Pedro Torres

El Patriarca de más de 80 años el pasado domingo 9 de septiembre, pasadas las 11 de la noche, terminó su espacio biológico corporal en la Zona Humanitaria de Nueva Vida, donde vivió los últimos nueve años en la bella resistencia civil de CAVIDA en Cacarica.


Pedro Torres, treinta años atrás proveniente del Baudó se arraigo en la comunidad de la Virginia en Cacarica. Allí resignificó su historia de 50 años atrás, entre las aguas del río Perancho y sus cabeceras nunca acabadas de explorar, en la siembra de arroz, maíz, plátano, arroz; en la pesca de guacuco, sábalo, mojarra; en la casería de guagua, manao, venado; en la labranza de champas, botes y chalupas moldeando las inmensas ceibas nacidas en la selva húmeda de Cacarica.

Su cuerpo como su tierra afrontó y enfrentó la pretensión de desterritorialización. Sus palabras, su transparencia brillaron animado a todas y todos ellos desplazados en Turbo, Cupica y Bocas, luego de la operación “Génesis”, hace 15 años.

En el desplazamiento, siempre encorvado por el paso del tiempo, por las fuerzas gastadas de la vida. Le vimos primero, dormir en su estera cubierta con el mosquitero en el suelo de la unidad deportiva de Turbo. Después, se trasladó a un albergue provisional en condiciones humanitarias más adecuadas. Pero nunca abandonó el Coliseo, todos los días con una bolsa pequeña en la espalda salía del Albergue del Santo Ecce Homo hasta ese lugar a encontrarse con los más jóvenes y a participar en las reuniones de Patriarcas y Matriarcas, a las convocatorias de su comunidad de origen, a la asamblea general, a las reuniones con el gobierno.

Era constante, persistente, claro. Supo decir la verdad, indignarse ante la injusticia, representar a la comunidad en las delicadas reuniones con los militares en la sede la propia Brigada 17, en las épocas del general Carreño Sandoval,luego de suceder al otro celebre general Rito Alejo del Río. Lo hizo por convicción y para evitar que las nuevas generaciones de líderes de la comunidad se expusieran a los señalamientos, las estigmatizaciones, los montajes y la muerte violenta, porque de eso su años curtidos sabía que era así, los militares ven a los civiles como armados. En esa ocasión les mostró con una bandera el proyecto de vida de la comunidad, les habló de sus vínculos con los paramilitares y de su responsabilidad en el desplazamiento. Todos guardaron silencio, en medio de una vela que él prendió pidiendo verdad, justicia, respeto. Algunos de los que le acompañaron le traicionaron y participaron en un montaje de la brigada 17 y el DAS, con el auspicio del general Mora Rangel, acusando a su comunidad de torturar, desaparecer, traficar armas, y drogas.

Pero contra él no solamente fue esa violencia, también aquella que se oculta en las ideas del progreso y el desarrollo sin importar a costa de qué. Las tierras del Patriarca sufrieron la explotación ilegal, arbitraria, irracional del Árbol Cativo a manos de Maderas del Darién y Pizano S.A. protegida por paramilitares y la brigada 17 como se ha conocido años después en La Balsa.

El Patriarca Pedro fue de los primeros en apuntarse en la lista de las personas que tomaron la decisión de adelantar, en 1999, una exploración a Cacarica, en medio del asedio paramilitar, de la explotación ilegal de madera, de la manigua que se tragó los caseríos luego de mas de dos años de destierro. Fue, también de los primeros en apuntarse al regreso en la primera fase de retorno, con la tarea de contribuir, con su saber, a la construcción de las viviendas en los antes asentamientos, hoy Zonas Humanitarias.

Debió vencer el miedo al avión para responder a una delegación que le hizo su comunidad para representarles en un encuentro de intercambio de saberes, de adultos mayores en Holanda, donde habló de su tierra, de la muerte que la recorrió usando el nombre de un libro de la Biblia, del modo como curaba la picadura de culebra, practica médica que le significó enorme reconocimiento de su comunidad.

Hace apenas 12 días se le vio en la Zona Humanitaria Nueva Vida, en el Cacarica, atender a una asamblea de la comunidad con una camisa guayabera amarilla, muy limpia y con sus pies descalzos. Escuchó atentamente el resumen de la condena contra el general Rito Alejo del Río, también, del nuevo contexto de la firma del acuerdo para el diálogo entre el gobierno y la guerrilla de las FARC EP y de los avances del caso por el desplazamiento forzado de su comunidad ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al final expresó: “por fin estoy viendo algunos avances de justicia, pero todavía falta mucho, estamos todavía muy solos, seguimos corriendo riesgos”.

Su huella descalza seguirá marcada en el barro de los inviernos tropicales del caserío de la Virginia, en la Zona Humanitaria de Nueva Vida. El arroz, maíz, plátano, seguirán sabiendo un poco a él, las embarcaciones mostrarán por un tiempo más su talle, la tradición recordará a los cacariqueños que alguien significó el espanto del olvido. Su saber curador queda también presente en los secretos para enfrentar las picaduras de culebra.

Pedro él persistente, el terco, el sabio, el hombre de tierra y de agua, la sonrisa de terrón, él tallador y curandero murió de viejo y en dignidad, la suerte que no corrieron las y los más de 89 asesinados o desaparecidos de su tierra, él está allí vivo, parte de la memoria, de la dignidad de los pueblos. Pedro Torres, el patriarca, Ha pasado a la Historia de la dignidad de los pueblos.

Comisión Intereclesial Justicia y Paz

Septiembre 13 de 2012