¿Qué celebramos entonces? La estupidez humana, seguramente.

Según BP (2014) el Producto Bruto Mundial crecerá un 3,5% anual hasta el año 2035, pero como la intensidad energética (gasto de energía por unidad de producto) caerá un 1,9% cada año, el mundo consumirá 36% menos energía por unidad producida. Esto es celebrado como un logro, ya que menor consumo de energía significa además menores emisiones. Sin embargo mirado en términos absolutos, las emisiones de carbono aumentarán un 29% en ese período lo cual elevará la temperatura media del planeta unos 4° C. ¿Qué celebramos entonces? La estupidez humana, seguramente.


Suele argumentarse que el crecimiento del Producto Bruto es inevitable, cuando no deseable, y consecuentemente la reducción de la intensidad energética es un beneficio. Sin embargo esto puede tener una lectura inversa: Como los costos disminuyen por efecto de la eficiencia energética, la producción aumenta, los precios de los productos disminuyen y crece el consumo. Es decir, en última instancia, el crecimiento del Producto Bruto estaría en realidad motivado por la eficiencia energética.

Veamos algunos datos que respaldan este enfoque. En 2005 los automóviles en Estados Unidos habían ganado un 40% en eficiencia respecto a su consumo de 1960. Pero el aumento del parque automotor llevó a que en 2005 el consumo promedio per cápita de los vehículos particulares en el país aumentara un 30% (Hildyard et al, 2014).

Según un estudio del World Energy Council (2004) la intensidad energética cayó sostenidamente desde 1980 a un ritmo promedio de 1,5% acumulativo anual. Esto quiere decir que se ha reducido en un 36% la intensidad energética en los últimos 30 años a nivel global. Sin embargo el mundo duplicó su consumo energético en el mismo período pasando de 6.633 Mteps en 1980 a 12.476 en 2012 (BP, 2013).

El nuevo reporte de BP antes citado nos trae recuerdos del futuro. Entre 2012 y 2035 la intensidad energética volverá a caer un 36% pero el consumo de energía se triplicará impulsado por un Producto Bruto global que se multiplicará por 10.

Esto tiene su correlato en la intensidad de carbono, es decir la cantidad de dióxido de carbono que se emite a la atmósfera por unidad de energía consumido. China se vanagloria de haber reducido la intensidad de carbono de su industria eléctrica de 900 gCO2/kWh a 740 gCO2/kWh entre 2003 y 2012 (AIE, 2013). Pero en el mismo período su consumo de electricidad pasó de 1910 TWh a 4938 TWh (BP, 2013). Es decir, la intensidad energética de la electricidad china se redujo un 18% pero las emisiones netas del sector crecieron un 125%.

A nivel global la intensidad energética caerá un 8% entre 2012 y 2035 dice BP, pero las emisiones del sector energético aumentarán un 29%.

Esto no es nada nuevo. Es una verdad que se conoce desde 1865 cuando Jacob Stanley Jevons advirtió que las mejoras tecnológicas introducidas en las máquinas de vapor lograban un mayor rendimiento, pero no disminuían el consumo de carbón sino que, por el contrario, lo aumentaban. “Es absolutamente una confusión de ideas suponer que la utilización económica de combustible es equivalente a una disminución del consumo. La verdad es todo lo contrario” escribió (Jevons, 1865).

Desde entonces se conoce a este fenómeno como la “paradoja de Jevons” o más modernamente “efecto rebote”. La eficiencia energética en el uso de combustibles fósiles (o de

electricidad si esta es generada a partir de aquellos) no redunda en una reducción del consumo energético ni de las emisiones de carbono, sino que por el contrario las aumentan, tal como lo evidencian los números presentados más arriba. Solo la reducción drástica, en términos absolutos, no relativos, del consumo de fósiles podrá bajar las emisiones.

Esto vendrá de la mano inevitablemente de una reducción del Producto Bruto ya que las energías renovables no son capaces de suministrar la cantidad de energía que se necesita para un crecimiento económico como el esperado.

Suele también argumentarse que el crecimiento del producto es necesario para erradicar la pobreza. No hace falta que muestre números lo mucho que ha crecido el producto bruto mundial en los últimos 50 años y lo poco que ha disminuido la pobreza. Solo mencionaré que en el período que va de 1980 a la fecha, sigue habiendo mil millones de personas sin acceso a la electricidad y dos mil quinientos millones siguen cocinando con biomasa recolectada a pesar de que el consumo energético se duplicó (AIE, 2011).

No es cierto que el aumento del producto bruto sea necesario para reducir la pobreza. No es cierto que la eficiencia energética reduzca las emisiones.

Más bien parece que, en ambos casos, es todo lo contrario.

Bibliografía citada:

(AIE) Agencia Internacional de la Energía (2011) “Energy for all. Financing access for the poor. Special early excerpt of the World Energy Outlook 2011”. París. Agencia Internacional de la Enegía.

(AIE) Agencia Internacional de la Energía (2013) “Redrawing the energy-climate map” París. Agencia Internacional de la Energía. BP (2013) “Statistical Review of World Energy 2013”. Londres. BP. BP (2014) Energy Outlook 2035.

http://www.bp.com/en/global/corporate/about-bp/energy-economics/energy-outlo ok.html

(WEC) World Energy Council (2010). 2010 Survey of Energy Resources. Londres. WEC.

Hildyard Nicholas, Larry Lohmann y Sarah Sexton (2014) Seguridad energética ¿para qué? ¿para quién? Ed.Libros en Acción, Madrid Jevons, William S.: The Coal Question. An Inquiry Concerning the Progress of the Nation, and the Probable Exhaustion of Our Coal-Mines. (1865) Macmillan and Co. Londres.

*Gerardo Honty es investigador de CLAES (Centro Latinoamericano de Ecología Social)

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