JOSE EDUARDO UMAÑA MENDOZA

Abogado de Derechos de los Pueblos

18 de abril de 1998-18 de abril de 2008

Memoria y Justicia

10 años


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Foto tomada de Las Altisonancias del Silencio

Memoria y Justicia

10 años

“Los Derechos de los Pueblos, los Derechos humanos son una lucha de soledades que se encuentran” Eduardo Umaña Mendoza

Un sábado 18 de abril, antes del medio día, en su apartamento lugar habitado por la búsqueda insaciable de la justicia, espacio pequeño que albergó grandes ideales, en que se dispersaron humaredas de cigarrillo para apaciguar la ansiedad, en que se esparció el aroma del café por todo rincón, en ese nicho de acogida, en donde el llanto de los excluidos encontraba reposo, los perseguidos judicialmente encontraban esperanzas, y las víctimas de Crímenes de Estado una mano amiga, en ese recinto fue asesinado JOSE EDUARDO UMAÑA.

Su opción por la vida, justicia real como democracia plena, derechos de los pueblos como concreción de los derechos humanos, lo llevó a asumir la posibilidad de saberse cierto de la tortura, la desaparición forzosa o de su asesinato del Estado. Semana antes en la misma habitación en donde despachaba, conociendo de las amenazas de muerte recibidas en las que se encontraban involucrados altos militares de la Brigada XX, sectores de seguridad de ECOPETROL expresó a unos amigos, 15 días antes de su asesinato: “si pasó de mayo, este año sobrevivo”, allí mismo expresó: “si vienen por mi, yo no me voy a dejar llevar… voy a estar aquí, voy a resistir, no me voy a doblegar”, “yo no les soy útil si me matan, ellos quieren llevarme, pero yo no me dejo llevar”.

Sus victimarios desarrollaron una acción encubierta dirigida desde una Brigada militar, la que nunca fue investigada como ocurre con la casi totalidad de estos magnicidios, dos hombres y una mujer haciéndose pasar por periodistas ingresaron por la portería del conjunto residencial en Nicolás de Federman. Luego tocaron a la puerta, encerraron a la asistente de Eduardo, una estudiante de comunicación social de la Universidad Javeriana, en el cuarto que había sido de su hijo Camilo Eduardo.

Eduardo hombre de palabra, de una sola pieza, reflejó sus convicciones hasta el último minuto de su vida, no se dejó llevar de sus victimarios, estos lo presionaron lo intentaron llevar, pero él no se dejó, tuvieron que dispararle, una, dos y tres veces.

Eduardo fue asesinado en el apartamento donde asumió la soledad profunda, donde la compartió con Patricia, su esposa y Camilo su hijo, en donde experimentó la fragilidad absoluta, el cansancio del alma, la angustia permanente, las noches insomnio, los sueños hechos trizas, donde revivió el deseo; donde disfrutó el calor del amor, donde desahogo en llanto, donde se fundió en El Necio de Rodríguez, en el Quijote de Sancho, en Moskuri o Bethoven o en Mozart, allí murió en donde su intimidad se hizo pública, social, política, popular.

La primera orientación de la investigación permitió evidenciar el papel desempeñado por los miembros de las fuerzas armadas y del Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, de la Fiscalía la que se fue diluyendo en medio de un montaje procesal con un falso “testimonio espontáneo” de un detenido de la prisión de Guaduas que dijo conocer los asesinos de José Eduardo Umaña Mendoza. Así, como sucede en la economía procesal, de lo que es el ente de impunidad en Colombia, basado en un testimonio único recurso válido para determinadas investigaciones en que el Estado sale protegido, desconociendo los antecedentes, el contexto, la sana crítica la investigación judicial descartó otras hipótesis, lavó el rostro estatal y transfirió la responsabilidad en 5 acusados, los que posteriormente fueron absueltos.

De los que ordenaron el crimen, ocultos bajo la Brigada XX, la cual fue luego desmembrada por orden presidencial y diseminada en otras estructuras armadas nada se investigó. Uno de los militares logró ascender hasta llegar al máximo cargo dentro de la jerarquía castrense, sus “buenos oficios” fueron premiados con el servicio diplomático, oficia como docente en centros castrenses, cuando no es asesor de seguridad privada.

El intento de varias personas cercanas a la vida de Eduardo de ser parte civil como actor popular fue negado por la Fiscalía General de la Nación.

10 años después del magnicidio la Fiscalía ha respondido respecto a un derecho de petición que “la investigación iniciada por el homicidio del señor Eduardo Umaña Mendoza, se adelantó en esa Unidad”. Es decir, sugiriendo que la investigación fue cerrada, o en otras palabras sepultada en la impunidad, negándose en el escrito a precisar cuál fue la hipótesis de la investigación, los posibles vinculados, la participación o no de agentes del Estado. Las respuestas amplias, ambiguas y los procedimiento han agotado el proceso penal, es un ritual tendiente a expresar que se ha investigado para absolver a los responsables, si alguna vez estos son investigados, para condenar a algún inocente de modo que se expresó que no hay impunidad.

A esta respuesta que refleja la enfermedad visceral que padece la investigación penal en Colombia, denunciada por Eduardo en el interior de sus defensas, de sus partes civiles, en sus conferencias, en sus análisis, en los que exigía obrar en verdad y en justicia, y no en corrupción y en contraposición con las mismas reglas de juego y de fondo que ellos mismos había configurado para respetar, el organismo de control. El crimen de Eduardo es hoy víctima de ese mismo sistema penal convertido en ente de la impunidad o en mecanismo de persecución contra los empobrecidos organizados, contra los que luchan.

Hoy 10 años después a la pregunta por la vinculación de algún agente estatal en alguna investigación por la participación en el Crimen de Eduardo Umaña, la Procuraduría General de la Nación respondió expresando: “no se encontró registro al respecto; salvo por el módulo de asunto el expediente 25-57594/01 el cual no refiere al asunto en concreto pero puede guardar alguna relación, por ello y para su verificación le adjunto reporte de trámite histórico”. Es decir, como lo expresara coloquialmente Eduardo: “ni chicha, ni limonada”. Si pero no, y si quiere saber algo más, dice la Procuraduría, precise datos para ver si es posible dar información específica sobre el crimen.

Qué vergüenza ajena, pues no tienen la propia. Eduardo como los millares de millares de Crímenes del Terrorismo de Estado se encuentra sepultado en la impunidad, es y ha sido la memoria colectiva la que permanentemente le exhuma, lo sustrae de los anaqueles de la fiscalía General de la Nación en donde su nombre y su quehacer es mancillado, en donde la verdad es la mentira y la memoria el olvido. Sus palabras, su análisis, su exigencia de obrar en coherencia a los fiscales y jueces con rostro de justicia, testaferros del establecimiento es patente, es latente, es una apelación constante, permanente incluso hoy en el propio proceso judicial que le ha sepultado en la noche y la niebla procedimental de la oficiosa investigación. Sus apelaciones a la organización del pueblo, de los trabajadores, de los estudiantes, es permanente, es vigente en los tiempos en que el Estado es comunitario, en que la fuerza es la razón masiva, y la sin razón es el fondo de la humanidad, de la convivencia.

Hoy en la pacificación del país cuando la sociedad está uribizada, expresión suma de los valores del establecimiento, del poder de los ricos así sean mafiosos, donde el dinero compra testigos, donde la mendicancia es la actitud de muchos excluidos, donde el poder instituido está manchado en sangre y corrupción, donde se llama paz a la cualificación de la guerra, cuando se habla de libertad donde la esclavitud es la virtud de los presentes, cuando la soberanía es ocupación de las mentes y de los cuerpos, y de los territorios, cuando el crimen es el valor del Estado de Derecho, cuando esto ha ocurrido como lo decía Eduardo se hace necesaria la vida por algo, la justicia y la democracia real. “Se hace necesario por lo menos hablar de la humanización de la guerra, para que la paz de mentiras se derrumbe, para superar esta pantomima de sobrevivencia cómplice y pueda hablarse con dignidad, con la voz y las manos de todos, de la humanización de la vida”.

Por que hoy cuando la vida es la muerte, cuando la muerte en vida es la sobrevivencia, el patíbulo es el olvido, lo primero debe ser la Vida y esa Vida se encuentra en la memoria “porque si la vida no se entrega por algo, uno acaba dándola por nada” , Eduardo.

Bogotá, D.C. Abril 18 de 2008

COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ