Declaración de Rebecca Kanner ante el Tribunal

Me llamo Rebecca Kanner. Soy licenciada en ingeniería mecánica por la Ohio State University, y me trasladé a Ann Arbor, Michigan para trabajar en el Laboratorio de Emisiones Vehiculares de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de los EE.UU.


Actualmente me desempeño de educadora sobre el medio ambiente para una organización ambientalista sin fines de lucro, visitando aulas para enseñarles a los niños cómo hacer que la tierra sea un lugar más limpia, sana y segura para todas y todos.

Cuando yo crecía, aprendí una lección profunda de mi rabino que procuro seguir en el transcurso de mi vida. No aprendí esta lección de vida en mi sinagoga – la aprendí en la escuela. Mi maestro de educación cívica del noveno año presentó un sermón de mi rabino como parte de un plan de instrucción sobre cómo ser buen ciudadano. Ese sermón hablaba de los derechos y responsabilidades de todos los ciudadanos, enumerando las maneras en que cada uno de nosotros debemos actuar para asegurar que continúe nuestra democracia. El primer paso era votar y los demás pasos incluían asistir a reuniones públicas y escribirles a nuestros funcionarios públicos elegidos.

Ahora, casi 30 años después, por supuesto que no recuerdo todos los pasos enumerados ni tampoco cuántos eran, pero sí recuerdo el último y ese era la desobediencia civil pacífica. No me sorprendió oir ese mensaje de mi rabino. Sabía que el Rabino Lelyveld había sido encarcelado y había recibido una paliza terrible por su trabajo con el movimiento de derechos civiles en Mississippi en 1964. Entonces no me sorprendió que mi rabino nos diera un sermón recomendando la desobediencia civil como una de las acciones que podría ser obligación nuestra para preservar la democracia. Lo que sí me sorprendió era que mi maestro de educación cívica nos enseñara en una secundaria pública que a veces violar la ley era una acción viable para los ciudadanos preocupados por la protección de nuestra democracia. El Sr. Quinn, mi respetado maestro, nos enseñó que en casos severos estaba bien, y de hecho era nuestra responsabilidad violar la ley. Entonces cuando crucé la línea en el Fuerte Benning (en 1997, 1999, y 2000), yo estaba practicando una lección que aprendí en la escuela.

Cuando tomé la seria decisión en cada ocasión de participar en una acción directa para clausurar la Escuela de las Américas (SOA) – ahora denominada el Instituto del Hemisferio Occidental de Cooperación para la Seguridad (WHINSEC) – estaba inspirada por el concepto judío de “tikkun olam”.

Traducido del hebreo, eso significa el ordenamiento justo de la sociedad humana y del mundo – o más literalmente, reparar el mundo. También fui inspirada por la tradición profética judía de la justicia social. Como judía, me siento convocada para trabajar por la reparación de las consecuencia trágicas de la SOA/WHINSEC.

Las tres veces que crucé la línea en el Fuerte Benning, sentí lo que el teólogo y filósofo judío Rabino Abraham Joshua Heschel sintió cuando marchaba al lado de Martin Luther King saliendo de Selma. Él creía que era un día de santificación, lleno de significado spiritual, y sintió como si sus piernas estuvieran rezando al marchar. Yo rezaba con mis pies durante aquellos momentos sagrados cuando nos juntamos para hacer tikkun olam en el Fuerte Benning.

Este juicio no se trata de que si yo crucé o no crucé aquella línea en el Fuerte Benning. Sí lo hice. Más bien, este juicio es sobre el asunto de llevar la verdad ante la mentira de que la SOA/WHINSEC ayuda a los gobiernos de América Latina a promover la democracia estable. Eso es una mentira obscena. Lo opuesto es la verdad. Cuando Panamá expulsó la Escuela de las Américas de su territorio en 1984, su presidente declaró que la SOA es “la base más grande para la desestabilización en América Latina”. Esta Escuela está financiada por nuestros impuestos. Los egresados de la Escuela/Instituto emplean las tácticas aprendidas, en cursos enseñados por el Ejército de los EE.UU., contra su propio pueblo. Las víctimas de los egresados de la SOA son los que trabajan por una vida mejor – luchando por la reforma agraria, por un major sueldo, por la vivienda adecuada y atención de salud para los pobres – y las víctimas de los egresados de la SOA son los que simplemente hacen el esfuerzo por vivir.

A lo largo de los años, hemos aprendido que los egresados de la SOA han sido los responsables de un sinnúmero de atrocidades. El movimiento para cerrar esta Escuela de Asesinos le ha obligado al Pentágono a hacer cambios cosméticos para “reformar” la Escuela, hasta cambiando su nombre. Pero sabemos que las “reformas” en el pasado no han funcionado y que esta “reforma” más reciente tampoco es la respuesta. Siguen las atrocidades: en Guatemala con el asesinato en 1998 del Obispo Juan Gerardi por un acusado que es egresado de la SOA; en Bolivia donde el presidente, un ex-dictador militar y egresado de la SOA, declaró un estado de sitio y ordenó que las tropas se lanzaran a las calles contra el pueblo; y más notoriamente en Colombia, con más de 10,000 efectivos entrenados en la SOA y el peor historial de violación de derechos humanos en toda América Latina.

Entonces estoy haciendo todo lo que puedo para cerrar esta Escuela/Instituto infame. Les he escrito cartas a mis funcionarios públicos elegidos; he ayudado a organizar foros públicos para educar a los demás sobre la situación; y sí, he entrado con solemnidad y sinceridad a las instalaciones del Fuerte Benning pidiendo que se cierre. Espero que mis acciones, las acciones de mis compañeras y compañeros que enfrentan este juicio conmigo, y las acciones de miles de otros en nuestro movimiento sirvan de catalizador a otros para que actúen en la forma que mejor les parezca para cerrar la Escuela/Instituto.

Declaración de Rebecca Kanner ante el Tribunal
Juzgado de los Estados Unidos para el Distrito Central de Georgia
Columbus, Georgia 22 de mayo, 2001