¡Somos ríos de memorias, donde fluye la vida!

El hilo de nuestras memorias de país, regiones, etnias, hechos significantes de dolor generado por la violencia de Estado y también unas violencias rebeldes que siguen, son parte de nuestra historia. Historia de horrores, de barbarie, que también son parte de las vivencias de pueblos hermanos de América, Europa, África y Asia.

 

Nuestras memorias se sumaron a las de Argentina, Chile, Italia, México, España, Estados Unidos, Guatemala, participantes de este Diálogo Internacional de Memorias Transgeneracionales de las que volvimos a reconocer similitudes, diferencias y cómo los Estados han desarrollado operaciones de exterminio para asegurar un tipo de democracia y de economía excluyentes y unas formas de pensamiento unanimista y pero sobre todo como las sociedades, han tejido sus memorias mostrando indignidad, develando lo absolutamente repudiable y lo que éticamente debería ser inaceptable para la sociedad y los ejercicios de poder institucional.

 

La represión propia de los Estados es el reflejo también de una parte de la humanidad qué, en la dinámica de las fuerzas de la vida, la historia entre las fuerzas de libertad y las fuerzas del orden, asume el ejercicio de la fuerza violenta de modo simbólico y material, físico, biológico; desarrolla estrategias para imponer sobre otros y otras, modos de organización territorial, del sentido de la vida, de lo que debemos ser como sociedad, como país. Los costos han sido y siguen siendo altos para el conjunto de la vida, la humana individual, la familiar, la comunitaria, la social y de todas las especies que con nosotros coexisten.


Colombia, más de 70 años de violencias armadas, más de 12 guerras internas desde la independencia. De estas últimas décadas más de 220 mil víctimas de muertes por la violencia armada con motivos políticos (la defensa o la transformación de la democracia), más de 80 mil personas dadas por desaparecidas, más de 9 millones de desplazados internos, 3 millones despojados de sus tierras… toda una radiografía de dolores, a veces de sufrimientos, y con ella de odios, de venganzas y de intentos, una y otra vez, de la reproducción de la violencia con todas las justificaciones morales, éticas, políticas y jurídicas.

 

En cada una de esas personas afectadas, de sus núcleos familiares, de sus comunidades y los territorios, vidas en que las cicatrices del ayer aparecen sin la herida, pero se conducen en el subconsciente colectivo, se preservan en la memoria sin la experiencia directa, manifestándose de una u otra manera, de una generación a otra. Esas manifestaciones de traumas históricos en condiciones de mayor pobreza y exclusión, racismos estructurales, brutalidades policiales, aceptación de la impunidad y del proyecto de muerte, el alcoholismo, las separaciones familiares y la fragilidad emocional, miedos y terrores, hastío, pesimismo, desesperanza lesiones en la identidad del alma del pueblo, la violencia armada con nuevas formas.

 

Desde el 2002 en desarrollo de este proceso de memorias y de conocimientos asumiendo las fracturas, los desequilibrios y las heridas causadas por las violencias armadas y al reconocer que los Estados son incapaces de hacer justicia como es su deber y responsabilidad, al comprender que la impunidad es la constante ante los Crímenes de Lesa Humanidad y Crímenes de Guerra, asumimos una búsqueda en el derecho restaurador que asume una búsqueda y de sentido del equilibrio en el que se resignifica la justicia comunitaria como sanciones transformadoras y sanadoras.

 

Ese llamado ancestral a lo justo es volver al equilibrio, al orden primigenio, antes de la ruptura generada por la violencia.

La memoria comprende desde el lugar de los afectados un espacio de reconstrucción de la vida, de los proyectos de la vida, de reconocimiento de lo afectado y también de lo aprendido y de lo que ha de desatarse para evitar su repetición. Ese proceso supone una mirada de sí, de mi memoria de dolores, de mi memoria de las violencias, de mi memoria de mis potenciales transformadoras y de mi disposición a la verdad. Y, también una mirada de las otras memorias del sujeto humano responsable, de la institución y organización con la que desarrolló la operación de destrucción del otro por motivos ideológicos, por odios, por prejuicios y modelos de exclusión de lo distinto.

 
Ese sentido de la justicia basado en la verdad parte del encuentro de memorias. Es más que la sanción jurídica si existiera, es más una apuesta por el reconocimiento del daño causado y de su transformación por la vinculación de las dos partes, honrando la historia, en la transformación simbólica, espiritual y material del presente. Si una de las partes decide mantenerse en el negacionismo es su decisión, pero por lo menos, la parte afectada, recobra un equilibrio interior, familiar, comunitario, ambiental que posibilita la curación y llevan a una fase de evolución superior de la especie humana y de los ecosistemas con los que coexistimos. Ante el desequilibrio que genera la impunidad jurídica y social, el sujeto con poder consciente puede llegar a transformaciones para no quedar atrapados en los juegos de la impunidad institucional, en los juegos de poder, de los pactos de silencio.

 
Tenemos evidencias cuando la situación de destrucción sigue viva, cuando la ruptura generada por la violencia genera lealtad a la muerte, a la venganza, al resentimiento, el cuerpo individual, el cuerpo social expresa su enfermedad en profundización de destrucción, en pérdida de valores sociales de convivencia, en lo básico de la ética, en una estado compulsivo de diversas adicciones, que ocultan, que niegan, que transfieren. Así unas memorias transformantes son unas memorias que sanan para superar el sufrimiento en la verdad, más allá de la verdad que el responsable pueda aceptar o reconocer, es ruptura con esos hilos de odios o de venganzas. Los desequilibrios causados por Crímenes de Lesa Humanidad y Crímenes de Guerra son sistémicos, afectan el conjunto de las esferas de los seres humanos y de los ecosistemas.



La escucha de tantos procesos y prácticas de memorias nos muestran aprendizajes fundantes de nuestras miradas y retos presentes que como comunidades y organizaciones nos lleva a continuar ahondando.

Gracias las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora aprendimos a afrontar la impunidad con estrategias de memorias en nuestros territorios, con imágenes, retazos de fotografías, casas de memorias.

Gracias a ellas y con la Comisión Ética de la Tortura de Chile aprendimos a mirar en el derecho y más allá del derecho, a comprender que cada dolor causado debe ser registrado, debe ser documentado, que nuestro ser debe mostrar la bondad profunda más que la sed de venganza o el odio, a resignificar la importancia de ritualizar la vida, de conmemorar en esperanza.

Gracias a los H.I.J.O.S de Córdoba Argentina, aprendimos a mantener la alegría, a saber recibir las herencias, a protegerlas y multiplicarlas en vidas, a caminar en nuestros territorios a nuestra manera porque no tenemos esas calles asfaltadas.

Gracias a la Sociedad Civil de las Abejas de México asumimos que la memoria retoma las profundas ancestralidades y las reactualiza en el presente.

Gracias a Aluna reconocimos que las múltiples violencias que viven pobladores de México tienen que ver con intereses económicos marcados por la ilegalidad frente a un Estado que ha sido permeado por la corrupción, donde el ser humano es objeto de disputa por poderes mafiosos para quitarle su dignidad. Hechos innombrables, sin verdad, sin justicia, menos sin garantías de no repetición.

Aprendimos de la búsqueda incansable de las madres por sus hijos desparecidos a quienes les arrebataron el derecho a soñar, ellas como germen y dadoras de vida se niegan al silencio y cada vez alzan más sus voces gritando dónde están los desparecidos.

Fuimos informados de las múltiples formas de organización para superar el trauma causado por la violencia y del exilio, lo emocional como una herramienta terapéutica que permite alivianar pesos y dolores en el tiempo. La resistencia heredada por generaciones chapanecas son el desafío a esas nuevas formas de sometimiento, recreando y construyendo senderos de unidad entre los pueblos.

Gracias al Arzobispado de Guatemala aprendimos que la memoria de un pueblo que vivió las consecuencias del conflicto armado debe ser reconstruida y entretejida desde las distintas espiritualidades, un proyecto inter diocesano para la recuperación de la memoria histórica ofreciendo insumos para la Comisión de Esclarecimiento histórico por el acuerdo de Paz.

Honrando la memoria de Monseñor Gerardi, un paladín en el trabajo de la memoria, la verdad y la justicia en Guatemala asesinado el 26 de abril de 1998, dos días después de entregar el informe Guatemala Nunca Mas, queda como aprendizaje que se nos ofrece, lo que hoy se mantiene en el tiempo, la oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala compuesta por hombres y mujeres que desafiaron el temor y avanzaron en procesos pedagógicos de la memoria que salieron de los archivos y se han presentado como experiencias para que no se borre una historia, que pueda transitar a una sociedad reconciliada.


Gracias a las Víctimas del Franquismo aprendimos a dimensionar las graves consecuencias que podemos dejar en herencia cuando los exterminios y los negacionismos impiden cerrar duelos y transformaciones de fondo.

Gracias a las Víctimas de Sudáfrica aprendimos que cuando una parte del cuerpo nación sufre, sufre toda la nación; que cuando sufre una parte de la humanidad sufre toda la humanidad. Somos a la vez únicos y a la vez todos, únicos y juntos, particulares y totales.

Gracias a nuestros amigos de Alemania aprendimos que la apuesta por la Vida es un aprendizaje permanente, que a pesar de tanta barbarie, por negacionismos y fragmentaciones en las demandas sociales, se prologan y agravan los males profundos de nuestra sociedad.

Gracias a nuestros amigos del Estado Español que resonaron en nuestras memorias presentes y nos hablan de luchas milenarias, de luchas interrumpidas, negadas o silenciadas que merecen ser recibidas en la historia de la humanidad.

Gracias a todas nuestras memorias que son bosques, calles, ríos y pájaros, alamedas que nos dan los atisbos de la verdad, que nos llevan hacia verdades que a veces se hacen judiciales otras no; que esas memorias nos dotan de identidad en nuestra historia, y son ellas, las que nos llevan a asumir con el corazón, la mente y nuestro cuerpo a comprender la distinción entre la belleza y la orfandad de lo bello, entre lo bueno y aquello que deberíamos siempre repudiar por ir contra nosotros mismos.



Nuestras conclusiones:

El impacto de los Crímenes de Lesa Humanidad y Crímenes de Guerra va más allá de lo físico, ideológico y político, es un exterminio espiritual y se extiende más allá de unas personas o grupo humano, esa afección profunda se interrelaciona con la humanidad toda e influye en nuestro presente, se expresa sin elaborar, debido a la impunidad y al desequilibrio del pasado, en el desequilibrio del presente, influyendo en cómo vivimos, cómo vemos el presente y el futuro, cómo nos vemos en relación con los otros.

Las memorias transformantes son una conciencia subjetiva y colectiva. El equilibrio es una posibilidad que nos lleva a superar lo doloroso en esperanza presente, en aprendizaje por la Vida en la vida histórica, que conduce a mirar atrás sin pesadumbre, con realismo. Asumiendo nuestra contradicción pero esforzándonos por ser mejores seres humanos y con consciencia de lo que queremos dejar a nuestra generaciones venideras: superación del miedo, superación de la impunidad con otros sentido de justicia, afirmación de la belleza, de lo justo, de la virtud humana y de nuestra coexistencia con otras especies, de una mirada compasiva con aquel que nos destruyó.

Veinte años después de nuestro Encuentro Internacional de Comisiones de la Verdad y Jurisdicción Universal en 2002, seguimos caminando en medio de un Acuerdo de Paz, en el Derecho Restaurador en la Jurisdicción Especial de Paz, y más allá de esta. Nuestros encuentros extrajudiciales con exmilitares, exmilitares, empresarios que han sido participes de la violencia contra nuestras comunidades nos han mostrado que ese 2002 de nuestro Encuentro fue visionario y hoy estamos logrando desde las verdades proyectar territorios transformados y nuevos sentidos de justicia.

Nuestro registro histórico de la violencia más reciente de 70 años en Colombia, es solo una parte de miles de millones de años de la vida humana, y somos parte del registro genético, geográfico, ecológicos (sistémico) de la humanidad; asumir nuestras memorias es integrarnos a la historia de la humanidad, desconocer, negar, ocultar o mantener las sombras de nuestro pasado lleva a la repetición y la delegación a las generaciones posteriores de asuntos que ellos no vivieron y qué no decidieron.



Proponemos realizar un II Diálogo Internacional de Memorias Transformantes e Intergeneracionales, para profundizar sobre el abordaje de integración, síntesis, sanación y construcción de paz o democracias justas en lo social y ambiental.

Generar procesos y espacios de sanación individual y/o colectiva a partir del reconocimiento de nuestra identidad, el reconocimiento del otro, a partir de la conexión con la tierra, la semilla, la naturaleza que debe ser sanada.

Siendo conscientes de las nuevas formas de comunicación y la intervención del mundo virtual en la vida de los jóvenes y niños debemos crear herramientas o estrategias para resistir en esos espacios, difundiendo la memoria y la identidad, como una tarea que debemos repensar en las diversas organizaciones sociales y desde espacios institucionales.

Nuestro reto en consciencia, es integrar la memoria en transformaciones que evitan la repetición de las violencias armadas y que delegan a las nuevas generaciones una curación básica, que significa un recuerdo que honra la Vida, la epopéyica de cambios, que identifica lo que debe evitarse en la consumación y repetición de Crímenes de Lesa Humanidad y Crímenes de Guerra, y en la forma de afrontar la impunidad. Cimentar sin consciencia es obligar al pasado a permanecer siempre como destino de nuestras historia, de nuestro presente y futuro.

¡Somos ríos de memorias, donde fluye la vida!
 

Turbo-Antioquia, 24 al 25 de febrero 2022.

Imágenes: Contagio Radio.