Lavar el Congreso

La postulación del profesor Gustavo Moncayo como candidato al Senado de la República por el Polo Democrático Alternativo comienza a suscitar debate público.


Los sectores que defienden al Gobierno sostienen que las víctimas no deben ni pueden postularse a cargos de representación popular. Sus aspiraciones políticas estarían supuestamente viciadas al usar su condición para lograr satisfacer intereses personales. En realidad, este cuestionamiento encubre una convicción que se disfraza con acusaciones perversas. Quienes sostienen esa clase de posiciones pretenden que los escaños del Congreso de la República estén reservados sólo para los que han hecho causa común en la parapolítica. Si bien el parlamento colombiano se ha caracterizado por su corrupción endémica, en los últimos dos cuatrienios hemos asistido a la proliferación en su seno de toda clase de conductas ilícitas como el integrar aparatos criminales, buscar la doble reelección del presidente Uribe a cambio del soborno y garantizar la impunidad sobre sus actos, por sólo citar unos pocos ejemplos. La pregunta entonces no es si las víctimas tienen idoneidad ética para ser elegidas. La cuestión radica en si la elaboración de las leyes y la realización del control político seguirán mayoritariamente en manos de los amigos corruptos del Gobierno Nacional.

Como todos los ciudadanos, las víctimas tienen el legítimo derecho a la participación política. Entre otras razones porque precisamente ese ejercicio debilita el poder de los perpetradores que han obtenido el dominio de las corporaciones públicas por medio de la fuerza y el fraude. Las víctimas deben participar en política a pesar del evidente desequilibrio de las condiciones de su intervención en el debate electoral: no cuentan con la maquinaria y los copiosos recursos económicos de sus contendores; no recurren a la clientela política ni a los aparatos armados para conseguir sus votos.

Tal es mi posición y, como lo he hecho siempre, plasmo mis convicciones en acciones prácticas. Por eso he decidido postularme a la Cámara de Representantes por Bogotá en la lista del PDA. Mi programa no es otro que la protección de los derechos humanos, la búsqueda de la verdad y la justicia, así como la contribución a todos los esfuerzos que conduzcan a la Paz. Considero que ese es el mejor antídoto para contrarrestar la profunda degradación de las instituciones en el país. Mi labor en el Congreso estará consagrada a defender a las víctimas de todas las formas de violación de los derechos humanos y a denunciar a quienes perpetran esas violaciones. El acto de presentación pública de mi campaña expresará ese propósito. Invito a quienes deseen acompañarme, a que el próximo miércoles 16 de diciembre a las diez de la mañana lavemos las paredes del Congreso de la República, como acto simbólico que representa nuestra voluntad de lograr la renovación política.

Comencé a escribir en El Espectador a finales de 2002, cuando me encontraba en el exilio al que me vi forzado luego de numerosas amenazas de muerte. Esta columna de opinión me permitió sobrellevar con dignidad esa dura experiencia y cumplir mi función como vocero del movimiento de víctimas. Manifiesto mi gratitud al periódico y en especial a su director, Fidel Cano. Siempre he considerado que El Espectador es uno de los pocos espacios de opinión pluralista que tiene aún nuestro país. Dejo temporalmente estas páginas y agradezco también a quienes han leído mis reflexiones y puntos de vista.

ivan-cepeda.blogspot.com