Se repite Guernica

El 26 de abril de 1937 la población vasca de Guernica fue víctima de un bombardeo inmisericorde por parte de aviones de los regímenes fascistas alemán e italiano.


Durante tres horas y media, de las 4 a las 7.30 de la tarde, cayeron sobre la población de 5000 habitantes miles de bombas destructoras e incendiarias mientras los aviones ametrallaban en vuelo rasante a quienes huían despavoridos: hombres, mujeres, viejos, jóvenes y niños. Así ayudaba el fascismo a las fuerzas de Francisco Franco alzadas contra la República española.

Este trágico episodio quedó consagrado plásticamente en el inmenso lienzo pintado por Pablo Picasso en tonos de gris azuloso sobre fondo negro para el pabellón español de la Exposición Internacional de París 1937. Desde entonces esta pintura de estirpe típicamente cubista (original en el Museo Reina Sofía de Madrid), es el mayor símbolo existente del horror de la guerra. Nadie olvida después de contemplarlo el gesto de extrema angustia de humanos y animales, ni la pequeña bombilla encendida que pende del techo.

Colombia es otro Guernica, no de horas sino de más de medio siglo, 20.000 días, no de algunos centenares sino de millones y millones de víctimas, no pintado en un cuadro sino expresado en todas las formas imaginables de arte. El horror del enfrentamiento colombiano no tiene nombre ni medida y, con lo que hoy está ocurriendo, corre el enorme riesgo de prolongarse sin límite y manchar, inclusive, ahogar la paz naciente. No exagero. Muchas voces condenan la nueva ola de violencia selectiva y exigen acción a las autoridades de Colombia. Muchas claman por la solidaridad de la comunidad internacional.

La sociedad: “Denunciamos ante el país y el mundo que se ha puesto en marcha un operativo de exterminio, vinculado a las amenazas develadas en diversos lugares del país contra activistas del movimiento agrario, ecologistas, indígenas, mujeres, estudiantes y trabajadores, defensores de los derechos humanos que hoy hacen parte del honroso movimiento de defensores/as de la paz. El Estado y el Alto Gobierno poseen instrumentos constitucionales para enfrentar amenazas extraordinarias, incompatibles con el logro de la paz y la convivencia”.

Las FARC: “Señor Presidente… Póngase en el lugar de las organizaciones sociales victimizadas, o en el nuestro, y pregúntese ¿Qué actitud asumiría usted frente a este río de sangre que amenaza con arrasar el proceso de paz que adelantamos? Y ¿Qué haría Usted, ante la reciente violación del cese al fuego que produjo la muerte de dos guerrilleros en el sur de Bolívar? Si está comprometido con la paz de Colombia actúe en consecuencia poniendo punto final a este exterminio de inocentes… implementando ya el acuerdo sobre garantías de seguridad”.

La ONU: “La Misión y el sistema de ONU en el país manifestaron preocupación por los recientes actos de violencia perpetrados en zonas afectadas por el conflicto que incluyen el asesinato de líderes sociales… Se habrían denunciado más de 200 de esos asesinatos en 2016 y en el último mes se registró una ola de nuevos asesinatos de al menos siete dirigentes… ONU consideró que la escalada de la violencia socava la confianza de alcanzar una paz estable y duradera en el marco de la esperada firma de un Acuerdo Final de Paz…”

Estas voces hay que oírlas y atenderlas. Hay que superar la indolencia de los poderes públicos. Si la fiscalía y los jueces no investigan hasta descubrir autores materiales e intelectuales de los crímenes no llegará la paz. La sociedad radicaliza su acción para hacerse oír lo cual es justo y necesario. Otro Guernica, otro extermino, no va con la paz.

@luisisandoval

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/se-repite-guernica