El sueño paisa *

La conexión de Antioquia con Panamá a través del Chocó es un “anhelo histórico”, como dice El Colombiano comentando el anuncio del presidente Uribe en el Consejo Comunal número 250 de destruir el Tapón del Darién.


La élite empresarial paisa, cuyas alianzas con el Cartel de Medellín para nadie son ya un secreto, quiere que los colombianos le paguemos esa vía por varias razones: ambiciona anexarse al Chocó —todo el Chocó, desde Cabo Tiburón hasta la Isla de Cacahual—, lo que representa la salida de Antioquia al Pacífico por el río San Juan, ahora cuando China está tan de moda y necesita, además, una cabeza de playa para invadir con sus vacas y su palma y su mulera galanteada a Panamá. En el Chocó hay oro, sigue habiendo oro y también platino; hay madera, sigue habiendo madera. Hay mar con mucho pescado, mucho camarón y mucha ensenada paradisíaca para hacer ecoturismo. Y sobre todo, hay un recurso que se descubre día a día: la biodiversidad, que es, como diría un buen negociante, un activo en pasivo. La industria farmacéutica mundial sabe lo que esconde cada kilómetro cuadrado de la selva chocoana como materia prima para fabricar drogas. Los paisas saben de eso. Hay además tierras fértiles, muy fértiles, demasiado fértiles, y por eso tendrán que comenzar a sacarles el agua para poder cultivarlas. O sea, desertificar la región biopacífica. Y hablando de sacar, pues habrá que continuar con la Operación Génesis —inmortalizada por ese héroe de verdad que no se le rinde ni a la justicia, llamado general Del Río— para desocupar la región de indígenas embera catíos, noanamás, tules y de la mayoría de las comunidades negras que habitan los territorios que hay entre la Serranía del Darién y la Serranía del Baudó. Digo de la mayoría, porque tienen que dejar alguna población nativa para armarla a su servicio como ya han hecho y para que trabaje en la organización de cooperativas de trabajo en las empresas agroindustriales que ya tienen planeadas.

La punta de lanza de estos planes que se cranean en oficinas y apartamentos de Envigado es la que el Presidente bautizó la Transversal de las Américas, de la cual falta un tramo entre Lomas Aisladas y Palo de Letras. Construirlo significa taponar la Ciénaga de Tumaradó, como se taponaron —y ahogaron— la Ciénaga Grande de Santa Marta y la Ciénaga de la Virgen en Cartagena, y pasar por encima del Parque Nacional Katíos, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad y que fue madriguera de El Alemán durante mucho tiempo. Son menos de cien kilómetros, pero el daño que harán será irreversible. El Conpes, anunció el Presidente, ya aprobó pedirle prestado al Banco Mundial —o a quien sea— los 9,8 billones de pesos que cuesta la vía.

Sobra decir que hasta ahora no se ha realizado, como es de ley y obligación del Estado, ninguna “consulta y consentimiento previos, libres e informados” a las comunidades que serán atravesadas por la Transversal. Quizás el Gobierno utilice aquí métodos que ya ha patentado en otras partes: invitar a los pobladores a un taller, hacerles firmar su asistencia y luego poner las firmas debajo de un texto en que aprueban la obra. No obstante, las comunidades indígenas y negras de la cuenca del Cacarica ya se han manifestado en contra del proyecto, y los indígenas tules de San Blas, Panamá, también. De “irrespetuosa” calificó el dirigente Tule Ariel González la referencia que hizo Ricardo Martinelli, presidente de Panamá, a la “idea” de Uribe. Al tiempo, la directora de la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Ancon), Alida Spadafora, ha dicho que se opondrá siempre a la construcción de esa carretera que rompería el Parque Nacional Darién, también clasificado por Unesco como Patrimonio de la Humanidad. En general, a nuestro vecino no le suena el plan porque sabe que detrás del “gigantesco paso” —como califica El Colombiano la conexión— se amasa el sueño paisa de hacer girar la región al sur del Golfo de San Miguel en la órbita de Envigado, con todo lo que ello significa. Para rematar, organizaciones ambientalistas mundiales como la poderosa World Wildlife Fund rechazan la obra y los ex ministros de Medio Ambiente de nuestra destrozada patria manifestaron en el pasado sus objeciones. No hace falta saber qué dirá el Ministerio de Medio Ambiente porque, como se sabe, trata todo a lo hipopótamos.

*Hablo de los paisas a la manera de Felipe Zuleta y no me refiero con ello al sufrido y valiente pueblo antioqueño.

Alfredo Molano Bravo