De extradiciones y asilos

EL ESTRAFALARIO ASILO EN PANAmá de la ex directora del DAS María del Pilar Hurtado recuerda la repentina extradición en la madrugada del 13 de mayo de 2008 de los principales jefes paramilitares, cuando éstos empezaban a declarar en los procesos de Justicia y Paz.


Fue una decisión intempestiva del entonces presidente de la república Álvaro Uribe, como fue la solicitud de concesión del asilo a María del Pilar Hurtado, pieza fundamental en las tristemente célebres y preocupantes interceptaciones ilegales a magistrados, políticos, periodistas y dirigentes sociales. Movidas sorpresivas y veloces, confusas pero con un claro y común objetivo: tapar la verdad, al pretender obstaculizar testimonios y declaraciones que podrían comprometer influyentes miembros de la dirigencia política del país, que podrían incluso llegar a la Casa de Nariño con sus distinguidos ocupantes en los últimos ocho años.

Con la extradición de Mancuso, Jorge 40, Don Berna, H.H. y Cía. se torpedeó el proceso de justicia y paz. Las víctimas difícilmente esclarecerán los hechos ni podrán participar con evidencias en los procesos contra sus victimarios. Por más viajes que hayan realizado fiscales y magistrados a las cárceles norteamericanas, por más audiencias públicas con reos ausentes, es muy poco lo que se ha podido avanzar. Nada que ver con las extensísimas declaraciones de los paramilitares antes de su partida, que permitieron reconstruir hechos, identificar desaparecidos, remontándose en la cadena y ramificaciones de los responsables y beneficiarios de tanta violencia, así como iniciar procesos de entrega de bienes. Todo aquéllo quedó interrumpido o al menos tremendamente dificultado y demorado.

Igual puede suceder con las chuzadas del DAS. Por más patadas de ahogado que intente dar el fiscal Mendoza Diago, el daño está hecho. Desde hace más de quince días se rumoraba la posibilidad de la solicitud de asilo en Panamá no sólo de María del Pilar Hurtado sino de varios funcionarios de la cúpula del gobierno uribista, y la Fiscalía no actuó con prontitud, a pesar de los indicios del delito de concierto para delinquir y de otros, confesados por altos funcionarios del DAS, subalternos de Hurtado. Contrasta con la celeridad de los fiscales para ordenar medidas de aseguramiento preventivas, dictadas por casos menores, sustentadas en materia probatoria menos contundente.

Hurtado es el eslabón que enlaza las chuzadas con la Casa de Nariño de la era uribista. Se asiló en el momento en que se comenzaba a despejar el origen de las órdenes que ella ejecutó. Por esto la jugada de su exótico asilo es tan hábil como perversa.

La decisión de extraditar a los jefes paramilitares la tomó abiertamente el presidente Uribe. El asilo lo otorgó, con la velocidad de un rayo, violando los procedimientos y protocolos, el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, un empresario del grupo opositor al de Torrijos que ha expresado públicamente su identificación política con Álvaro Uribe, a quien ha declarado su fuente de inspiración y con quien mantiene una gran cercanía. Difícil una burla mayor a Juan Manuel Santos. La fórmula para evitar tener que responder por responsabilidades penales está clara: extraditar o asilar a los testigos incómodos, para silenciarlos.