Otra mirada a Buenaventura

No es la primera vez que llamamos la atención sobre la situación de abandono y descuido que viven Buenaventura y sus pobladores, y por lo visto no será la última.


En esta ocasión fue una misión diplomática de diez embajadas de la Unión Europea, con la mayoría de sus embajadores, la que llegó la semana pasada a constatar con la población local la situación de violencia, abandono y falta de inversión social en la que viven. Regresaron preocupados, como lo estamos la mayoría de los colombianos, viendo la necesidad inminente de un país más conectado entre el gobierno central y la periferia, una de las bases necesarias para que hacia futuro la paz buscada y deseada sea en verdad sostenible.
Y sí, la mirada del Gobierno es una hacia el puerto y otra hacia la población de Buenaventura. Mientras el embajador francés declaró después de la visita que “el puerto de Buenaventura es moderno, pero por fuera todo es muy diferente. Por fuera se ve una ciudad con muchas necesidades”, monseñor Héctor Epalsa fue mucho más directo: “al Gobierno le ha importado Buenaventura como puerto; como ciudad, no”.
Las dos afirmaciones invitan a tener otra mirada sobre Buenaventura, una visión más allá de la militarización del puerto cada cierto tiempo. Se necesita una visión integral, de mayor inversión en su gente, en la población, de más recursos en educación, desarrollo local y estímulos y oportunidades para sus habitantes.
Es cierto que sigue siendo necesario, como lo hemos manifestado en otras ocasiones desde esta misma tribuna, combatir y perseguir el crimen organizado, luchar contra las bandas que se disputan las rutas de la droga, la salida al mar de la droga, ya sea en submarinos, lanchas rápidas o contenedores; pero cualquier acción represiva que se emprenda está llamada a fracasar si no se acompaña con inversión social. Otras bandas vendrán a cubrir el vacío que dejen los gatilleros y “desmembradores” de turno.
Damos la bienvenida a la captura de una de las líderes de las “casas de pique”, una modalidad de crimen que denunciamos primero aquí y por la cual fuimos criticados como si fuera ficción; ojalá hubiere sido así.
Buenaventura, como expresó la embajadora de la Unión Europea en Colombia, “merece mejor suerte”. No puede seguir a la deriva. Son necesarias medidas estructurales y decisión política para enfrentar sus problemas. No solo se trata de una ciudad sobre el mar útil para la Alianza del Pacífico: son ciudades y pueblos sobre el mar Pacífico que parecieran estar condenados al olvido y la marginalidad por nuestros políticos de turno. No olvidamos que ni siquiera fue capaz el Gobierno de organizar la reunión de la Alianza del Pacífico en Buenaventura.
La ciudad, como lo ha expresado esta misión extranjera, no puede verse como un puerto rodeado de los demás. La economía que transita por el puerto más importante que tenemos sobre el Pacífico debe repercutir en una mejor repartición de la riqueza y de la inversión en sus habitantes. Ya lo hemos dicho: recuperar Buenaventura tiene un costo, pero el costo será mayor si se le siguen dando largas.
La mirada triunfalista del Gobierno central no logrará ocultar la realidad de los problemas y la necesidad de soluciones prácticas, ya no solo en Buenaventura, sino también en otras regiones. Ciertamente podemos estar cerca de lograr la paz, pero la periferia necesita de más acciones y menos discursos para que esa paz sea sostenible y redunde en una mayor equidad y bienestar sobre la población.