Perros inflados y perros de hierro

El ex presidente Uribe finalmente se desinfló; los resultados electorales así lo demuestran.


El ex presidente Uribe finalmente se desinfló; los resultados electorales así lo demuestran.

El ex presidente Uribe resultó ser un perro inflado. El término no es insultante, ni tiene que ver con la vida de los canes. El término “perro inflado” se usa para referirse a dar a lo que se dice o a lo que se hace proporciones exageradas. Esa expresión se la oí a una amiga venezolana, mucho antes de la existencia de Chávez, para que no haya suspicacias. Un perro inflado, cuando se refiere a personas, puede ser inflado por sí mismo o inflado por otros. Uribe se hizo, por él mismo o por lo que sus áulicos soplaban, una imagen de grandeza y de omnipotencia insostenibles.

Todos, amigos y no amigos, en la época de su presidencia, temían, esperaban o ansiaban que el desgaste de Uribe se produjera. Lo curioso y sorprendente fue el alto nivel de popularidad que mantuvo en ocho años de gobierno y lo hipnotizados que tuvo a los colombianos. Tan notable era el fenómeno que se tuvo que usar un nuevo concepto político: el teflón de Uribe, pues nada se le pegaba. Y, en sus larguísimos ocho años de gobierno, se dieron escándalos de todo tipo.

Las desviaciones y el malfacer de sus funcionarios fueron expuestos en la palestra. Se denunciaron la compra de votos del legislativo, las ‘chuzadas’, los supuestos negocios de sus parientes, los ‘falsos positivos’, las oscuras visitas a Palacio de conocidos delincuentes o sospechosos de serlo. Conocidas fueron las rabietas presidenciales, sus insultos de grueso calibre, la desautorización pública de sus funcionarios, la pelea verbal con los mandatarios de países vecinos, el menosprecio verbal y escrito de algunas ONG, especialmente a las dedicadas a la defensa de los derechos humanos. El mundo y algunos colombianos, que no nos congraciamos con la arbitrariedad y el abuso, nos aterrábamos con estos escándalos y exabruptos. La popularidad de Uribe era poco explicable con los instrumentos ordinarios de análisis. La autoridad de Uribe, basada en el aplauso público, daba tonos de legitimidad a lo que era francamente ilegítimo. Fueron ocho años de la dictadura de la imagen, alimentada por la arrogancia del que la ejerció y exacerbada por los seguidores encargados de agitar el fuelle.

Pero todo perro que se infla, finalmente, se desinfla y eso le pasó al ex mandatario. Ello es palpable no solo por las encuestas de popularidad, que lo bajaron del 70 a algo cercano al 50 por ciento, sino por los resultados electorales. Bajo la falsa ilusión de que la popularidad y los votos son transferibles, el ex presidente se abrazó a varios candidatos a alcaldes y gobernadores. El abrazo fue tan fuerte, tan de oso, que no solo no sirvió para subirlos, sino que en varios casos es evidente que fue un factor determinante para hundirlos.

Caso patético el de Peñalosa, quien, con sus desastrosos olfatos y razonamientos políticos, se pasó por la faja a una gran parte de su Partido Verde y se abrazó con el ex presidente, sin darse cuenta de su condición de perro inflado. Ello sirvió para que Mockus le retirara sus afectos, se uniera con Gina y creara la división necesaria entre los votantes conformistas o de derecha.

Fue una división que le dio paso al candidato de la izquierda, pues Petro es visto de izquierda por los analistas y columnistas de este país. Y los mismos miembros de los estratos altos han vuelto a hablar de izquierda y derecha. Cosa gratificante, no solo porque reconocen que son de derecha, sino porque se han recuperado conceptos clásicos de análisis, en vez de llamar terrorista a todo el que piense distinto. Es un progreso en este desinflar de perro que estamos viendo, cuando gran parte de los seguidores de Uribe vuelan hacia otras toldas. Hacia las de perros que hoy parecen de hierro. Pero, ojo. Los perros de hierro se oxidan. Aire y orín son los reales enemigos de los políticos.

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/carloscastillocardona/el-abrazo-del-oso_10727964-4