Pronunciamiento a la opinión pública nacional e internacional de la Diócesis de Tumaco en ocasión del día internacional de los derechos humanos

Cuando visitamos a las comunidades de la Costa Pacífica Nariñense, el común denominador en las personas, al igual que en muchas organizaciones, es el miedo, el estado de ánimo deprimido, el cansancio por tanto sufrimiento, el desgaste, la incertidumbre y la desesperación. ¿Hasta cuándo ésta sensación de impotencia? Y uno se pregunta: ¿Qué más podemos decir y hacer para que la situación cambie?


Antes, por el abandono tradicional del Estado, los jóvenes eran enviados temporalmente de sus territorios para buscar mejor estudio, pero sus familiares se quedaban. Ahora en cambio, familias enteras son arrancadas de sus tierras con raíz y todo, porque no ven futuro, porque se les amenaza y extorsiona, porque se les despoja hasta del pan coger por la fumigación aérea, se les señala o asesina, se les recluta a sus hijos para la guerra; no hay ni trabajo ni tranquilidad.
Muchas comunidades se desintegran. Nuestra Costa Pacífica Nariñense se está desangrando. Y no es porque seamos cobardes – es demasiado ya el atropello.

En este año 2010 sufrimos:

 hasta finales de octubre 203 homicidios en el municipio de Tumaco, lo que significa una leve reducción frente al año 2009. Sin embargo, en otros municipios de la Costa Pacífica Nariñense, la violencia se ha agudizado: En El Charco, de apenas 26.000 habitantes, entre septiembre y mediados de noviembre fueron asesinadas por lo menos 14 personas. En Barbacoas, en el mes de octubre, se cometieron 3 masacres con 18 víctimas.

 Diferentes grupos armados ilegales realizaron atentados con bombas en Barbacoas, Roberto Payán, El Charco, ciudad de Tumaco y Llorente, dejando sobre todo víctimas civiles.

 Se multiplicaron los grupos armados o bandas en los barrios de los municipios. Las integran principalmente jóvenes, reclutados a la fuerza y bajo amenazas.

 De los 15 desplazamientos masivos que fueron causados en el Departamento de Nariño, 14 afectaron comunidades de la Costa Pacífica Nariñense.

 73 personas han acudido a nuestras parroquias para comunicar que han tenido que salir amenazadas de Tumaco, entre ellas varios docentes, sindicalistas y líderes de procesos comunitarios. Pero son muchísimas más las que huyen sin decir nada a nadie, maniatadas por el miedo y las amenazas de muerte. ¿Dónde encontrar protección, si las mismas autoridades salen salpicadas e involucradas, como en el caso de los seis miembros de la Marina capturados en octubre, acusados de apoyo a grupos paramilitares?

 La Fuerza Pública fue incrementada en el Departamento de Nariño de 6.000 a 14.000 unidades. Sin embargo, ya casi no hay río o comunidad que no tenga un “dueño” armado ilegal, quien vigila, controla e impone su propia ley.

 En los últimos meses, la zona rural de la Diócesis de Tumaco fue fumigada más de una vez con químicos que están afectando la salud humana y todo el ecosistema. Desde octubre del 2009 hasta marzo del 2010 las comunidades presentaron 2.200 reclamos por pérdida de cultivos de pan coger, más del triple de los del año 2008.

 El Gobierno ha otorgado una serie de concesiones para la explotación minera, pero muy poco sabemos al respecto y pueden afectar gravemente a la comunidad.

Lo que aquí resaltamos es apenas parte de lo que está sucediendo:
Es preocupante, que los datos oficiales son escasos y no reflejan la gravedad de la situación. Existe un subregistro evidente que revela una tendencia a maquillar la problemática, más aún en Tumaco, que está siendo proyectada como zona turística.

También es duro ver cuando la misma gente se calla, sufre sola y la confianza mutua se está acabando, a pesar de que como afros por lo general somos alegres y comunicativos. Lo cierto es que nos están desangrando gota a gota. ¿Cuánto tiempo más aguantaremos?

Sin embargo: A pesar de tanta carga impuesta por el conflicto social y armado que nos toca enfrentar desde hace ya 10 años largos, sorprende cuántas mujeres, cuántos hombres, jóvenes, niños y niñas afro, indígenas y mestizas resisten a la cultura de la muerte y del desprecio a la dignidad humana, sobreviven en los ríos, comienzan siempre de nuevo, luchan por sacar su familia adelante, buscan alternativas para construir vida y alegría.

Aquí se revela la fortaleza de una población con experiencia centenaria de sobrevivir. En ocasiones, en medio del miedo y de la ley del silencio, comunidades enteras han salido a la calle para defender la vida y el derecho de las personas, como sucedió hace poco en Bocas de Satinga, El Charco, Barbacoas y Tumaco: La Costa Pacífica Nariñense está intimidada y deprimida, pero no se resigna a vivir en esta violencia y se manifiesta, aunque sus protestas no tengan eco en la palestra nacional.
En este Día Internacional de los Derechos Humanos llamamos a la misma comunidad a que no nos quedemos callados, que nos expresemos, que nos apoyemos entre familiares, vecinos y compañeros de trabajo. El callar no nos ha evitado el sufrimiento, al contrario, lo ha aumentado.
Al Estado le exhortamos que asuma su función de garantizar nuestros derechos humanos que fueron aprobados por la ONU, fueron ratificados por Colombia, pero en este territorio, a los 62 años después, todavía estamos a la espera de su cumplimiento, empezando por el derecho más básico como es el derecho a la vida, pero igualmente de los derechos económicos, sociales y culturales o de los derechos colectivos que tenemos como pueblos afro, indígenas y mestizos.

Tumaco, 10 de diciembre 2010