Causa subversiva

A pesar de que fue desmentida de manera rotunda, no se equivocó una nota confidencial de la revista Semana que reveló que Álvaro Uribe andaba buscando financiación “entre empresarios” para fortalecer una agrupación que “defenderá” de la Justicia a altos funcionarios suyos.


Según la revista, “el proyecto ha contado con la estrecha colaboración… de Carlos Gustavo Arrieta” (entre otros). Éste negó ser miembro de la denominada Causa Justa, nombre con el que se cubre de nobleza la intención de subvertir el orden jurídico de igualdad ante la ley para sustituirlo por el reino de la impunidad permanente para los socios de la célula, y de condena eterna para quienes se atrevan a investigarlos. El ex candidato a Fiscal no mintió, porque no aceptó la dirección formal del nuevo grupo de autodefensa que un ex ministro del gobierno pasado le ofreció, de acuerdo con el relato de un testigo de excepción. Pero tampoco contó toda la verdad. ¿Cuánto apoyo profesional ha tenido que constatar el ultrauribismo de él para que supusiera que podía ser su representante legal?

El confidencial era escandaloso, porque en ese momento Arrieta aspiraba a ser elegido Fiscal, lo cual encerraba una contradicción pragmática y una esencial. La primera era que él esperara ser seleccionado por la Corte Suprema, parte de cuyos magistrados ha sido blanco del organismo que el aspirante habría podido presidir. La segunda, lucía más delicada: si Arrieta hubiera sido elegido Fiscal, habría estado impedido para asumir las investigaciones contra el clan, precisamente las que Causa Inicua busca que le archiven. Casi nada. Pero, ¿el recién elegido hubiera declarado su inhabilidad? Tal vez no. Lo que pretendía ese núcleo tan cercano a él era coronar la Fiscalía. ¿No fue eso, pues, lo que luchó Uribe? Faltaba más que fuera a perder la joya después de conquistada, por pequeñeces como ésa. Lo único que hubiera ocurrido, habría sido la desactivación de Causa Injusta. ¿Qué necesidad tendrían ya de una organización parajudicial? Lamento, de veras, que Carlos Gustavo Arrieta, de quien tenía buen concepto, se hubiera prestado para la pantomima. Él tiene derecho a tomar la ruta política que quiera, aun si prefiere compañías tan sospechosas. Pero, en esa condición, no podía estar en la terna. Le saldrá caro. En términos de prestigio, se entiende, porque en materia económica, probablemente le irá mucho mejor.

Entre paréntesis I. Daniel Samper Ospina anunció su decisión de colaborar con los paupérrimos indiciados de Causa Subversiva. Lo acompaño. Las víctimas de las inundaciones tendrán que esperar por las donaciones con los pies metidos entre el barro, porque a la Fundación de Uribistas Enredados le está llegando el agua al cuello. Lo primero es lo primero. El aporte de cinco brazaletes electrónicos que entregará Samper es escaso. Así que contribuiré con otras 10 manillas a las que se incorpora un GPS especializado que dispara un coro de aleluyas cuando el reo pise tierra de refugio en Perú, México, Honduras o, de nuevo, Panamá.

Entre paréntesis II. Se necesita no conocer la conducta impecable de Ramiro Bejarano para creer que podría usar las triquiñuelas inventadas por quienes gobernaron estos años. Los viudos del poder están tan acobardados ante la posibilidad de que una Fiscalía remozada les impute los delitos que cometieron, que están preparando la huida. Y para encubrirla, envenenan la pluma que otros les prestan con el fin de injuriar a la nueva Fiscal (condenada ya por presunción), a los jueces independientes y a los demócratas que defienden la Constitución.

Cecilia Orozco Tascón