Con fe en los diálogos

Exponente de la teología de la liberación y amigo del legendario padre Camilo Torres, el sociólogo belga pide presencia de la Iglesia en los diálogos de paz. “Farc saben que la lucha armada perdió sentido”, dice.


François Houtart, uno de los exponentes de la teología de la liberación —promovida en Colombia por el cura guerrillero Camilo Torres en la década del 60 del siglo pasado, para luchar por una justicia social en las comunidades católicas— ve con buenos ojos el proceso de diálogo adelantado entre el Gobierno y las Farc en La Habana (Cuba), pues considera que esa guerrilla ha demostrado su disposición para firmar la paz. Sin embargo, es escéptico de la intención del gobierno Santos que, en sus palabras, representa a la burguesía que no está interesada en cambios sociales profundos, y alega que la Iglesia ha sido gran ausente en el proceso.

¿Cómo ve el proceso de paz que adelanta el Gobierno con las Farc?

Este proceso es esencial y debemos apoyarlo tanto en el interior como en el exterior del país. Espero que finalicen la guerra y la violencia institucionalizada para que se tomen nuevos pasos en la transformación de la sociedad colombiana.

¿Cuáles son las fortalezas de esta negociación?

Hasta ahora el proceso ha sido positivo porque se tomaron en cuenta aspectos fundamentales. No basta un cese al fuego si no se tocan los problemas fundamentales de la sociedad. Sin embargo, es un proceso difícil porque hay lucha de clases sociales y el Gobierno representa a las clases más altas, que siempre han dominado la sociedad y no van a dejar de ninguna manera sus privilegios, por eso utilizan el proceso de paz como una nueva manera de continuar con su dominación y por eso ponen límites a la posibilidad de transformaciones sociales más profundas.

¿Las Farc entendieron que las armas no son la alternativa?

Las armas no están llevando a las transformaciones necesarias y sólo en el ámbito político se puede continuar una lucha social. Por eso hay más movimientos sociales en Colombia que en ningún otro país de América Latina: los campesinos, los mineros, los estudiantes y los pueblos indígenas. Hay una dinámica social muy importante que hace ver que la sociedad no se puede expresar por las armas.

¿Qué factores deben tenerse en cuenta en el proceso de paz?

Lo primero es terminar con la guerra, eso es fundamental. Lograr acuerdos sobre temas fundamentales y de largo plazo, como el problema agrario o las representaciones políticas. Sin embargo, no hay que hacernos ilusiones porque la fuerza principal todavía está en las manos de los representantes de las clases sociales que han dominado al país desde la Independencia. Por eso son tan importantes los procesos políticos para conformar un frente de las fuerzas progresistas, como lo había propuesto Camilo Torres.
Pero las alianzas entre partidos de izquierda en Colombia tienden a fracasar.
Hay que buscar la forma sin pedirle al otro que pierda su identidad, pero se debe hacer un proyecto fundamental que sea común. Me parece que así hay una esperanza real, una posibilidad real, a condición de no segmentar las fuerzas, porque la segmentación política, a veces por razones de protagonismo personal, es la muerte de todo proyecto y es la mejor manera para ayudar a la burguesía a continuar con su hegemonía en la sociedad.

¿Es recomendable adelantar conversaciones de paz en medio de la guerra?

No. He participado en otros procesos de paz y la primera condición es el cese al fuego, porque ¿cómo hablar de paz cuando continúa la guerra? Conozco los argumentos del Gobierno en cuanto a lo que pasó en el Caguán, donde la guerrilla se reorganizó, pero, de hecho, los dos lados se han reorganizado, y por eso no me parece un argumento valioso. También es una situación penosa porque es la continuación de la violencia y de las muertes. Además podría debilitar el proceso de paz; espero que no, pero es un riesgo.

¿Los ciudadanos tienen conciencia de la importancia de su participación?

Sí. Es lo que me llama la atención de Colombia: que a pesar de la violencia y de que tantos líderes han sido asesinados, cada vez hay una nueva vida, un nuevo líder. En la sociedad colombiana hay mucho dinamismo, aunque no ha podido traducirse en una transformación sustancial.

En un país como Colombia, ¿cómo aprender a olvidar y perdonar?

Es un proceso largo y difícil. La base cristiana de la cultura colombiana puede ser un apoyo fundamental para un proceso de perdón y reconciliación. Pero todo empieza por reconocer la culpa, porque no se puede perdonar si no hay reconocimiento, y éste debe ser concreto, práctico, no puramente simbólico.

¿Qué papel juega la Iglesia como institución?

Justamente, la Iglesia como institución ha estado muy ausente de todo el proceso hasta ahora. Y esta es la oportunidad de retomar, reencontrar, un papel profético, en el que anuncie los valores fundamentales del reino de Dios: la justicia, la paz y el amor, de manera concreta y no abstracta. Tal vez con la inspiración del papa Francisco pueda cambiar y mejorar en un país como Colombia.

¿Colombia está preparada para la paz?

Con los movimientos sociales que se desarrollan actualmente hay una base real para construir la paz, pero va ser una lucha y de nuevo vamos a ver si las clases sociales más influyentes quieren reproducir su poder o si van a aceptar que tienen que repartir con las demás clases sociales la riqueza, que no sólo es material sino también moral.

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Por: Óscar Güesguán

tomado de: http://www.elespectador.com/noticias/paz/fe-los-dialogos-articulo-447285