Lo mismo que antes

La repetición de la mentira de día y de noche la convierte en verdad. Aunque sea falsación de la realidad. Para darle piso de cientificidad se modifican los criterios y los contenidos estadísticos, en distintos campos como los del empleo o los de la violencia. Es sin lugar a dudas parte de la coherencia de la renovada doctrina de la Seguridad Nacional hoy llamada de “Seguridad Democrática”.


La política de “seguridad” estatal y de “Estado Comunitario” usa diversas técnicas discursivas en la estrategia de construcción del consentimiento.
La repetición de unas ideas, engañosa pero al fin comunicada, y enunciada permanente a fuerza de repetición se hace creíble. “Gracias a la política de seguridad se ha desmontado el paramilitarismo” y “se han disminuido las violaciones de derechos humanos”
Esta idea se acompaña con la modificación de los criterios de medición estadística, práctica numérica que permite posicionar el sentimiento de que “somos felices”, de que disminuyó la pobreza”, del “crecimiento económico” y de la “seguridad en las vías”

Pero no son suficientes las ideas, las imágenes producen certezas, sensibilidades de actuación, de corrección, de seguridad. La realidad que hace crisis a los imaginarios se reconfigura a través de prácticas.
Actuaciones mediáticas y escénicas para mostrar enderezamiento de la realidad y recomposición de los imaginarios. Se está en los escenarios de la violencia para desnaturalizar sus razones. Se afirman órdenes a militares para generar la sensación de mando, de orden, de disciplina. Se afirman órdenes a los mandos paramilitares para ordenar su traslado de un sitio vacacional o uno de reclusión. Se afirman órdenes de confiscación de bienes para generar la sensación de una devolución de los bienes obtenidos con fuego y terror. Se afirma el respeto a fallos judiciales para simular el fortalecimiento de la justicia.

La realidad muestra que en el gobierno de Uribe ha ocurrido una reingeniería de la represión, una cualificación de las técnicas de control. La Comisión Colombiana de Juristas en su reciente informe del primer cuatrenio de Uribe, Informe: Colombia 2002- 2006: Situación de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario www.coljuristas.org indica que 11.300 personas fueron asesinadas o desaparecidas fuera de combate. En promedio ocho colombianos cada día.
Si bien, las cifras muestran que ha disminuido el promedio diario de una persona muerta o desaparecida por razones políticas en relación con cuatro años atrás, esto no significa un logró estructural de la política de “seguridad” de Uribe.

Los logros cuantitativos no son mejoría estructural en la crisis de derechos humanos. Asistimos a una modificación táctica dentro de la estrategia institucional en la cual los derechos humanos continúan siendo una quimera. Se trata de un cambio de etiquetas, la guerra contra el terrorismo, la paz con los amigos. Aumento del pie de fuerza militar, militarización de la cotidianidad, judicialización de la población, reconciliación económica forzada entre víctimas y victimarios, legalización de la apropiación ilegal de la propiedad…
Con base en el informe de la Comisión Colombiana y el elaborado por la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos se comprueba el aumento de ejecuciones extrajudiciales atribuidas a las Fuerzas Militares. Mientras estas aumentan geométricamente, haciendo aparecer a sus víctimas como “guerrilleros dados de baja”. Sustancialmente la responsabilidad del Estado crece de modo directo. Simultáneamente, la criminalidad de la estrategia paramilitar pasa de operaciones militares de masacre a asesinatos o desapariciones selectivas, bajo nuevos nombres y en unidades pequeñas con los que se han ejecutado 4000 crímenes reportados en desarrollo de su proceso de institucionalización, iniciado en Santafé de Ralito y que hoy se sostiene en la cárcel de Itaguí.

Cifras datos de violencia contra la vida y la integridad personal, al que se asocian otro tipo de desarrollos tácticos militares de extorsión, de control sobre pobladores, de manejo de la economía legal e ilegal, de inserción dentro del escenario político institucional y de negocios de los territorios
Por eso vale la pena recordar lo que alguna vez escribió Guillermo Cano en el diario El Espectador, “da lo mismo uno que cien” para referirse a que el problema de las torturas en la época de Turbay. El problema de los derechos civiles y políticos no son las cantidades, aunque el gobierno quiera hacer creíble esa mentira. La tortura, la ejecución extrajudicial, las nuevas tácticas paramilitares, la desaparición forzada, el desplazamiento son el rostro oculto de la seguridad “democrática”.

El espejismo cuantitativo no es lo cualitativo del Estado de Derecho. Lo verdadera importante es la actuación en Derecho del Estado, lo que está lejos de este “Estado comunitario”, pues los ciudadanos han sido declarados enemigos, los ciudadanos del disenso, de la oposición, del libre pensamiento, de la dignidad, los que habitan en Territorios estratégicos para el mercado, para ellos no hay derechos, Claro, salvo si estos se alían a la criminalidad del Estado y asienten con el modelo de Estado autoritario, por que el Estado está convirtiéndose en Estado de Hecho.

Es lo mismo de antes, la misma crisis de derechos humanos, la misma de ayer, pero cualificada, remozada, renovada, recreada en medio de la simulación de la paz y de las libertades, en medio del conflicto armado, en medio de infracciones al Derecho Humanitario.
Adjunto , Informe: Colombia 2002- 2006: Situación de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario www.coljuristas.org