MARINO LOPEZ “Génesis de Dignidad”
Nadie podría imaginarlo. Lo que no existe es el olvido, aunque se pretenda imponer. Diez años después, los estrategas del crimen no han podido decir que su historia fue la última palabra. Los criminales no calcularon que la verdad hoy existe, persiste, permanece y está vigente más allá de su mentira.
Es cierto, los que anunciaron el futuro con la barbarie están aún presentes. Pero ellos se ven obligados a hablar en los rincones en donde planean el crimen y el terror, de la historia que no pensaron, que no creyeron posible, que nunca se imaginaron. Ellos se han visto obligados a diseñar mecanismos y técnicas para imponer su verdad, su modelo de sociedad.
Durante esta década la historia, la propia historia, la historia ocultada, disfrazada, distorsionada, manipulada en expedientes judiciales, en formatos mediáticos, en informes “científicos”, en textos oficiales, se dice y se expresa de muchas maneras desde las comunidades negras del Cacarica, el puñado que resiste al olvido, un resto que se anida en la afirmación de su proyecto de vida a través de CAVIDA. La historia de las víctimas, la historia de los sujetos que se dignifican, que dignifican, entre la historia oficial que la calla, ante la impunidad que le hace guardia, se resiste a perderse en las sirenas que anuncian el progreso criminal del mercado paramilitar disfrazado de reconciliación.
Ante los restos de MARINO LOPEZ, se muestra el cadáver insepulto de la reconciliación y el progreso, se desnuda la mentira, se exhuman los sueños, se desmorona la impunidad. MARINO denuncia en sus huesos separados los cimientos criminales del libre mercado y del desarrollo. MARINO expresa en su cuerpo, el que se logró descubrir los valores en que se sustentan las pretensiones de los que están detrás de los bárbaros, de los mercenarios. Aunque hoy los criminales gozan de la “paz”, los Generales viven del favor presidencial, los beneficiarios disfrutan las ganancias de la deforestación o del agronegocio del plátano que se va a los Estados Unidos, en tierras donde reposan desaparecidos, torturados y asesinados, el alma sigue viva.
Hace 10 años la única palabra en millares de historias era el silencio. La palabra del terror encadenó las letras, las miradas, el olfato, el pensamiento, la sensibilidad, los cuerpos de millares de territorio negro.
El 24 de febrero fue el inicio de cuatro días de terror, prolongados en el tiempo, el nombre dice de la creación, la “operación Génesis” firmada por el General RITO ALEJO DEL RIO. En realidad no era creación era destrucción pero de ella, de las cenizas que dejaron nació la esperanza.
A las 5:30 de la mañana los sobrevuelos y los bombardeos entre Cacarica y Salaquí. Y la operación rastrillo desde La Loma de Cacarica hasta Vijao, desde bocas de El Limón hasta Villa Hermosa La Raya y desde allí hasta Bocachica y la Loma del Salaquí. Uniformados, vestidos de camuflados, unos y otros, mimetizados, indiferenciados, militares de la Brigada 17 y unidades de “civiles” armados con camuflados de las “Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá”.
Un día después, el 25 de febrero durante 4 horas militares y paramilitares simularon enfrentarse a un fantasma, por que no estaba la guerrilla, ella solo pasaba, nunca permanecía, en pequeños grupos, nada fuerte. Dispararon a diestra y siniestra. Una y otra vez, lanzaron bombas, quemaron víveres, penetraron en la intimidad, saquearon casa a casa. Se hicieron de joyas, de prendas intimas arrojaron al río Cacarica el trabajo de años de mujeres y de hombres.
Todo era un obligado silencio. Y así paso la noche. Y llegó la mañana era el 26 de febrero. En la mañana como aves de carroña estaban allí vigilantes, intimidantes con el aliento irracional, con su aire bestial, con su perfume diabólico, tactando la muerte, su propia muerte. MARINO no logró salir a tiempo, o mejor había regresado por un cigarrillo, quería fumar, quemar el miedo e ir por su cédula. Allí en el caserío pocos quedaban, unos pocos rodeados de decenas de ellos que pasaron la noche ocultos entre la maleza, todo estaba en las calles de tierra, allí destruidas. De los afrodescendientes algunos habían salido con los primeros sonidos de fusil. Echaron a andar hacia Panamá, otros en pequeñas embarcaciones hacia La Loma hacia Puente América a Bocas del Atrato o Turbo. Era necesario salir, desterrarse buscando sobrevivir. Pero MARINO estaba ahí con unos pobladores con el deseo de no salir, de estar hasta el último momento, hasta con el último en salir, estar ahí en el Territorio.
Y es extraño, MARINO regresó 10 años después, ha sido el último en llegar, aunque siempre ha estado presente.
Le llaman con rostro de hierro sus inquisidores, sin fórmula de juicio, con el ideologismo enfrente, con el prejuicio aprehendido y transmitido desde 1.962 en las Fuerzas Militares. MARINO intenta huir se lanza al agua, segundos después decide regresar. No tiene sentido huir, rápidamente los fusiles podrían cazar su cuerpo, como lo hicieron los amos en el pasado con sus ancestros. El regresa, le obligan a bajar unos cocos de una palmera, las bestias tienen sed… el abre uno y dos y hasta 24 cocos, es igual al número de sus victimarios… y les da de beber.
Uno de ellos decide usar la macheta, le estira una de sus manos y con la otra le corta el brazo… y un nuevo intento sobre la cabeza, le da en el hombro… y luego si con su rostro de hierro, con su actitud deliberada, de un machetazo desprende su cabeza del resto del cuerpo. Y en medio de una niña, de una mujer adulta y de un hombre, empieza el espectáculo del fútbol, los jugadores tienen insignias de la Brigada 17 y de las ACCU. En medio de la sangre, con el movimiento de la vida en el rostro, con los ojos de terror empiezan a patear su cabeza por más de 20 minutos. Y aunque sobraban las palabras, uno de los criminales expresó: “esto es lo que las va a pasar” No era necesaria decir nada, todo estaba dicho.
Desde ese tiempo el cuerpo sagrado evoca cuerpos nunca dichos. Desnuda el alma de los bárbaros, desmorona el ocultamiento del terror, erosiona la impunidad del poder. Desde ese día se crean y recrean los sueños, el pensamiento, el fútbol, la fiesta, la memoria.
Y así con el terror en el alma paso el 26 y el 27 de febrero cuando término la gran odisea criminal… sobre la orden militar de la operación firmada por RITO ALEJO pesa la responsabilidad de la vida arrebatada de MARINO y del desplazamiento de más de 2500 personas. Desde ese tiempo en el bajo Atrato se conoció para crédulos e incrédulos que el paramilitarismo es una estrategia del Estado. Desde ese tiempo las técnicas de terror se acompasan con estrategias de “seducción” que se llaman reconciliación. Hoy algunos afrodescendiente viven del olvido, traicionan sus ancestros entregados al mundo del “progreso” paramilitar, pero un puñado de 600 o quizás más se afirma en la memoria en Zonas Humanitarias y Zonas de Biodiversidad.
Hoy 26 de febrero de 2007, el sol está vivo aunque está por descansar son cerca de las 6:00 de la tarde. MARINO está aquí, en el tiempo de regreso a la tierra, en el Territorio de su dignificación. En un ataúd silvestre, sin lujo alguno, se encuentran sus huesos, los que hablan de su historia. Portándolos su esposa, su hija y su hijo, de 13 y 11 años. MARINO volvió a la tierra donde vivió. A esta hora con el cansancio del tiempo, de más de tres centenares de pieles emanaba la humedad, la sensibilidad entremezclada erizaba la superficie. No importa el color, la textura ni el tiempo, no importa la lengua…. la muerte es universal, el derecho a enterrar es parte de la humanidad, el derecho a llorar y el derecho a recordar y el derecho de volver es de la dignidad.
MARINO estaba allí, en medio de todas y de todos. Era un tiempo de llanto, de llanto reprimido, el tiempo del dolor callado así hubiese sido hablado, era el tiempo del adiós o del hasta pronto, era el tiempo de gracia.
Un canto ancestral, llanto entremezclado con la cristiandad de la esclavitud, irrumpía poco a poco por la Zona Humanitaria, los alabados. Sus notas tristes acompañaron un pequeño andar del ataúd en que se encontraban los restos, lo que quedó del cuerpo físico de MARINO. Restos de un adulto en un cajón de niño, era MARINO LOPEZ, sus restos, sus rastros, su memoria, los que la impunidad no logró arrebatar de la historia.
El pequeño cajón de madera estaba rodeado de arco iris, una bandera, cómo los que inspiran sueños, ideales o poemas. Entre los cantos, el sol quemaba la tela brillante, los 5 que hoy significan el Proyecto de Vida de los afrodescendientes y mestizos del Cacarica. El amarillo de la Verdad, el rojo de la Libertad, el azul de la Justicia, el verde de la fraternidad, el café del Territorio… el blanco la construcción de Autodeterminación, Vida, Dignidad. No era un ataúd cualquiera, no podía serlo. Era simple, de madera natural sin artificio alguno, sin el arte de mano humana, como era MARINO, como es la vida aquí o allá en la selva húmeda, entre la biodiversa existencia, ropaje multicolor.
Y el canto de los tiempos de ayer con los de hoy, el rap y en ese ritmo la memoria a MARINO y el entremezclado ritual propio con el cristiano católico que se prolongó por dos horas. Y el pan cocido repartido entre todos…
Y luego la última caminata, al lugar donde reposan los que han pasado a la historia, los que viven en la memoria. Entre los cantos de resistencia, entre la ancestralidad, entre la música que acompaña el regreso a la tierra en el pueblo Kankuamo se pasó a lo que podríamos llamar el atrio, el lugar en donde se alza el rostro de MARINO, fijado en una pancarta inmensa golpeada por el aire, la que todo el mundo está obligado a ver, a encontrarse con ella y a atravesarla.
“Por qué lo mataron. No conocí a mi papá. Malditos” decía su pequeño hijo que hoy tiene 12 años. Ciertamente malditos. Malditos los que matan con balas. Malditos los que no se cansan de matar el alma. Malditos los que secundan el poder de la barbarie. Malditos los que transan la vida. Malditos los que ganan las tierras con sangre y corrupción. Y que paradoja, ¡!! Benditos ¡!! Si porque sus cálculos no lograron doblegar la memoria.
Y cobijados por la noche, con la sinfonía de pueblos ancestrales MARINO volvió a la tierra, a su Territorio, y en una pequeña vasija de barro con miles de nombres de víctimas como ritual de la Comisión Etica, allí fue inhumado.
Sus huesos son su cuerpo. Gritan la existencia del nuevo crematorio nazi, recuerdan el tiempo de la noche y la niebla, traen las caballerizas de la tortura, describen la carroña en que se convirtieron las instituciones. Su cuerpo habla de la bondad respondida con engaño y falsedad. Su cuerpo habla de la traición y del desengaño. Su cuerpo habla del descuartizamiento del Territorio, de su despojo violento o seductor empresarial. Su cuerpo es la memoria de 85 víctimas de asesinatos, de desapariciones forzadas en Cacarica y de miles más. Su cuerpo habla del pensamiento, de la sensibilidad, de la voluntad que crea dignidad.
MARINO regresó al Territorio donde vivió, al lugar donde soñó, donde amó, donde trabajó, donde fue asesinado, donde hoy está expuesta su vida como alma, como sueño, como utopía. Porque el olvido no existe.
Los criminales no calcularon que la memoria es dignidad, que la memoria es conciencia, que la memoria es libertad. Y hoy 10 años después tendrán que calcularlo mejor. Sea cual sea la técnica que escojan o con la fuerza institucional o con las “Aguilas Negras” o con “los proyectos de reconciliación y desarrollo” deberán desterrar la memoria. Tendrán que matar todas las almas. Pero mientras una de ellas exista, podrán matar, encerrar, perseguir todos los cuerpos pero no acabarán con la sensibilidad de un pueblo que ha convertido la destrucción, las cenizas y la persecución desde hace 10 años de la operación “génesis” en “génesis” de dignidad, en “génesis” de esperanza. Nadie podría imaginarlo. Ni nosotros mismos.