JUAN BAUTISTA DIAZ AGAMEZ, Un resistente del Jiguamiandó (Bajo Atrato Chocoano)

JUAN DIAZ el sábado 5 de mayo paso a la historia, a la memoria colectiva de la epopéyica popular. Los rastros de su resistencia se dicen en los trazos que viven de su sonrisa, en las andaduras en las selvas del Jiguamiandó, en la Asociación de Campesinos, en el Consejo Comunitario, en la Zona Humanitaria de “Nueva Esperanza”.


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Foto de Pablo Serrano

Ha pasado a la historia uno de los patriarcas. JUAN DIAZ, perseguido militar y judicialmente por amar la verdad, la justicia, la solidaridad. Murió aún siendo encausado ilegalmente por falsos acusadores que lo sindican de ser responsable de Crímenes y Desplazamiento forzado. Ha muerto siendo en los expedientes judiciales un verdugo y criminal, pero ha vivido con dignidad a esta persecución pues su actuar fue una construcción en coherencia con los principios de la vida, de la verdad y de la justicia. Por eso quedó esperando a la Fiscalía para pronunciar la verdad de su historia, similar a la de millones de campesinos colombianos.

Hoy sábado JUAN DIAZ, a sus 67 años, murió a muchas horas del lugar en el que cultivó los sueños por el regreso a la tierra, por la vida con paz y con dignidad.

Ese mismo lugar señalado por los amantes de la muerte violenta como refugio de guerrilleros. El de corazón soñador, venido de múltiples desplazamientos del norte de Colombia al Chocó, viviente de la primera contrarreforma agraria, acogido hace más de 30 años por afrocolombianos en su seno, construyó una vida de encuentro multicolor, apasionado en los ideales de una nueva sociedad.

Hoy sábado a las 11:30 a.m. el misterioso cáncer que ataca los vestigios íntimos de la vida biológica terminó este tiempo de su historia en Medellín, en presencia de su esposa y de misioneras de la iglesia católica.

JUAN desde hace más de un mes salió ya enfermo hacia Apartadó, ante la costumbre de negación de los derechos a los excluidos, como la salud, fue necesaria la presión, la acción judicial para lograr su traslado hasta Medellín. Luego dos intentos fallidos para lograr su regreso al Territorio, un último deseo insatisfecho, murió.

Allá en el Jiguamiandó quedaron a la espera, su adorado nieto, su comunidad que es su familia. Allí lo esperan en un último encuentro en este presente de Crimen, de Impunidad que atraviesa la siembra ilegal de palma, y los más de 15 desplazamientos que él y muchos soportaron, ante los cuales se indignaron, y ante los cuales solo han encontrado nuevas persecuciones.

JUAN DIAZ, siempre creyente, de su rostro siempre una sonrisa, siempre una chispa de gracia para hacer reír. Siempre con las utopías soñadas que articulaban en palabras la política y el saber popular que es epifanía en la Biblia.

En junio de 2003 en “Nueva Esperanza” los tanques de agua, las tejas de zinc, las maderas que recubrían las casas, las ollas, los libros, fueron perforados por las balas de fusil militar que se ensañaron contra el caserío donde él habitó. Entre la tensa calma, ante esa desproporcionada actuación militar, luego de una confrontación armada con la guerrilla que se encontraba distante de “Nueva Esperanza”, y mientras el miedo carcomía el alma, las miradas eran descentradas, él alivió con su sonrisa y un texto bíblico que JUAN, interpretó y sobre el que se expresó así:

Salmo 140

“En el salmo el pueblo está clamando que se castigue a los injustos, que sus proyectos, sus planes no salgan bien. Nos está pidiendo a nosotros inteligencia para poder conocer las artimañas que están planeado contra nosotros. La serpiente venenosa es el Estado a través de sus paramilitares por que entran a nuestras comunidades y al que corren le disparan, al que no corren se lo llevan. Los que proyectan entorpecer nuestros pasos, los que nos ponen las trampas con su astucia, tratan de desbaratar nuestros planes de población civil no violenta, nos proponen trabajar con ellos en la palma aceitera, nos dicen que esta es tierra de ellos, nos ofrecen progreso, desarrollo, buenas vías para llegar a Brisas y a Chigorodó, pero si trabajamos con ellos, sus palabras son bonitas, pero las dicen con astucia, por eso son peligrosas por que tienden una trampa a nuestra dignidad.

“Las trampas que nos ponen son con su política lanzan propuestas mientras lanzan balas, mientras se pasean con la Brigada XVII con sus brazaletes, mientras suenan los morteros, mientras asesinan a un niño, mientras disparan desde la otra orilla del río, dicen que ya no son los de antes, que ya son mas buenos, que no nos quieren matar, que quieren que progresemos con la siembra de palma aceitera. Ellos lo que quieren es que la gente caiga en sus garras, al que se deje convencer, ellos lo ganarán, si les seguimos los pasos hemos caído en sus trampas. Nosotros sabemos encomendarnos a Dios y seguir el camino de la resistencia civil que llevamos, aunque con pobreza pero con dignidad, aunque sabemos que habrá problemas , ellos tendrán algún día que ceder, la justicia algún día tiene que reinar, ellos tendrán que ser castigados, nuestro Dios no está muerto, el tiene que hacer justicia.”

“Nosotros no estamos haciendo el mal. Como estamos haciendo el bien, defendiendo la vida y el territorio esperamos el bien. Al que hace bien, bien espera, al que hace mal, espera mal, nosotros estamos buscando el bien como campesinos como población no violenta”

“El plan que tienen es convencernos de que nos dejemos arrebatar la vida, vendiendo nuestra dignidad por cualquier peso que quieren darnos para que trabajemos con ellos y también el plan es que les entreguemos el territorio que nos pertenece ancestral y legalmente para desarrollar sus proyectos agroindustriales como el de palma aceitera. Si no estamos firmes, nos dejamos convencer con su política de terror y de coqueteos. Si tenemos fe en nuestro Señor que nos dio la vida y el territorio no nos dejamos arrebatar ni vida ni territorio, debemos saber de qué manera no nos la dejamos arrebatar”.

JUAN DIAZ, ha muerto biológicamente, hoy llora el Jiguamiandó, hoy lloran los soñadores, hoy llora la selva del Chocó. Hoy JUAN DIAZ ha pasado a la historia como la sonrisa de la esperanza, de la dignidad y de la paz en el hermoso territorio del Jiguamiandó.

Sus restos luego de muchas horas de camino han llegado al Territorio donde gozo, donde apasionó su vida a la dignidad, allí en el Jiguamiandó sus restos hoy lunes serán inhumados.

Bogotá, D.C. Mayo 7 de 2007

COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ