibilitado la construcción de agroindustrias, las que sirven para el lavado de activos y el control contrainsurgente o control social se cierran con el repoblamiento o traslado de población. Los paramilitares luego del desplazamiento, la legalización de la tierra ocupan parte de las propiedades usurpadas con esos grupos humanos traídos de otras regiones del país, algunos familiares de paramilitares, otros son campesinos sin tierra funcionales a la estrategia paramilitar.

Como en otras regiones del país han constituido Cooperativas o Asociaciones campesinas con contratos de comodato para desarrollar proyectos productivos en tierras mal habidas. Allí han constituido la Asociación de Pequeños Productores de Belén de Bajirá, Asoprobeba, que posee un área de 1100 hectáreas, de las apropiadas ilegalmente a mestizos y afrodescendientes, su representante legal es Sor Teresa Gómez Alvarez. La familiar de los Castaño Gil entregó parcelas de 5 o 6 hectáreas a estos repobladores, las experiencias pretenden ser mostradas como experiencias demostrativas de reconciliación y han recibido el apoyo estatal de legitimación a su ocupación a través de Acción Social, en cabeza de Luis Mario Gaviria, al parecer hermano de José Obdulio Gaviria, Asesor Presidencial. El pasado 8 de junio en una reunión en Santa María La Antigua, Gaviria como representante de Acción Social, desconoció los derechos de los legítimos dueños del Territorio con la expresión de apoyo y respaldo a los repobladores.

Como parte del cordón de seguridad y de los agronegocios, a 20 minutos en vehículo de ese portón por la vía a Riosucio en Playa Roja y el 7 de agosto se replica el monocultivo de palma aceitera que invade otras áreas del territorio colectivo del Curvaradó. Las plantas fueron transplantadas del vivero que instalaron en Cetino, en la finca de la familia Rentería y son sembradas por una empresa llamada “Cultivos Recife S.A”. Se trata de un área sembrada en una extensión de entre 5.000 y 7.000 hectáreas que fueron apropiadas a los campesinos de esa zona mediante los mismos mecanismos que en otros lugares de la cuenca del Curvaradó. A Andrés Medrano le apropiaron 20 hectáreas, a Cristina Velásquez otras 20 hectáreas, a Fina Ledis Tuirán 8 hectáreas, a Guillermo García 30 hectáreas.

Por eso la decisión de regreso ha significado un gran escozor. Tanta valentía despertó las reacciones que no se han hecho esperar. Antes del atentado a los hermanos Hoyos en Belén de Bajirá, el 4 de septiembre a las 8:45 p.m., quemaron una de las casas que quedaban en pie en Caño Manso. Los paraempresarios quisieron impedir que fuera habitada por los campesinos.

Tres días después, a las 2:30 p.m. intentaron quemar la capilla Presbiteriana contigua a la escuela donde duermen los que regresaron. Cuatro personas, tres mujeres y un hombre decidieron montarse en la casa y desafiar con machetes a los administradores y trabajadores que roseaban gasolina a las paredes de madera de la vieja iglesia. Estaban tan resueltos a defender ese espacio sagrado a costa de su propia vida, los victimarios ante el valor civil de la gente se vieron amedrentados. Ese mismo día, el espacio sagrado fue habitado por varias familias para evitar que fuera profanado con el crimen.

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Como antes, a pesar de los cambios de la Brigada 17 a la Brigada 15, poco se ve que la seguridad “democrática” haya cambiado la práctica de las Fuerzas Militares, continúan conviviendo, cohonestando con las estructuras criminales. Los militares se acercaron las caballerizas, los establos, la casa de herramientas, la casa “lister” generador de energía, la casa grande de cemento y ladrillo de donde se mueven los personajes que encarnan el testaferrato y la criminalidad. Igual usan sus camperos, departen diariamente la vida.

Los estrechos lazos de amistad son inocultables. La presión ha hecho que los administradores vinculados a las estructuras paramilitares se abstengan de agredir a las familias que regresaron, para evitar que los militares queden como cómplices, pero ese intento de disimulo no es suficiente para ocultar. No han dejado de compartir en los establos, en los cigarrillos de tiempo en tiempo, en los extensos diálogos que sostienen cuando los administradores terminan cada día las faenas de la vaquería.

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Ellos, los verdaderos dueños de la tierra, se roban lo que les pertenece y violan, cual ladrones, el portón de madera asegurado con una cadena y un candado que los obliga a caminar por espacio de una hora hasta el alojamiento, por la imposibilidad de ingreso para los vehículos públicos que los transportan. La llave está en poder de uno de los administradores.

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Allá en el Curvaradó, en Caño Manso, las 12 familias son como la tribu de Israel, regresando a su identidad. En su regreso enfrentan las causas del exilio forzoso, las causas reales, que se encuentran detrás del poder social y militar que desde el 97 bajo la estrategia paramilitar de los Castaño Gil con la Brigada 17 han mantenido en la región en el silencio con un rostro de “progreso” y de “seguridad”. Allí en medio de un caserío convertido en la Hacienda están las raíces, la razón de existir, las palabras de la dignidad. Así se rompen los cercos de la ignominia, las Haciendas manchadas en sangre y terror, los rostros que hablan de la “paz” afinando la guerra y la impunidad.