Santiago nos llama a ser consecuentes con Jesús

Por: Héctor Mondragón

I

“El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:18). Afirmación que nos recuerda que en el Salmo 85:11 dice: “El amor y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron”.

Para las Escrituras hay una unidad entre paz y justicia. Pero, frecuentemente en la antigua alianza se enfatizó en que la justicia produce paz. Así, Isaías 32:17 dice que “el efecto de la justicia será la paz”. En Jeremías 34:8-17, Dios les propuso a los judíos un pacto: que cada uno deje libre a sus compatriotas esclavos o esclavas, los judíos inicialmente aceptaron, pero luego se arrepintieron de haberse arrepentido y volvieron a esclavizar a quienes habían esclavizado. Como resultado de esa injusticia, los judíos perdieron su paz y libertad, derrotados por los babilonios.

La forma como presenta las cosas Santiago enfatiza en la paz, como camino a la justicia restaurativa. Es así en la nueva alianza, una alianza superior (Hebreos 8:6-7). El repetido fracaso de los israelitas para realizar la justicia y mantener la paz, se sumó al repetido fracaso de todas las naciones en el intento de ser justas y pacíficas. La justicia judía, la justicia romana máxima expresión  jurídica  de  la  antigüedad  y  Herodes,  al  condenar  a  muerte  a Jesucristo demostraron el total fracaso de la justicia humana (Hechos 4:27).

II

La nueva alianza significa que el reino de Dios ya está aquí (Lucas 17:21) y que no está regido por la lógica de las naciones (Mateo 10: 42-44):

Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean sobre ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

La lógica de las naciones es la de la dominación, para imponer intereses económicos, políticos y culturales. La lógica del reino de Dios es la del servicio hasta dar la vida por la salvación de muchos.

El reino de Dios excluye la guerra, la imposición y el engaño. El servicio avanza en conquistar justicia en paz, con el amor y el testimonio. Por eso para el reino de Dios no hay guerra justa. El reino de Dios distingue entre agresores y víctimas, pero no enfrenta la agresión con agresión, “vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).

Entonces “¿cómo los cristianos hicieron la paz con la guerra?”. Juan Driver en un librito con ese título, que a quien no haya leído le recomiendo leer, demuestra que los cristianos durante los tres primeros siglos no participaron en guerras y sólo desde el siglo IV, a partir de la alianza de la iglesia con Constantino, los cristianos entraron al ejército imperial y a finales de ese siglo ya sólo se aceptaba cristianos como militares. Un viraje de 180 grados.

En 385, por primera vez cristianos condenaron a muerte a un cristiano, Prisciliano, por supuesta herejía. El emperador Teodosio declaró al cristianismo “religión oficial” del imperio. El reino del amor y del servicio fue sustituido por la teología del dominio, de la conquista imperial, de los misioneros como parte de las tropas invasoras de los imperios coloniales de Roma, Bizancio, España, Portugal, Inglaterra, Holanda, Alemania o Estados Unidos.

Que la iglesia fuera fiel a su misión de paz, servicio y testimonio durante los tres primeros siglos, le exigió lidiar con sus propias flaquezas, que se manifiestan desde el primer siglo, porque los cristianos eran y somos humanos. Las cartas a las siete iglesias en el libro del Apocalipsis nos dan un ejemplo de cómo las iglesias deben ser discipuladas por la revelación de Jesucristo. Sólo encuentra dos de las iglesias bien encaminadas, cuatro son reprendidas, y una estaba como muerta. La carta de Santiago, que puede ser anterior al Apocalipsis, hace críticas constructivas pero fuertes a las iglesias a las que exige un seguimiento a Jesús, un llamado a la lógica del reino de Dios.

III

La carta de Santiago nos llama a ser consecuentes con Jesús de Nazaret. Es una carta a las iglesias. Muestra como dentro de las iglesias tiende a reproducirse la lógica de la dominación de las naciones, hasta en las actividades más básicas de nuestro culto.

Al tiempo que Santiago ratifica el papel de la oración y nos exhorta con orar por los afligidos y por los enfermos y a pedir a Dios con fe firme y humildad, sabiduría, encuentra que desafortunadamente la oración misma puede ser cooptada por la lógica de la dominación (Santiago 4:1-4):

“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?

El origen de las guerras y el asesinato es la codicia y si oramos con codicia y por codicia, “para nuestros deleites”, oramos mal, practicamos teología de la prosperidad, hacemos oraciones de guerra y para la guerra, sin amor, sin preocuparnos por los demás.

Si hay de guerra, tambié hay palabras que son guerra, que son de odio. No podemos, nos dice Santiago, maldecir con la misma lengua que bendecimos. La agresión verbal, la calumnia, la injuria, las ofensas, son violencia y convierten la lengua en un veneno que actúa como una chispa que incendia un bosque entero. Las familias se quiebran por agresiones verbales, las iglesias se despedazan por conflictos personales, las noticias falsa (fake news) llenan las redes sociales para enemistar a la gente, destruir personas y generar guerras. Cuántas “armas de destrucción masiva”· han inventado las noticias, para justificar las guerras de saqueo y destrucción.

Por otra parte, no dice Santiago, no podemos creer que poseemos la verdad, sino que ser “prontos para oír y tardos para hablar”, escribió Santiago. Muchas veces creemos que tenemos la verdad en el bolsillo y que los demás sólo están en las tinieblas y no oímos a las y los demás. Evangelio es “buena noticia” y no imposición de mi verdad. Tenemos que ser como Abraham que le pagó diezmo a Melquisedec, sacerdote de Dios y no fue a exigirle que lo reconociera como el elegido de Dios. Que no nos sorprenda que lleguen magos de oriente a decirnos que saben de Jesús.

Tenemos que oír como Jesús oyó a la mujer sirio fenicia cuando le pidió liberar a su hija del demonio (Marcos 7:24-30) o cuando María en la boda de Caná (Juan 2:1-11) le dijo que se había acabado el vino. En ambos casos el da respuestas que aparentemente lo liberan de actuar: “primero los israelitas, todavía no es el turno de ustedes” y “a nosotros eso no nos concierne”. Pero Jesús oyó y actuó. Y él nos llama a oír al que tiene hambre, al migrante, al enfermo, al preso, al necesitado, porque es Jesús mismo (Mateo 25:31-46),

¡oigámoslo!

“Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros cree ser sabio en este mundo, hágase ignorante y así llegará a ser verdaderamente sabio, la sabiduría de este mundo es insensatez” escribió Paulo (1 Corintios 3:18-19), “pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Pidamos a Dios sabiduría pacífica, amable y misericordiosa.

Si Jesús no vino a condenar sino a salvar, la iglesia que lo sigue no tiene como misión condenar a nadie sino salvar (Juan 3:17). “No juzguéis y no seréis juzgados”, nos dijo Jesús (Mateo 7:1); “porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no haga misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”, nos recuerda Santiago.

Recuerdo a Roberto Suderman en Teusaquillo, hablándonos de la carta de Santiago. Nos contaba que le sorprendió que cuando hacía estudios o cursos en Colombia, frecuentemente le preguntaban “¿Y eso qué?”. En el sentido de “y para nosotros, para mi vida, eso qué”.

Santiago tiene un interés primordial en que seamos “hacedores de la palabra y no sólo oyentes”. La fe real tiene que estar viva, “la fe, si no tiene obras, está muerta”. No podemos sólo decirle a la hermana o hermano que padece necesidad “que Dios te ayude”, pero “sin darle las cosas necesarias para el cuerpo”. Como dice Juan: “no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:18). Somos salvos por gracia de Dios, por fe, por la fe viva que actúa en la realidad.

IV

No podemos congraciarnos con la injusticia que domina en el mundo ni proyectarla dentro de la comunidad de fe. Santiago protesta porque las iglesias están discriminando en su propio interior y privilegian a los ricos, mientras desprecian a los indigentes. En Estados Unidos y Sudáfrica los cristianos blancos apartaban a los negros, los colocaban atrás o simplemente no los aceptaban en sus cultos y les imponían hacer cultos separados o iglesias aparte.

Jesús no rechazó a los ricos, estaba feliz porque Zaqueo se arrepintió y fue a su casa. José de Arimatea, seguidor de Jesús, era rico, miembro del Sanedrín, el único que votó en contra de su condena a muerte y que tomo el riesgo de ir por su cuerpo y colocarlo en un sepulcro de su propiedad.

Pero, el rico, como el pobre, llega a la iglesia a seguir a Jesús, no ha reproducir su posición dominante dentro de la iglesia, los cultos y la pastoral y a imponerle a la iglesia que defienda su poder en la sociedad. Jesús. al joven rico que “cumplía los mandamientos de la ley” le pidió cambiar de vida y ese joven se fue tristes porque estaba apegado a su posición económica y no le interesó seguir a Jesús.

Santiago recuerda que “Dios ha elegido a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman”. Dios en su soberanía ha hecho una opción por los pobres y les ha dado su gracia. Esto es una verdad gigante. Por eso Jesús cumplió la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres” (Lucas 4:18).

El Evangelio es buena noticia para las pobres y mala noticia para el sistema de dominación y así lo tiene que decir la iglesia. Santiago no se limita a reprender a las iglesias por discriminar a los pobres sino que penetra en las estructuras de dominación y violencia de su tiempo y dice (Santiago 5:4-6):

He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia”.

Los primeros versículo del capítulo 5 de Santiago son un eco de Jesús cuando proclamó “¡ay de vosotros los ricos porque ya tenéis vuestro consuelo” (Lucas 6:24). Así como Jesús, sus seguidores denuncian las estructuras sociales de explotación y opresión. Dios quiere que todos se salven y conozcan la verdad (1 Timoteo 2:4) y también los opresores pueden salvarse, como Zaqueo, si renuncian a la opresión.

Denunciar la explotación, el colonialismo, el racismo, el machismo y la guerra implica un riesgo. Seguir fielmente a Jesús muchas veces ha tenido como consecuencia ser perseguidos como fue él perseguido. Por eso Santiago (1:2- 4) nos dice: “hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”

Que Dios nos conceda la fe viva para seguir a Jesús, a pesar de nuestros errores y pecados y a pesar de las situaciones difíciles que nos prueban, para que de nuestro testimonio de la paz, amor y salvación de Jesucristo ayude en la obra de Dios de abrir el paso para que el amor y la verdad se encuentren y la paz y la justicia se besen.

14 de marzo de 2021

Imagen: Daily Verses