Acuerdo de paz

Estado general de la implementación del Acuerdo de Paz en claroscuro

La publicación del Estado general de la implementación del Acuerdo de paz. En claroscuro representa un nuevo esfuerzo que el componente CSIVI-FARC y el Centro de Pensamiento y Diálogo Político ofrecen a la opinión pública, con el objetivo de contribuir a una comprensión más compleja del proceso de implementación del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, celebrado entre el Gobierno de Colombia y la guerilla de las FARC-EP el 24 de noviembre de 2016. 

La publicación ofrece un visión con la que se pretende además ampliar las perspectivas de análisis elaboradas por numerosas instituciones y organizaciones que hacen seguimiento a la implementación; se inscribe en ese sentido dentro de los múltiples propósitos encauzados a fortalecer la aún insuficiente pedagogía de construcción de la paz, en cuanto empresa colectiva y bien común de la sociedad colombiana. 

El trabajo que aquí se presenta descansa sobre una premisa: Pese a los incontables esfuerzos de sectores retrógrados -que hicieron del conflicto social y armado y particularmente de la confrontación bélica una forma de la reproducción del orden social vigente- por obstruir y desfigurar la implementación del Acuerdo de paz, el proceso continúa su curso, se encuentra en intensa disputa y sus contornos no se están cerrados. No sólo por su horizonte temporal, que indica que apenas se han recorrido más de tres años desde la firma del Acuerdo, y pese a experiencias internacionales que señalan que lo que no se logra en los primeros años, posteriormente es de muy difícil realización. Sobre todo, porque se ha puesto en evidencia lo que ya era previsible.  

El Acuerdo de paz trasciende la implementación de un texto y ha devenido en impronta de la trayectoria del proceso político en general, y de las luchas sociales y populares en particular. El paro nacional del 21 de noviembre y la subsiguiente movilización de muy amplios sectores de la sociedad, que está llamada a persistir, indican que se está en presencia de una creciente aprehensión social, especialmente dentro de la juventud, del noble propósito de construcción de la paz completa, lo cual incluye la implementación del Acuerdo y la tozuda búsqueda de una solución política con quienes aún se encuentran alzados en armas. 

Desde luego que también hace parte de esa disputa el entendimiento de la paz: Paz pacificadora, pretendida por quienes quieren que las cosas cambien para que todo siga igual; o paz con reformas democráticas hacia transformaciones socieconómicas y políticas más profundas, atendiendo el sentido y los contenidos de lo acordado en La Habana. Del claroscuro se dice que es el “contraste de luces y sombras” o la “técnica pictórica que consiste en disponer de manera adecuada las luces y las sombras en un dibujo o pintura, generalmente para proporcionarle mayor expresividad”. Esa idea de tonalidad diversa y en contraste es la que se le ha pretendido dar a la elaboración colectiva que aquí se pone a consideración, con la aspiración de aproximar una figuración lo más ajustada posible a la realidad.  

Con base también en otra premisa que acompaña este trabajo: Analizar, reflexionar y actuar exige un reconocimiento de la realidad tal y como ella se constituye y se revela; así el deseo o incluso intereses particulares lleven a querer presentarla de otra manera. Solo así es posible delinear con mayor certeza el estado de cosas que busca ser transformado. Para el caso de este trabajo, los resultados que aquí se exponen descansan sobre el propósito de formular un estado general de la implementación del Acuerdo de paz, visto de conjunto, pero con énfasis en cada uno de sus componentes, a partir de un ejercicio circunscrito al contraste del texto de La Habana, con lo que se ha cumplido, lo que se ha incumplido y la política del gobierno de Duque, teniendo en cuenta además perspectivas y propuestas en curso. 

Esa estructura se aprecia en los diez capítulos que conforman la obra, con la excepción del primero en el que se ha querido proponer una valoración de los rasgos de la acción estatal y gubernamental, hasta ahora relativamente desatendida en los estudios que se han publicado sobre el proceso implementación del Acuerdo. El esfuerzo pedagógico de “claroscuro” contenido en el libro, puede parecer atrapado por momentos y en pasajes por la inevitable simplificación. A lo cual se agrega, que escapa a los propósitos de tal esfuerzo la consideración de las condiciones de contexto, que no son otras que los conflictos y contradicciones de naturaleza socieconómica, política y cultural y sobre todo las luchas que se encuentran en la trasescena, en ocasiones, o en la contienda abierta, en otras. 

La publicación sale a la luz pública en un momento en el que se asiste a un verdadero baño de sangre. Las estadísticas de los asesinatos de líderes y lideresas sociales, de firmantes del Acuerdo de paz, todos ellos y ellas, hombres y mujeres humildes de las gentes del común, varían a diario, consolidando una tendencia a la normalización en la vida cotidiana de una práctica, que además de merecer toda condena y repudio, representa la continuidad y extensión del ejercicio estructural de la violencia, que históricamente ha servido de sustento a la reproducción del régimen de dominación de clase existente en el país, más allá de la identificación o no de las autorías directas. La acción gubernamental ha demostrado, además de indolencia, ineficacia, derivada en buena medida de su particular comprensión de la seguridad, de su reducción de la explicación del problema a la persistencia de la disputa por los recursos provenientes de la economías ilegales, y de su insistencia en negar cualquier sistematicidad.

En La Habana se concibió un verdadero sistema integral de garantías de seguridad, pues se preveía -siguiendo la tendencia histórica- que tras la firma del Acuerdo, se podría desatar una matanza graneada, tal y como se está viviendo. Por eso resulta inaceptable desde todo punto de vista, que a más de tres años de la implementación se tenga que reclamar la puesta en marcha del señalado sistema integral por parte del Gobierno de Duque, más aún si se considera que existe ya un marco normativo relativamente robusto (aunque incompleto) heredado de la “fase temprana” de la implementación, que precisa ser traducido a política pública y a medidas y acciones concretas. 

En ese aspecto, le responsabilidad del Estado y específicamente del gobierno actual es inobjetable, pues a la obligación constitucional de garantizar el derecho a la vida, se le agrega el incumplimiento del Acuerdo, desatendiendo un conjunto de herramientas para enfrentar los problemas de seguridad. En su lugar, se ha optado por un camino que viene demostrando fracaso y ausencia de reconocimiento de los aportes del Acuerdo de La Habana en el propósito de instalar y desarrollar un nuevo concepto de seguridad (humana e integral), y de proveer condiciones para la avanzar hacia superación definitiva de la violencia, las cuales no son otras que las derivadas de la implementación integral de todos los puntos del Acuerdo. Quebrar de manera definitiva en ciclo de violencia política, continúa siendo una tarea pospuesta.

 Finalmente, el libro Estado general de la implementación del Acuerdo de paz. En claroscuro, a partir del análisis de lo recorrido de la implementación, busca llamar la atención sobre la situación crítica del proceso, particularmente de la simulación y la tendencia a la consumación de la perf idia que le está imprimiento durante el gobierno de Duque. Y desde luego, sobre la necesidad de superar esa situación. Entre tanto, se trata de una aspiración de la sociedad colombiana en movilización y movimiento.

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