Por la Paz, La Resistencia Continúa: Declaración de la Dirección Nacional y el Comando Central

Para favorecer el proceso de paz, mantenemos respeto por la mesa de La Habana. Siempre confiamos que cualquier diferencia, el país la podría conocer en el curso de nuestro proceso, que está abierto a la participación de la sociedad. Pero ante el congelamiento impuesto por el gobierno a la mesa con el Ejército de Liberación Nacional, y ante próxima la firma de un acuerdo definitivo de dejación de armas de las FARC, nos vemos en la obligación de expresar que no compartimos la esencia de estos acuerdos.


El gobierno de Juan Manuel Santos llega a la mitad de su segundo mandato y los resultados son desastrosos. La locomotora minero-energética que debía jalonar la economía, se descarriló por la baja de los precios y la caída de las exportaciones de materias primas. Mientras el sector financiero reporta jugosas ganancias, se mantiene el estrangulamiento de la industria y la agricultura. El peso se devalúa, la inflación se dispara, aumenta la deuda externa y la balanza comercial es deficitaria. Ante el profundo hueco fiscal, es inminente otra reforma tributaria contra la clase media y los sectores populares.

El desempleo, la carestía, la miseria, arrasan con los pobres y la hambruna mata sin clemencia la infancia, principalmente de las comunidades afrodescendientes e indígenas. Ante esta caótica situación, diversos sectores sociales no tienen más alternativa que movilizarse para reclamar los derechos básicos, que el Estado debe garantizar; siendo brutalmente reprimidos por la fuerza pública, amparados en las últimas leyes antisociales, que han venido imponiendo las bancadas parlamentarias santistas y uribistas. Además, se aumentan las amenazas y los asesinatos del paramilitarismo contra las organizaciones y los dirigentes que se atreven a disentir de las políticas estatales.

Un logro importante de la gestión de Santos, se dio el 23 de junio de 2016, con el acuerdo sobre Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y Dejación de Armas de las FARC.

Para favorecer el proceso de paz, mantenemos respeto por la mesa de La Habana. Siempre confiamos que cualquier diferencia, el país la podría conocer en el curso de nuestro proceso, que está abierto a la participación de la sociedad. Pero ante el congelamiento impuesto por el gobierno a la mesa con el Ejército de Liberación Nacional, y ante próxima la firma de un acuerdo definitivo de dejación de armas de las FARC, nos vemos en la obligación de expresar que no compartimos la esencia de estos acuerdos.

Se evidencia que el objetivo principal de la comandancia de FARC, es convertirse en una organización legal, aceptando unos acuerdos que exculpan al Estado de su responsabilidad en el desarrollo de la guerra sucia y el Terrorismo de Estado, a la vez que deforman los fundamentos esenciales del Derecho a la Rebelión. Así, el gobierno niega la naturaleza política del alzamiento armado y mantiene intacto el régimen oprobioso de violencia, exclusión, desigualdad, injusticia y depredación.

Compartimos las inquietudes de diversos sectores de la sociedad, del movimiento social y político, frente a varias de las temáticas acordadas, ya que no interpretan sus expectativas, como la limitada participación de la sociedad; la negociación de asuntos sociales sin tener en cuenta a los sectores afectados; la justicia transicional que evita el enjuiciamiento al Estado por su culpabilidad en el genocidio; y la poca incidencia de lo acordado para modificar la realidad del país.

El Estado colombiano, el Presidente y las Fuerzas Armadas han expresado con claridad que “la paz es la victoria”, y que a ella se llegó como resultado de la aplicación de la fuerza militar. Para ellos, la paz no es una convicción política, sino sólo un cálculo económico; pues les resulta más barato llevar la insurgencia a la legalidad sin comprometerse con las transformaciones que la sociedad necesita, y evitar la prolongación de una lucha de resistencia, que los viene desgastando y no podrán controlar.

El ELN ha reiterado que la paz sólo será posible si se dan transformaciones estructurales de la sociedad y del Estado, donde el pueblo sea el protagonista de las nuevas construcciones, que permitan la justicia social, la equidad, la dignidad y la soberanía. Mientras esta nueva Colombia no esté garantizada y se mantenga un régimen oligárquico basado en la violencia, sigue siendo un imperativo político mantenernos como rebeldes alzados en armas, para acompañar todas las luchas de resistencia social.

Si durante estos más de 60 años de lucha guerrillera, la oligarquía no ha cedido parte de sus privilegios al pueblo, mucho menos lo hará después que la guerrilla se desarme. Por el contrario, se envalentonará con mayor represión contra los reclamos sociales y será más grande la entrega de la patria a los intereses imperialistas. Las clases que manejan el poder, sólo entienden que la paz es el desarme de las guerrillas, para maximizar sus ganancias.

La oligarquía colombiana no quiere la paz, porque no permite cambiar su estructura de dominación, esto quedó demostrado en las negociaciones con las FARC, al colocar las “líneas rojas” de no tocar su modelo de explotación económica, de exclusión política o de barbarie militar. La poca voluntad de paz del gobierno, también se muestra al mantener congeladas las negociaciones con el ELN.

Desde agosto de 2012, con el acompañamiento de la comunidad internacional, adelantamos reuniones formales con el gobierno de Santos en pos del objetivo de lograr una paz, que interprete el sentir de los colombianos. Múltiples incumplimientos, exigencias unilaterales e intentos de manipulación tuvimos que afrontar, pero logramos firmar el 30 de marzo del presente año, el acuerdo de Agenda para desarrollar la fase pública de las conversaciones, en un proceso abierto a la participación de la sociedad.

Pasados 4 meses, las conversaciones están congeladas por decisión unilateral del gobierno, quien pretende imponer condiciones por fuera de la formalidad de la mesa, haciendo exigencias que jamás fueron acordadas, aunque son asuntos que están contemplados para ser discutidos. Al parecer el gobierno le tiene miedo a la participación de la sociedad.

La fase pública de conversaciones con el ELN, implica darle la palabra a todos los colombianos y colombianas, a los sectores organizados, pero también a la pobrería, a quienes secularmente han estado excluidos, silenciados e invisibilizados.

Debe abrirse un nuevo momento de participación democrática, donde la sociedad no puede seguir siendo una “invitada de piedra”, sino que debe ganar el protagonismo para diseñar los cambios. Las propuestas que produzca este proceso participativo de la sociedad, no puede quedarse en simples recomendaciones o insumos, sino que por el contrario deben ser propuestas a instrumentalizar, para poder hacerlas realidad.

La paz no es el desarme de la guerrilla, sino una construcción multicolor, donde la participación popular cobra vida y se concreta en las transformaciones de la nueva nación. Si la sociedad plantea la democratización del poder, es la oligarquía la que debe definir si permite los cambios o continúa manteniendo la guerra y haciendo política mediante la violencia.

En la actualidad, lo que está en el orden del día no es un Plebiscito para desarmar a una organización guerrillera, sino la necesidad de construir una paz verdadera, pues de poco servirán unos acuerdos parciales si continúa el conflicto social y armado.

El ELN convoca a todos los sectores populares y clases medias de la ciudad y del campo; a los industriales, agricultores y comerciantes atropellados por la competencia desleal de las empresas transnacionales; a los movimientos y partidos políticos de izquierda, democráticos y de centro que buscan alternativas al régimen; a las mujeres, LGTBI y demás sectores generistas que no sólo buscan la igualdad ante la ley, sino la equidad frente a la vida; a los estudiantes y la juventud que piden ser los arquitectos del futuro; a todos los patriotas que quieren una república soberana; a todas y todos, les ofrecemos esta fase pública como un gran Diálogo Nacional, para que construyamos la Nueva Colombia en paz.

El ELN sigue manteniendo en alto la bandera de la paz, siempre junto al pueblo, en sus luchas de resistencia frente a la oligarquía y el imperialismo.

La rebelión, a la que hemos acudido como legítimo derecho del pueblo ante un régimen ilegítimo, es la renuncia a obedecer a los poderosos, para colocarnos del lado de los humildes y desposeídos. Pero esta lucha de resistencia no es sólo militar, sino que abarca todas las dimensiones de los sueños y las aspiraciones de las mayorías, donde quienes perseveran siempre logran la victoria.

¡COLOMBIA PARA LOS TRABAJADORES!

¡NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN O MUERTE!

Montañas y ciudades de Colombia

Agosto 5 de 2016.