¿Qué legitimidad tiene el No?

Viendo entrar y salir de Palacio a las delegaciones del No, me pregunto por la legitimidad de su victoria en el plebiscito.

¿Qué fue lo que ganaron realmente? Con una diferencia tan pequeña cualquier cosa adquiere un extraordinario valor, y más con la confesión de que la campaña tuvo como objetivo engañar y encolerizar a los incautos. Desde las elecciones del 2014, cuando Uribe soltaba acusaciones sin fundamento a través de La W, ya veíamos la estrategia de abdicar de la razón para encender el odio, aprovechando la gran cantidad de gente que no tiene estudios ni capacidad de análisis o educación política, ni oportunidades de tenerla, a diferencia de ellos, quienes usaron esa superioridad educativa, pero no para formar o guiar, sino para confundir a los más ignorantes. No tengo noticia, en ningún otro país del mundo, de una estratagema más sucia, clasista e inmoral, pues su objetivo no fue representar unas ideas buscando el bien común, sino encender el odio sobre la base de una perversa ficción. Por esa campaña el Centro Democrático no merece siquiera llamarse grupo político, quedando como mafia o grupo gangsteril.

¿Qué tal que la campaña del Sí hubiera basado su estrategia en decir que el Acuerdo de Paz le daría a cada campesino una hectárea gratis de terreno, una vaquita y cinco gallinas? Si se hubieran basado en embustes, más electores la habrían votado y las cosas hoy serían diferentes. Pero el Sí no hizo trampa, por mucho que ahora algunos periodistas la critiquen diciendo que fue triunfalista (¿y qué hay de malo en eso?), o que no fue lo suficientemente pedagógica, como si el Gobierno no hubiera inundado el país con información sobre el acuerdo. Quienes promovieron el Sí dijeron siempre la estricta verdad y proyectaron en sus eslóganes un país posible. Optimista, utópico, edulcorado tal vez, pero posible, mientras que los del No salieron a decir falsedades programadas, con la complicidad de las iglesias cristianas, ese otro tumor de nuestra sociedad, cuyo mensaje tramposo y oportunista es una afrenta a cualquier posible idea de espiritualidad, y así, juntos, lograron derribar el más importante proyecto colectivo de este pobre país en su época reciente.

¿Qué legitimidad tiene lo que se consigue de ese modo? No todos los seis millones y medio de votos provienen de gente ignorante y engañada, pero es innegable, por la apretada diferencia, que sin eso no habrían ganado. Y ahí está el problema, pues muchos de los que votaron No no estaban votando contra el acuerdo, sino contra esa ficción distópica confeccionada por Vélez Uribe y Uribe Vélez que no está en ninguna de las páginas del proceso de paz, y por eso la legitimidad que reclaman como ganadores es bien poca. Celebro que el presidente les reciba sus propuestas y que incluya lo que se pueda tras negociar con las Farc. Pero que acto seguido lleve el nuevo acuerdo al Congreso, sin más, pues en rigor basta cambiar un adjetivo para que sea otro texto. Y esto no será “conejear” a los ganadores del plebiscito, como dicen los defensores del No (caso de María Isabel Rueda), sino el resultado natural de su escasa legitimidad. Sólo así podrán abrirse las puertas de la paz a un costo inferior del que pretenden cobrar sus enterradores.

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/legitimidad-tiene-el-no