Lunares de los acuerdos comerciales

Los TLC con Europa y Canadá tienen las mismas características del acuerdo con Estados Unidos. El país se compromete a reducir el promedio de aranceles de 12% a 0 y Europa de 3% a 0%. Sin duda, se trata de un acuerdo asimétrico, que incrementará más las importaciones colombianas que las exportaciones.


TLC con Europa y Canadá

Los acuerdos ponen en riesgo el sector agropecuario. Se renuncia a la franja de precios que permite ajustar aranceles.

La mayor inequidad se presenta en los productos que son elaborados simultáneamente en ambos países, en particular y en mayor grado en la agricultura. El país renuncia en un buen número de cultivos a la franja de precios que permite ajustar los aranceles en relación con los movimientos de las internacionales. Aún más grave, se compromete a bajar los aranceles de los cereales y de los derivados ganaderos, como la leche y la carne, que actualmente se encuentran cerca de 100%, dentro de un marco de quince años.

En contraste, tanto Europa como Canadá mantienen los subsidios a los productos agrícolas dentro de los compromisos con la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus concesiones al país se dan en los productos que elabora a bajos costos relativos, como las flores y las confecciones, que siempre pueden colocarse en cualquier lugar. Mientras Colombia pretende obtener los beneficios en las ventajas comparativas, los socios los buscan en la ampliación de la demanda.

Curiosamente, el TLC replica el error del desmonte arancelario de la apertura. Luego de 20 años de negociación, los representantes criollos no han entendido que el comercio internacional, en particular en los productos agrícolas y ganaderos, no es regulado por las ventajas comparativas. No es cierto que la entrega de los productos que el país elabora con elevados aranceles porque gozan de una amplia demanda mundial se puedan reemplazar por pingües beneficios a los bienes que siempre se han colocado en los mercados externos. Tal como ocurrió con los cereales, la pérdida del mercado de estos productos, y ahora de la leche y la ganadería con Europa, se hará a expensas de contraer el área agrícola.

El TLC desconoce la realidad mundial. La crisis ha constituido una clara evidencia de que no todos los países pueden incrementar las exportaciones y la necesidad de concederles prioridad a los mercados internos y las exportaciones que ofrecen mayores posibilidades de demanda. Por eso, las naciones desarrolladas no renuncian a los subsidios y los países de América Latina que le apuestan a la industrialización y el mercado interno, como Brasil y Argentina, están comprometidos con la integración latinoamericana orientada a ampliar los mercados.

El país no ha logrado asimilar las lecciones de la apertura, más concretamente de la pérdida de los mercados internos y externos ocasionada por la baja de los aranceles y la revaluación del tipo de cambio. A tiempo que en la agricultura causaron la contracción de la cuarta parte del área sembrada y la elevación de la pobreza a 65%, en las zonas urbanas significaron la tasa de desempleo más alta de América Latina y el disparo de la informalidad.

En medio del furor de un debate presidencial en que los candidatos reconocen el estado deplorable del desempleo, la informalidad y la pobreza y se comprometen a reducirlos, se aprueban dos TLC que contribuirán a exacerbarlos. Se dice una cosa y se hace otra.