ORLANDO VALENCIA

Desde el 15 de octubre de 2005

Curvaradó – Jiguamiandó, Bajo Atrato Chocoano

Memoria y Justicia

Han pasado dos años desde ese fatídico sábado 15 de octubre, cuando al medio día, las tierras del Curvaradó y Jiguamiandó quedaron a la espera de los pasos, las voces, las manos, el cuerpo de uno de sus habitantes que rompiendo el terror, que enfrentándolo se abrió como un líder de los pueblos afrodescendientes del bajo Atrato, se trata de ORLANDO VALENCIA.


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Desde muy temprano en la mañana, la policía y los “civiles” armados de la estrategia paramilitar iniciaron una persecución a ORLANDO y quiénes junto con él se dirigían hacia el caserío de El Guamo, a una reunión para abordar el problema de los territorios apropiados en desarrollo de las estrategias paramilitares, predios que se encuentran sembrados en palma.

Primero fue el seguimiento, la retención y la presión psicológica por parte de la Policía de Urabá desplegada en Belén de Bajirá. Hacia el medio día, en medio de actuaciones consentidas y concertadas con la policía de Urabá, los paramilitares lo arrancaron, de la compañía de quiénes estaban en el mismo camino de la dignidad. Los victimarios procedieron a llevarse a ORLANDO, luego de obligarlo a subir a una motocicleta, y conducirlo al camino de la noche y de la niebla, en la lejanía de la carretera que conduce a Barranquillita.

Días después, su cuerpo con signos de tortura, con un tiro de arma de fuego y carcomido por el paso de insectos fue acogido y resguardado por unos chamizos anclados en las aguas del río León, en un punto conocido como Puerto Amor en el municipio de Chigorodó. Sus manos las que alzó tantas veces ante la indignación por la ocupación de su Territorio se hallaban amarradas, tras su espalda con cabuya de nylon; su cabeza en la que condujo pensamientos por el bien de su familia y de su comunidad se encontraba atravesada por el orificio que produjo un proyectil; su cuerpo en una de las múltiples aguas que riegan Antioquia y Chocó pasaban sobre él como signo de la sedienta sed de justicia.

Su cuerpo allí arrojado es la memoria de los pueblos afrodescendientes que nacen desde lo oprobioso; es la historia de la esclavitud que se expresa hoy renovada con formas democráticas que discriminan, que excluyen y que imponen un modo de vida, un estilo de desarrollo, en que lo seres humanos, son basura, son escoria. El cuerpo de ORLANDO, es cuerpo histórico de dignidad, es el signo de los restos de la historia que se niegan a perder los sueños, a creer que todo se compra o todo se vende, que todo es “progreso” o “desarrollo”.

ORLANDO es un símbolo de las voces contadas a pesar de ser acalladas, es la expresión colectiva de la pervivencia de la existencia afrocolombiana a pesar del crimen, es el amante de la tierra a pesar del saqueador y nuevo colonizador; es la creación del cuerpo colectivo, las nuevas formas de resistencia ante la unificación del pensamiento, de la sensibilidad.

Para nadie es un secreto de cómo la estrecha comunicación entre empresarios palmicultores, miembros de la Fuerza Pública y aliados civiles de la estrategia paramilitar, ha permitido todo tipo de actos delincuenciales, indignantes y ruines como el cometido contra ORLANDO. Por eso, por la reivindicación de ORLANDO, por la afirmación integral de los derechos de las comunidades afrodescendientes a la residencia, ocupación, habitación y supervivencia del territorio colectivo, por evitar que la impunidad se enseñoreé sobre la historia de los pueblos tribales, es que se acompaña a la familia y a la comunidad en los caminos de justicia.

Caminos que se expresan en la investigación que adelanta actualmente la Unidad Nacional de Derechos Humanos de la Fiscalía General de la Nación, en contra de dos policías, el capitán EDWIN HARVEY ARROYO CUERVO y el intendente HERNANDO JOSÉ CABRERA JIMÉNEZ y dos miembros del Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, HORACIO RESTREPO URREGO, alias “Hildebrando” y ELKIN CASTAÑEDA, alias “Hermógenes Daza” ARROYO y RESTREPO se encuentran con medida de aseguramiento el primero en una cárcel de Bogotá y el segundo, en la ciudad de Medellín.

Asimismo, otro de los victimarios, ÁLVARO PADILLA MEDINA, aceptó su responsabilidad individual en el crimen y se acogió a sentencia anticipada.

La Juez 20 Penal Especializada de Antioquia en agosto pasado celebró audiencia pública contra HERMEN JOS É MUÑOZ GONZALEZ, alias “Diomedez”, vinculado con las empresas palmicultoras y comisionista de tierras en la región.

Ahora se espera el inicio de la etapa de juicio en contra de JULIO CESAR SILVA BORJA, alias “El Enano y/o El Indio” y PABLO JOSÉ MONTALVO CUITIVA, alias “Alfa 11”, comandante del Bloque Pavarandó de las AUC, del que Fredy Rendón conocido como “El Alemán”, negó que existiera, como un medio verbalizado para ocultar su responsabilidad en el crimen de ORLANDO.

A la fecha, a pesar de la insistencia de dos años, de que en el proceso se interprete como un crimen de lesa humanidad y se enfoque el problema de fondo que explica su razón: el pretexto de persecución a la guerrilla como justificación de la persecución a la población civil de Curvaradó y Jiguamiandó para usurpar sus tierras para la siembra de palma, la extensión ganadera, el lavado de activos, y una primera fase de apropiación para la explotación minera del Cerro Cara de Perro; la impunidad parece estar siendo asegurada para los beneficiarios del crimen, para los autores intelectuales para los mandos policiales y mandos paramilitares; entre tanto, las víctimas que se han erigido como sujetos colectivos de dignidad y de derechos continúan siendo perseguidos judicialmente acusados de “terroristas” y de “guerrilleros”.

Hoy a pesar que durante 10 años la Fiscalía ha argumentado que la impunidad obedece a la falta de colaboración de las víctimas, solamente con la finalidad de justificar su inoperancia e incapacidad de construir el material probatorio con elementos técnicos y la persecución a la estructuras criminales que aún operan a la vista de todo el mundo en Belén de Bajirá, Riosucio, Mutatá, Barranquillita, Chigorodó; dos de los testigos en este caso, los hermanos MIGUEL y WUALBERTO HOYOS, han sufrido un atentado, a pesar de la exigencia permanente de garantías reclamadas para su vida e integridad personal.

Su esposa y las mujeres que nacieron del amor entre ella y ORLANDO sobreviven en el Jiguamiandó, entre el dolor, entre la angustia, entre la desazón del día a día. Persisten en el sueño, en la utopía de eternizar más allá delante de todo discurso, de tanta prueba, que esta vida que es memoria colectiva tuvo y tiene sentido en la historia de los pueblos, en la historia ancestral que del África se inmortaliza en las hermosas selvas del Chocó. Allí la voz de ORLANDO, su nombre sigue navegando en los cauces de los ríos no desertificados con la deforestación y la siembra de la palma.

ORLANDO sigue navegando como signo de la vida por la Vida.

ORLANDO… en la Memoria

ORLANDO… Sin Olvido

Bogotá, D.C Octubre 15 de 2007

COMISION INTERECLESIAL DE JUSTICIA Y PAZ