“La salida economica hacia la derecha sólo generará caos social”

La crisis económica que se produjo en los EEUU en 2008 y se expandió al resto del mundo, incluido Brasil, no ha terminado. Se trata de una crisis de súper-acumulación de capital que se manifiesta al mismo tiempo en superproducción, subconsumo y desproporciones sectoriales, en lo que se parece a todas las grandes crisis del capitalismo, por ejemplo la de 1929.

Según el economista Luiz Fligueiras, profesor-investigador de la Facutad de Ciencias Económicas de la Universidad Federal de Bahía (UFBA), doctor en Economía por la Universidad de Campinas (UNICAMP), postdoctorado por la Universidad París XIII (Francia), autor del libro “Historia del Plan Real” y coautor con el profesor Reinaldo Goncalves, del libro “Economía Política del Gobierno de Lula”, las causas de la crisis actual están relacionadas con el nuevo modelo de desarrollo capitalista del mundo construido en los años 1970 que desplazó la hegemonía de acumulación hacia la dimensión financiera y que según dice “implicó una radicalización de la inestabilidad, intrínseca a la estructura y a la dinámica de esa forma de producción”

De acuerdo con Luiz Filgueiras, “la salida implica un proceso de desvalorización y de destrucción de la riqueza existente, producida por la propia crisis y arbitrada por los Estados capitalistas por medio de préstamos, adquisiciones (nacionalización de empresas) y asociaciones.” Pero la actuación estatal, al auxiliar al gran capital, produjo un enorme endeudamiento de los gobiernos. Como sucede actualmente en Europa “con gobiernos que proponen y efectúan recortes en los gastos, eliminación de empleados, reducción de los salarios y reformas en los sistemas previsionales, son la continuación de la crisis que ahora llega de lleno al Estado y en consecuencia a sus trabajadores.” El capítulo siguiente, dice el economista, será el de una recesión en esos países, con la profundización del desempleo.

En el caso de que la crisis se profundizara en el Brasil, Luiz Filgueiras dice que no habrá diferencias en la manera de enfrentarla entre los gobiernos del PT (1) o del PSDB (2). Según él, un gobierno de los “tucanes” trataría la crisis del mismo modo en que la enfrentó el gobierno de Lula, es decir con políticas fiscales y monetarias expansionistas.

También descarta que la crisis del capitalismo en los EEUU y en el mundo necesite como salidas alternativas de extrema derecha. Según él en la campaña presidencial de Brasil, la mayor visibilidad de la extrema derecha a través de la candidatura de José Serra, no tiene ninguna relación directa con la crisis. “La cuestión fundamental que llevó a la adopción de esa estrategia (religiosa, conservadora y moralista) por parte de Serra se debe a la existencia de un amplio sector de identidades entre ambas candidaturas, la del PT y la del PSDB.

Existe especial concordancia en cuanto a la política macroeconómica que se adoptó desde comienzos del segundo gobierno de FHC (3) con metas inflacionarias, superávit fiscal primario y cambio fluctuante.” Esta política, dice Filgueiras, refleja un modelo económico construido a principios de los años 90 que sufrió una inflexión en el segundo gobierno de Lula, con el aumento de la importancia del gran capital en la industria de las commodities articulado con el Estado, que por medio del BNDES (4) ha venido financiando y patrocinando el fortalecimiento y la internacionalización de los grandes grupos económicos nacionales.

“Es como si el gobierno de Lula estuviese reconstruyendo el trípode de la época del modelo de sustitución de importaciones: capital internacional, capital estatal y capital privado nacional. Sólo que ahora bajo la hegemonía del capital financiero y no, como anteriormente, del capital industrial.” Siga la totalidad de la entrevista.

¿Terminó la crisis del capitalismo en los EEUU y en el mundo?

La crisis mundial no es un punto en el tiempo; es un proceso que se desarrolla, en el tiempo y en el espacio, de manera desigual y combinada. Su centro originario se localizó en los países centrales, especialmente en los EEUU, pero como no podría ser de otra manera, afectó también duramente a la periferia. Su naturaleza es ya bastante conocida, con causas determinantes generales y particulares. Las primeras apuntan hacia una crisis de súper-acumulación de capital, que se manifiesta al mismo tiempo en superproducción, subconsumo y desproporciones sectoriales. En tales dimensiones es similar a las grandes crisis del capitalismo, como la de 1929. Las causas particulares tienen que ver con el nuevo modelo de desarrollo capitalista construido a partir de los años 70 que trasladó la hegemonía de acumulación hacia la especulación financiera generando una radicalización de la inestabilidad, característica intrínseca de la estructura y de la dinámica de ese modelo de producción.

La solución de la crisis tiene que lograrse a partir de esas dos dimensiones. Con relación a los determinantes generales, la salida de la crisis implica un proceso de desvalorización y de destrucción de la riqueza existente, generada por la propia crisis y arbitrada por los Estados capitalistas mediante préstamos, adquisiciones (nacionalización de empresas) y asociaciones. Como contrapartida esa actuación estatal, en auxilio del gran capital, produjo un gran endeudamiento de los gobiernos. Y esto sucedió en todos los países,
pero más acentuadamente en los países desarrollados. Los actuales acontecimientos europeos, en que los diferentes gobiernos proponen y realizan recortes en los gastos, despido de empleados, reducción de los salarios, reformas previsionales, etc., son la continuidad de la crisis, que ahora ha alcanzado en pleno al Estado y en consecuencia a sus trabajadores. El capítulo siguiente será en esos países el de una recesión con profundización del desempleo.

Todas estas medidas no resolverán sin embargo los determinantes estructurales relacionados con el actual modelo de desarrollo. Por lo tanto la tendencia es mantener la inestabilidad intrínseca de ese modelo. Eso significa que la crisis no tendrá solución en el corto plazo. No existe presión por parte de los sectores populares, por más significativa que sea, que conduzca al capital a redefinir su actual modelo de desarrollo. En la crisis de 1929 existía una coyuntura política –la existencia de la URSS y la amenaza del socialismo, la fuerza de los sindicatos y de los partidos socialistas y comunistas y la movilización de las masas– que obligó y condujo a una redefinición del modelo de desarrollo, instalando el compromiso socialdemócrata o Estado de Bienestar Social y a las keynesianas políticas anticíclicas. Ahora no existen esas circunstancias y esto resulta decisivo en la manera en que se está tratando la crisis. En suma, la tendencia es la presencia de un largo período de estancamiento con pequeños lapsos de crecimiento y reiteración de los problemas estructurales del actual modelo de crecimiento.

La recuperación de las economías capitalistas es, por consiguiente, apenas superficial y el resultado de la gran cantidad de recursos públicos inyectados por el Estado a las empresas siguiendo el ejemplo de los EEUU, Europa y del mismo Brasil, en el que el gobierno de Lula inyectó dinero público a los bancos privados y a la construcción civil.

Como dijimos anteriormente, los Estados fueron convocados a socializar las pérdidas y a arbitrar en el proceso de desvalorización/destrucción de la riqueza existente. De allí el gran volumen de recursos públicos inyectados. Eso resuelve momentáneamente, otorgando un orden mínimo y un control del proceso y recuperando la demanda efectiva para que se produzca una recuperación del crecimiento. Sin embargo no es suficiente para la solución cabal de la crisis, porque no altera las características básicas del modelo de acumulación que condujeron a la crisis y que pueden ser sintetizadas en la absoluta libertad del movimiento de capitales, especialmente el capital financiero –proceso consolidado por la casi absoluta desregulación y liberalización financieras estimuladas e implementadas bajo la égida del neoliberalismo que radicalizó la inestabilidad del modelo de producción capitalista.

¿Por qué la moneda brasileña está supervalorizada en relación al dólar y cuál es la consecuencia para el país?

Esto sucede por motivos externos e internos. En lo externo como consecuencia de la política estadounidense, a la que interesa la desvalorización del dólar con relación a todas las monedas como una forma de recuperar la competitividad de sus exportaciones y la inhibición de las importaciones, lo que le facilitaría retomar el crecimiento. Su blanco principal son los países de la periferia y China en particular. En el Brasil, el problema reside en la elevada tasa de intereses que atrae capitales especulativos y desvaloriza el dólar frente al real. Pero el reciente lanzamiento de acciones de Petrobras en el mercado internacional también ha contribuido a este fenómeno.

Las consecuencias en el corto plazo son un mayor control de la inflación y una pérdida relativa de competitividad de las exportaciones brasileñas y el estímulo a las importaciones, lo que complica el balance de pagos del país y aumenta, en consecuencia, la vulnerabilidad coyuntural externa de la economía brasileña. En el largo plazo, inhibe el desarrollo de sectores industriales de alta tecnología, condición fundamental para que el país supere la dependencia tecnológica de los países de la periferia del capitalismo, llevándolo a una regresiva especialización en el área de los commodities. Este fenómeno se conoce como “enfermedad holandesa” porque afectó a Holanda en los años 60 y produjo su desindustrialización.

China tiene subvalorada su moneda, ha sufrido presiones del gobierno de los EEUU para que revalúe el yuan, pero el gobierno chino ya le ha comunicado que no lo hará, porque implicaría la quiebra de muchas empresas, la generación de desempleo y la inestabilidad económica, social y política, que podría generar caos en ese gran país asiático.

¿Significa eso el desdoblamiento de la más grave crisis mundial?

Hace muchos años que China viene sufriendo presiones para que revalúe su moneda. Pero no lo hará porque detenta el control de su espacio nacional y se halla ubicada en una situación privilegiada en el escenario y en la división internacional del trabajo. Es el principal acreedor de los EEUU, tiene la mayor cantidad de reservas del mundo e internacionalmente actúa en todo tipo de mercados, exportando productos de baja, media y alta tecnología. Las propias empresas estadounidenses con sede en China no tienen ningún interés en una revaluación que implicaría la pérdida de competitividad de sus exportaciones.

El yuan desvalorizado es una parte fundamental de la estrategia china de desarrollo; no sería realista imaginar que China lo vaya a aceptar unilateralmente cambiando esa estrategia sin ninguna compensación. Porque si eso ocurriese, produciría un impacto negativo en sus exportaciones, lo que exigiría una mayor participación de su mercado interno para poder mantener las actualmente elevadísimas tasas de crecimiento de su PBI –lo que implicaría al mismo tiempo una redefinición de la distribución de la renta en la sociedad china.

Por otra parte, con la desvalorización del yuan se estimularían aún más las importaciones, con fuertes impactos positivos en las economías de todos los países, especialmente en aquéllos como el Brasil que exportan importantes commodities para el desarrollo chino. Pero si todo eso sucediese conduciría a un deterioro del balance de la balanza de pagos de China, que no puede darse ese lujo porque su moneda no es convertible. Y finalmente los intereses de los EEUU por la revaluación del yuan se relacionan directamente con la necesidad de recuperar el crecimiento, reducir sus déficit fiscales y de la balanza de pagos (aumentando las exportaciones y reduciendo las importaciones) y de disminuir asimismo su deuda pública.

Antes de la eclosión de la crisis la extrema derecha conquistó varios gobiernos de los países occidentales, por ejemplo Italia con Berlusconi en el ápice de la crisis, en los EEUU eligieron a Obama. Ahora, en las elecciones parlamentarias, Obama enfrenta dificultades; la extrema derecha del Partido Republicano está realizando una campaña en la que lo acusa hasta de comunista, lo que evidentemente no es.

¿El capitalismo está entrando en una crisis que requiere alternativas de extrema derecha para poder superarla?

Creo que cualquier tentativa de superar la crisis de manera más directa, como la que se está implementando en Europa, no tendrá éxito en el mediano y largo plazo; apenas expresa su rechazo a la redefinición del modelo de acumulación financiarizado –que volvió aún más crítico al capitalismo, pues radicalizó su tendencia a la súper-acumulación, acentuando en particular su dimensión ficticia (desconectada de la producción) y su naturaleza regresiva desde el punto de vista social y político. De esa manera la crisis económica se transforma en crisis política y no se trata de resolver el problema fundamental de manera que se recupere el crecimiento de manera menos inestable. Pero, como dije anteriormente, en la actual coyuntura no existe un movimiento internacional de los trabajadores y de los sectores populares que lleve a recular al gran capital. Por lo tanto la crisis es política y social, sin que se resuelva la crisis económica.

En el Brasil la campaña presidencial derivó en una segunda vuelta en la que la extrema derecha encontró un espacio para defender su ideario retrógrado y de intolerancia ¿Eso sucede debido a la crisis capitalista que podrá golpearnos con fuerza el año próximo?

Creo que la mayor visibilidad de la extrema derecha, con la candidatura de Serra, no tiene relación directa con la crisis. La cuestión fundamental que llevó a la adopción de esa estrategia (religiosa, conservadora y moralista) por parte de Serra es porque existe un gran sector en el que ambas candidaturas (Dilma y Serra) se identifican. En especial en la coincidencia de las políticas macroeconómicas que viene siendo planteadas desde comienzos del segundo gobierno de FHC: metas inflacionarias, superávit fiscal primario y cambio fluctuante.

Esta política refleja un modelo económico que se comenzó a construir a principios de los años 90, con Collor, Itamar, FHC y Lula. Ese modelo experimentó una inflexión a partir del segundo gobierno de Lula, con el aumento del gran capital de la industria de las commodities apoyado por el Estado que por medio del BNDES financió y patrocinó el fortalecimiento y la internacionalización de los grandes grupos económicos nacionales. Esto produjo la redefinición parcial del bloque de poder político dominante, con el aumento de la importancia de esos segmentos.

Es como si el gobierno de Lula estuviese reconstruyendo el trípode de la época del modelo de sustitución de importaciones: capital internacional, capital estatal y capital privado nacional. Sólo que ahora bajo la hegemonía del capital financiero y no como anteriormente del capital industrial. Esto es lo que centellea en el debate sobre las privatizaciones, o sobre quién es más privatizador; en realidad aquí hay una gran diferencia que radica en el énfasis que se pone en la mayor o menor importancia del Estado y de los grandes grupos nacionales en el modelo de desarrollo, que continúa en todo caso bajo la hegemonía del capital financiero.

Aunque la derecha esté presente en el campo de las alianzas del PT, en el gobierno de Lula y en la candidatura de Dilma, manteniendo o desarrollando el modelo económico, sin pretender alterarlo, los “tucanes” y la candidatura de Serra realizaron una campaña más de derecha y abrieron espacios a los portavoces de la extrema derecha. ¿Eso sucede como un preanuncio de que la crisis se mantiene y pretende soluciones que implican menos democracia en el Brasil o la radicalización con intolerancia es sólo electoral?

Creo que hay una utilización electoral de la extrema derecha en la campaña de Serra. Como existen dificultades en la diferenciación de las candidaturas sobre la cuestión moral y religiosa -en realidad un falso dilema- esto apareció como una posible estrategia para la oposición de la derecha. El gobierno de Lula y Dilma respondieron a su turno con el tema de las privatizaciones, entendida en forma restringida, como siendo tan solo una venta de empresas estatales, como les interesa. Ésa es también la única distinción relevante que se puede explicar desde el punto de vista de la propaganda masiva. En síntesis, Serra hace un uso electoral del ideario de la extrema derecha y Dilma utiliza el fantasma de las privatizaciones. Tanto en un caso como en el otro las diferencias son menores de lo que aparentan.

Los partidarios de la candidatura de Dilma sostienen que a pesar de su moderación, de la política económica conservadora y de las alianzas con la derecha, el gobierno de Lula ha producido avances en la calidad de vida de la población. Que la política externa brasileña habría sido decisiva en la derrota del ALCA y en el apoyo de países como Venezuela y Bolivia, contra las presiones de los EEUU. Dicen que las privatizaciones fueron interrumpidas y que el poder público se fortaleció con el Banco de Brasil, Petrobras y otros sectores. Y que el gobierno de Lula mantuvo la reserva indígena Raposa-Serra do sol a pesar de las presiones de los militares y de los agronegocios. ¿Son esas referencias importantes en relación a los gobiernos de los “tucanes”, en la medida en que el modelo económico de FHC fue mantenido y desarrollado?

El primer gobierno de Lula, fue fundamentalmente parecido al segundo de FHC; mantuvo el mismo modelo económico y la misma política económica, pero ampliando el objetivo de la política social orientada hacia la implantación de la Bolsa Familia. A partir de finales de ese gobierno y a comienzos del segundo, el modelo sufrió una inflexión, explicada anteriormente a través de una estrategia de articulación de los grandes grupos económicos nacionales dentro y con el Estado. En el bloque de poder se fortaleció el capital estatal y nacional con relación al capital internacional, pero ése es el precio que el capital financiero internacional tiene que
pagar para poder tener los dólares necesarios para remitir al circuito internacional de acumulación.

Por eso la cuestión decisiva fue la siguiente: con la misma política económica del período Lula, la economía brasileña obtuvo mejores resultados que en el período FHC, debido al enorme crecimiento en ese período de la economía mundial que terminó desembocando en la crisis general del capitalismo. En ese período, con la singular mejoría de la balanza de pagos del país, la política económica pudo ser cuantitativamente flexibilizada: menores tasas de interés y más crédito a los consumidores (inclusive o consignado), menor superávit fiscal y más gastos gubernamentales permitiendo verdaderos aumentos del salario mínimo y de los beneficios previsionales. Hubo por lo tanto mayor crecimiento y menores tasas de desocupación. Lo que mejoró el consumo de los sectores de menores ingresos. Pero eso no debe confundirse con la ampliación de la clase media brasileña, como publicita el gobierno de Lula, a partir de un concepto estadístico no sociológico, de clases sociales utilizados por los Institutos de investigación (clases A,B,C,D y E). Lo que ocurrió en realidad es una mejoría en la distribución de los ingresos laborales y un casi mantenimiento de la distribución funcional de los ingresos de un segmento social hacia otro, es decir sin mayores roces. El pago de enormes montos de intereses de la deuda pública al capital financiero pudo ser momentáneamente equilibrado por la ampliación de la Bolsa Familia y por el aumento real del salario mínimo y las prestaciones previsionales.

En cuanto a la política exterior fue de hecho diferente, pero creo que no fue decisiva para enterrar el ALCA; éste tenía fortísimas resistencias dentro de los EEUU en el segmento de los agronegocios debido a que perderían con la creación del Área de Libre comercio, mientras que sucedería lo contrario con el agronegocio en Brasil. Las privatizaciones se orientaron a su vez hacia otras direcciones: sociedades publico-privadas y articulación del BNDES con grandes grupos económicos; la privatización de empresas estatales perdió espacio. En suma estamos asistiendo a un movimiento contradictorio: el capitalismo se está fortaleciendo en Brasil y al mismo tiempo se está especializando la economía en la producción de commodities agrícolas e industriales. El precio ha sido la desmovilización de los movimientos sociales y la despolitización de la política, y con el ideario socialista cada vez más lejos de la lucha política.

La reforma de la Previsión social pública y la transposición del río San Francisco, por ejemplo, ¿no son exigencias del proyecto neoliberal de país?

Todas esas acciones del gobierno de Lula se sitúan en el contexto del modelo neoliberal periférico. La reforma de la Previdencia del funcionalismo fue una medida política destinada a serenar los ánimos del capital financiero a comienzos del primer gobierno de Lula. La decisión citada forma parte de la lógica del PAC (5) que consiste en mejorar la infraestructura del país a través de la articulación con el Estado y los grandes grupos nacionales con el objeto de fortalecer el modelo de desarrollo capitalista que se está consolidando en el país, basado en la especialización de la producción y exportación de commodities. El Pre-Sal (6) reforzará probablemente esa tendencia.

El mantenimiento de la política de altos intereses, la no suspensión del pago de la deuda externa pública y la no realización de la reforma agraria ¿no son importantes para los capitalistas nacionales e internacionales?

La política de intereses altos depende de cada coyuntura: las ganancias financieras pueden salir tanto de los títulos públicos como del financiamiento del consumo, la vivienda, etc. La reforma agraria no interesa, en ninguna hipótesis, al gran capital. La tierra es un activo financiero igual que cualquier otro, que puede producir ganancias especulativas; además una reforma agraria masiva (en grandes proporciones traería serios problemas a la obtención de mano de obra por parte de los agronegocios. Con el boom de las exportaciones brasileñas y la cantidad de reservas acumuladas, la deuda externa pública se ha vuelto negativa y la deuda privada está siendo administrada. Mientras existan abundantes flujos de capitales en el mercado internacional no es un problema inmediato.

En el caso de que la crisis se profundizara en EEUU y en el mundo ¿sería posible una salida a la izquierda?

Sólo es posible una salida a la izquierda (en un sentido amplio, es decir de la “social-democracia”) si hubiera una presión política y un movimiento de masas que condujeran al gran capital y a los Estados capitalistas a redefinir el funcionamiento del capitalismo, como en la crisis de 1929. Pero se trata de un proceso muy complejo que incluye un enorme conjunto de circunstancias que impiden un pronóstico mínimamente seguro. Sin embargo las recientes movilizaciones europeas evidencian que el crecimiento de los movimientos sociales no puede desecharse.

Si la crisis se profundizara más en el Brasil, ¿habría diferencias en la forma de enfrentarla por parte del PT y de los “tucanes”?

Un gobierno de los “tucanes” trataría probablemente la crisis del mismo modo que la enfrentó Lula, es decir con políticas (fiscal y monetaria) expansionistas, contrarrestando la tendencia a la desaceleración económica. Esto es lo que se hizo en todo el mundo, en todos los países y en todas las economías. No había otra alternativa en esas circunstancias. En cuanto a una vuelta de la crisis en el futuro, no se pueden pronosticar diferencias entre los tucanes y los petistas. Dependería mucho de la forma en que la crisis se presentase.

*Otto Filgueiras es periodista

NOTAS

(1) PT – Partido de los Trabajadores

(2) PSDB – Partido Socialista Democrático del Brasil

(3) FHC – Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de Brasil, del PSDB

(4) BNDES – Banco Nacional de Desarrollo

(5) PAC.- Política Agrícola europea

(6) Gigantescas reservas de petróleo descubiertas en aguas profundas de la costa del Brasil

Fuente: www.correiocidadania.com.br/content/view/5155/9/