Prosperidad democrática: ¿espejismo o realidad?

El presidente Santos ha colocado todo su capital político en la apuesta por la prosperidad democrática.


Si le va bien, mejorará la situación del país, en especial de los más desfavorecidos. Pero si no, dejará la puerta abierta para que la oposición, en cabeza del ex presidente Uribe o del Polo Democrático Alternativo —reencauchado sin Petro— tenga una opción real de poder en cuatro años. Es muy temprano para saberlo. Existen, no obstante, indicios y condiciones estructurales que permiten esperar más la segunda alternativa que la primera.

El delfín Santos le apostó a la lucha contra la pobreza, no contra la guerrilla como su antecesor. Estima que la hora del crecimiento y de la redistribución económica ha llegado. De cumplir con sus promesas de bajar a un dígito el desempleo; de crear dos millones y medio de empleos adicionales; de construir un millón de viviendas nuevas; de dar a cada estudiante un computador; de convertir a los campesinos en empresarios; o de destinar diez por ciento de las regalías a ciencia y tecnología, habrá combatido eficazmente la pobreza y la indigencia. Cómo logrará tanta belleza en un contexto económico adverso, no está claro. Su estrategia apunta a la obtención de riqueza minera, a la reactivación del campo, a la innovación, la vivienda y la infraestructura. Previa una reforma constitucional a las regalías, el actual presidente se ha comprometido a sacar adelante la Ley de Ordenamiento Territorial, sueño del maestro Orlando Fals Borda. El cumplimiento de los anhelos de justicia social y reconocimiento cultural de las regiones se refuerza con la creación de un Fondo de Compensación Territorial para superar la inequidad en el reparto de los recursos del país, en particular con respecto a regiones como el Pacífico, Nariño o los departamentos de la Costa Atlántica.

Una gran incógnita ronda la cabeza de muchos. ¿Será que el momento de la prosperidad, en efecto, ha llegado? O, por el contrario, ¿será que el Gobierno piensa simplemente con el deseo? La duda se funda en la convicción de que las ilusiones de bienestar se disuelven con rapidez ante la tozuda realidad de las contraprestaciones políticas y la dependencia internacional: con tristeza se ha recibido la ratificación de personas cuestionadas del gobierno anterior en entidades tan importantes como el Sena o el DAS. El olvido culposo —al igual que la ignorancia— es un monstruo grande que pisa fuerte.

Es improbable, aunque posible, que ya en el poder el mandatario se deshaga de sus métodos de juego para acceder y mantener el poder. Santos es conocido por ser un jugador sin escrúpulos. Muestra de ello fueron el bombardeo en Angostura, el uso ilegal del símbolo de la Cruz Roja o el empleo del computador de Reyes en contra de personas en la oposición, a pesar de conocer las denuncias sobre una posible manipulación de éste, lo que la Interpol en su momento no descartó y que parece confirmarse en los estrados judiciales. ¿Será que el presidente Santos, ya gozando de las mieles del poder, renuncia al uso de “métodos non santos” para lograr sus fines políticos? Tendremos que esperar que enfrente los primeros tropiezos para saberlo. Difícilmente podrá exculpar el incumplimiento de sus promesas en caso de darse, más aún cuando goza de niveles de gobernabilidad que envidiaría cualquier presidente. Sólo el paso inexorable del tiempo nos revelará qué tanto la prosperidad democrática es una realidad o una ilusión.

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Rodolfo Arango