EYDER QUIGUANAS RUMIQUE

29 de enero del 2002, Vereda La Floresta, El Castillo – Meta

Memoria y Justicia
Hace seis años, un martes 29 de enero del 2002, fue torturado y asesinado EYDER QUIGUANAS RUMIQUE, de 17 años de edad por una patrulla de la Fuerza de Despliegue Rápido, FUDRA, que participaban en acciones dentro de la denominada “Operación Conquista” de la Brigada 7 del ejército.


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Han pasado seis años y la familia QUIGUANAS no ha podido visitar en una tumba, llevarle flores y unas palabras a EYDER. Su cuerpo nunca fue devuelto a sus familiares después de ser trasladado sin vida a Villavicencio en un helicóptero militar. Después de seis años, la impunidad cubre la investigación que la Fiscalía 31 Especializada de Villavicencio, argumentando colisión de competencia, trasladó a la justicia penal militar desde el 2004.

EYDER permanece en la memoria de sus hermanas y hermanos, de su padre como estuvo presente en la memoria de su tío, el patriarca Lorenzo, quien pasó a la historia el año anterior sin hallar su cuerpo, sin hallar Justicia, solo pudo lograr el regreso al lugar donde nació su sobrino, la finca El Clavel, en la vereda La Floresta, del municipio El Castillo. Allí, ese martes 29 de enero cuando finalizaba la mañana y se alistaba la familia para compartir el almuerzo, llegaron cerca de 50 unidades militares quienes se identificaron como FUDRA de la Brigada 7.

Luego de solicitar los documentos de identidad a todos los miembros de la familia QUIGUANAS, de insultarlos con palabras soeces, los obligaron a acostarse en el boca abajo en el piso, los golpearon con las armas en la cabeza, mientras que al hijo menor de la familia, de 10 años y dos de los nietos de 9 y 3 años de edad, los encerraron en un cuarto de la casa.

Al padre de EYDER, lo retiraron del grupo, y unos soldados le preguntaron “¿donde está la guerrilla?”, él les contestó que no sabía, y de inmediato lo tiraron al suelo boca abajo y le hicieron varios disparos cerca de los oídos diciéndole “lo hacemos porque no nos da la información que queremos”.

Mientras esto hacían con el padre, otros militares llevaron a EYDER hacia un estanque de peces, donde le sumergieron la cabeza buscando ahogarlo, saltando sobre su cuerpo, golpeándolo en repetidas ocasiones. Luego lo sacaron y golpeaban su rostro contra las piedras, mientras otros militares pateaban su cuerpo.

Después de estos suplicios, de los clamores de EYDER para que no continuaran torturándolo, los militares llevaron a EYDER nuevamente a la casa, amarraron a su cuello un chinchorro (hamaca de hilo) y entre doce soldados empezaron a tirar de los extremos intentando ahorcarlo, al tiempo que lo pateaban.

Después de varios minutos, aprovechando que los militares se habían detenido en su acción de tortura, EYDER sale corriendo para intentar salvar su vida. EYDER alcanzó a correr cerca de 80 metros, cuando los soldados empezaron a dispararle a las piernas, cayendo herido. Luego los militares se acercaron a su humanidad tendida sobre el suelo y lo ejecutaron.

A la familia le dijeron que lo habían asesinado porque “era un terrorista”. Los soldados obligaron a los familiares a cargar el cadáver en una bestia hacia el filo de la montaña donde llegó un helicóptero del ejército y se llevó el cadáver de EYDER para luego presentarlo como “guerrillero muerto en combate”, le quitaron la ropa que llevaba puesta -una pantaloneta y una camiseta deportiva de color verde con el número 10 estampado en la espalda- y lo vistieron con un uniforme camuflado y botas de caucho negras.

El Padre de EYDER fue hasta el casco urbano del municipio El Castillo y ante el Personero Municipal, Mario Castro Bueno, denunció el crimen de su hijo. Mario le dio curso a la queja ante las autoridades competentes, siendo asesinado por los paramilitares el 01 de noviembre del mismo año. Con el asesinato del Personero desaparecieron muchos archivos de denuncias, entre ellas la de la ejecución de EYDER. Por ello, ante la Fiscalía 31 especializada, el padre de EYDER y uno de sus hermanos colocaron la denuncia penal contra el ejército en el mes de marzo del 2003, estando desplazados forzadamente en Villavicencio.

Han pasado seis años de este crimen. Seis años de impunidad, de destierro. De ausencia de EYDER, el estudiante, el futbolista, el sembrador de café de la casa, de la familia QUIGUANAS. Seis años de no tener un lugar donde poder visitar su cuerpo sin vida, de llevarle la palabra, la flor y la canción.

Hoy sus hermanas y hermanos, su padre, su Comunidad Civil de Vida y Paz, lo siguen buscando con la esperanza de hallarlo. EYDER, torturado, asesinado, y hoy su cuerpo desaparecido, pero su vida, sus sueños de adolescente, en la memoria.

Bogotá D.C., 29 de enero de 2008

Comisión Intereclesial de Justicia y Paz