Un peligroso relajo y ojalá un “adiós a las armas”

Por: Álvaro Leyva Durán 

Un presidente joven como el nuestro, en vísperas de cumplir diez meses de su toma de posesión, se debe estar preguntado cómo le estará yendo. Y está muy bien que se esté haciendo esa pregunta. Lo preocupante es lo que dicen algunos: que el doctor Duque está convencido de que todo marcha viento en popa y a toda vela; lo que de ser así me parece un gran dolor de cabeza para el país pues solo faltaría que nuestro Jefe de Estado nos terminara recitando la Canción del pirata de José de Espronceda: “Con diez cañones por banda,/ Viento en popa, a toda vela,/ No corta el mar, sino vuela/ Un velero bergantín:/ Bajel pirata que llaman/ Por su bravura el Temido,/ En todo el mar conocido/ Del uno al otro confín”.

Muy a mi pesar, lo que veo y siento, es que lo que hay ahora en este país nuestro es un gran relajo. Un grave relajo. Que como va, podría terminar convirtiéndose en un peligrosísimo relajo. Que el Fondo Monetario Internacional prevea un crecimiento para la economía colombiana de 3,3 % en este año, tercero después de Perú y Chile, no dice mucho. El relajo se encargará de minimizar el anuncio. Las demandas al Plan Nacional de Desarrollo y a la Ley de Financiamiento (reforma tributaria), presagian un descalabro para Duque por la existencia de los orangutanes que se manifestaron desde el momento de su aprobación; el desestímulo a la inversión extranjera por el incumplimientos de los Acuerdos de La Habana, el vulgar matoneo a la JEP, y los asesinatos en serie de líderes sociales, defensores de derechos humanos y guerrilleros desmovilizados, es más que evidente. Pocos ponen su platica a donde no hay seguridad. Pero como hay tanto sabio en la casa presidencial, se terminará creyendo que el New York Times es un pasquín, y que lo que digan sus páginas previa constatación de pruebas, sus editoriales, sus alcances y certera influencia mundial, sumado a la opinión de la comunidad internacional que lo repite en coro, vale lo que sabemos…, porque, “Sí mi Capitán… en nuestro bergantín vamos del uno al otro confín, viento en popa, a toda vela”.

Y entonces tenemos la desventura de ser testigos de la desinstitucionalización del Estado. ¿La Justicia? Claro que sí. Pero no la de los textos. “¡Extradítenlo! ¡extradítenlo”, se grita desde la tribuna. “Sí, a Santrich, extradítenlo”, pide la tribuna. Tribuna de una sola voz, pero con eco: “Yo sí soy capaz de hacerlo. Capaz de extraditarlo” –se responde. Efecto pollice verso, se llama: “El pulgar al revés” (así en Roma la realidad haya sido otra: pulgar hacia arriba igual muerte). Funesta manera, sin duda, de concluir un razonamiento descarrilador por aquello de conducir a pensar que, en efecto, “el Estado soy yo”.

Y en el caso de Hernán Darío Velásquez Saldarriaga, alias el Paisa, eso de “¡a por él!, simple y llanamente -así guste o no-, no se puede, Así no es. La justicia es otra cosa. A la fecha, ni la policía, ni ninguna inteligencia de esas que se ponen de moda de cuando en vez, ha señalado que el Paisa haya vuelto a delinquir. Aparte de que la Sala de Reconocimiento de Verdad, de Responsabilidad y de Determinación de los Hechos y Conductas de la JEP, no tiene la competencia para revocar el beneficio de la sanción restaurativa. Aún más, ¿cómo se le revoca una sanción a quien aún no ha sido sancionado? Mucho menos cuando aún no hay Ley Estatutaria. Recuérdese que las sanciones se indican en ese instrumento legal.

Y abundo todavía más. El doctor Rodrigo Rivera, ex alto comisionado para la Paz del anterior gobierno, y el exministro de Defensa doctor Luis Carlos Villegas, perfectamente podrían dar testimonio de lo ocurrido en Miravalle, Caquetá, la noche en que Iván Márquez, Velásquez Saldarriaga, y otros, tuvieron que dejar apresuradamente, ese, su sitio de residencia. También valdría la pena escuchar a nivel de la JEP a quienes como representantes de la Comisión de Verificación de la ONU, rindieron versión de lo sucedido en la reunión de Carpa Azul (sistema de monitoreo), celebrada a raíz de aquellos mismo hechos.

No dejo de llamar la atención sobre algo esencialmente elemental que la razón natural indica cuando las crisis políticas y sociales llevan a los jefes de Estado a convocar a sus conciudadanos o a sus voceros políticos. Excluir de la convocatoria a sectores de opinión, es un error; convocar para cambiar acuerdos que son caminos de consolidación de la paz, es otro error, gravísimo este sí. Es como prenderle fuego a un bosque. Y pretender que todos piensen como piensa el convocante, es una vana ilusión. Todo lo cual es como convocar a un fracaso previamente anunciado. Por fortuna, estamos en víspera de conocer un nuevo norte que se espera constituya un camino luminoso a seguir: el pronunciamiento de la Corte Constitucional sobre el perverso Florero de Llorente de la época, con el que se pretendió regresar a épocas luctuosas. Hacemos fuerza porque se trate de un adiós a las malditas objeciones sobre el que se pueda construir un verdadero “adiós a las armas”. No me canso: sobre ello cimentemos el estrado de la verdad, de la reparación a las víctimas y de la no repetición.

Fuente: https://www.las2orillas.co/un-peligroso-relajo-y-ojala-un-adios-las-armas/