Yolanda Cerón

Hoy hace 10 años Yolanda Cerón Delgado, defensora de derechos humanos y de derechos de los pueblos fue asesinada por paramilitares en el casco urbano de Tumaco


SIN OLVIDO

Memoria y Justicia

19 de septiembre 2001 19 de septiembre 2011

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Su historia es la pasionaria de comunidades negras, mestiza ennegrecida, es la de un cuerpo diminuto que trasciende por su alma, su pasión, sus sueños, que van más allá de la muerte. Optó desde siempre, desde esa raíz familiar, en las andaduras de la fe al estilo de Jesús, se hizo a la causa de los excluidos en la diócesis de Tumaco.

El mar, los ríos la llevaron siempre a los lugares donde el negro busca su libertad, afirma su dignidad, en tierras de los consejos comunitarios del bajo Mira llevó la construcción de la paz con justicia. Llegó a los rincones apetecidos por el mercado mundial, a los lugares donde la palma aceitera ha pretendido ser una idea de “progreso”. En desarrollo de la fase de arrasamiento paramilitar de los 90, ella se hizo al lado de la vida, enfrentó con profundo valor evangélico a las estructuras de poder de militares y policías, tolerantes, complices, corresponsables de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas, desplazamiento, apropiación de tierras. Esa afirmación profética escrita en denuncias, manifestada en los consejos de seguridad ante los victimarios, construida con la piel de los afros le costó la muerte violenta.

Su voz mujer, su voz de cristiana, su voz de libertades, su voz memoria africana se elevó allá en Tumaco y más allá de todas las fronteras. No se guardó nada para sí, no se calló, no aplacó la pasión por la verdad que le hizo libre al estilo de Jesús, no se dejó intimidar por esos poderes patriarcales y marciales. La verdad, de la de las víctimas, el dolor de las víctimas, la indignación ante la injusticia le pudo más que el miedo.

Los actores intelectuales y los beneficiarios de su asesinato están libres, llevan nuevos soles en sus uniformes, otros han acumulado más riqueza, ellos no le perdonaron tanto valor y decidieron asesinarla al regresar de una gira en Alemania, la verdad les desmoronó su encubrimiento. Ellos planearon asesinarla al terminar su rutina cotidiana, la de escuchar, la de escribir, la de pensar y la de actuar. Por eso, la esperaron al salir de su oficina de pastoral social, contigua a la catedral, salía de redactar palabras proféticas.

Las artificiosas investigaciones sobre los responsables adelantadas por la Fiscalía, a toda costa han evitado llegar hasta la estructura institucional de la fuerza pública de ese entonces. Paramilitares como Pablo Sevillano que reconoció su responsabilidad en la ejecución del crimen estuvo preso en Colombia hasta que fue extraditado a los Estados Unidos. Sevillano sin ser extraditado protegió los nombres de los actores intelectuales, aumentando así el profundo abismo de la impunidad, hoy esta a pocos meses de volver a Colombia, con la verdad en cabeza, en su alma. A eso le llaman justicia

Recientemente, la Fiscalía trasladó el proceso de la justicia ordinaria a los procesos de la mal llamada ley para ‘la justicia y la paz” o ley 975. Los paramilitares sostienen como justificación del crimen, diciendo que lo hicieron, en su perversa lógica, contra toda evidencia y faltando a la verdad, porque Yolanda, era guerrillera del Ejército de Liberación Nacional, ELN. La misma falsa información de los organismos de inteligencia del Estado, la falsa justificación para destruir con la violencia y el terror la solidaridad y los sueños del pueblo negro.

Diez años y aún no hay ninguna esperanza que cese la impunidad jurídica, su nombre, su memoria, su historia es parte de la historia de las luchas solidarias con las comunidades negras del pacífico.

Días antes de su asesinato la pequeñina de alma grande se acercó a nuestra Comisión de Justicia y Paz, con decenas de violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad documentados, con el alma entrecortada reflejada en sus ojos, anhelaba la justicia, el cese de la violencia contra las comunidades negras.

Hoy Yolanda sigue en la memoria colectiva, a veces temerosa de decirse, a veces conservada en el silencio, pues el terror del Estado sigue matando con balas, con hambre, con acusaciones falsas, con desplazamiento, con fumigaciones; los sueños de Yolanda siguen allí vivos en medio del conflicto armado interno el que se desata en Nariño, donde las víctimas siguen siendo los civiles, aquellos que hoy 10 años después continúan habitando los territorios que Yolanda conoció.

Allí cuando parece que no hay esperanza, Yolanda esta allí, porque su historia es esperanza, es profeta del por venir, de nuestra propia esperanza.

Bogotá, D.C. 19 de septiembre de 2010

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz