Nos deja Lucas Pena, un luchador por la tierra y por la vida

Lucas Pena, oriundo de Belalcázar Cauca, fue un hombre que adquirió los aprendizajes más importantes de la vida de las maneras más dolorosas, siendo un niño tuvo que ver con terror cómo sus hermanas fueron violadas y sus padres y hermanos mayores fueron asesinados, en la época de La Violencia en los años 40.


Él quería ser un servidor de Dios, pidió que no lo olvidaran porque él desde el cielo iba a seguir luchando por la gente que él quería”Stella Pena

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Contaba en sus historias que de manera muy astuta y ágil logro escapar de la muerte, salió corriendo de su casa sin voltear a mirar atrás, llevando consigo a su hermanito menor, anduvieron caminos soportando muchas necesidades hasta llegar a otra región donde unas personas asumieron su crianza.

Ese fue el primero de varios desplazamientos forzados que lo llevaron a recorrer diversas regiones del Cauca, Cundinamarca, Huila y Tolima, llegó al Sumapaz y se sumó a la lucha por la tierra, pero luego se desplazó al Alto Ariari, vereda La Floresta, donde se convirtió en uno de sus fundadores, allí consolidó su hogar de la mano de su compañera María Saturia Quivano.

Tuvieron once hijos, trabajaron incansablemente sus tierras produciendo plátano y café, fueron adquiriendo poco a poco las cositas que les habían arrebatado en los desplazamientos, comenzaron a participar en los movimientos políticos que habían en la región, el partido Comunista, la Unión Patriótica y así Lucas se fue perfilando como líder comunitario, hizo parte de la Junta de Acción Comunal y de la Comisión de Paz de la región donde era reconocido como “un buen mediador en los problemas de la comunidad”.

“Para mí, don Lucas lo recuerdo como una persona trabajadora, de ejemplo tanto para la región como para sus hijos, una persona que no tomaba trago, una persona responsable en todo lugar tanto en su hogar como en su comunidad”, sin lugar a dudas era un referente para los demás, por su comportamiento visto de manera intachable y su carácter fuerte con el que se apropiaba de su rol como líder, como mediador en los conflictos, como promotor de muchas iniciativas en la comunidad, como padre y como compañero.

De la mano de María Saturia y sus compañeros de organización llevaron a cabo muchos esfuerzos por el mejoramiento y el desarrollo de su región, “juntos con su familia trabajamos tanto en el Partido Comunista como en las Juntas de Acción Comunal, el sindicato y últimamente en la Comunidad Civil de Vida y Paz donde fueron sus últimos días de apoyo, de trabajo, de solidaridad, de comprensión, de humildad porque a pesar de todo era una persona muy humilde”

En el año 2002, una vez más el desplazamiento forzado tocó las puertas de su casa, tuvieron que huir después de vivir el terror de las balas, los asesinatos de sus vecinos, las desapariciones forzadas y los bombardeos, quedaron sin nada, otra vez en ceros pero ni siquiera eso impedía su lucha; estando asentados en Villavicencio Lucas comenzó a trabajar con otras personas de la comunidad en la búsqueda de alternativas para el retorno al territorio y de esta manera ayudó a formar las bases de CIVIPAZ, organización que logró romper el cerco paramilitar que impedía el regreso al territorio para resistir allí a través de la Zona Humanitaria.

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Allí lo fueron re-conociendo las nuevas generaciones porque su papel dentro de la organización en épocas de desplazamiento, retorno y resistencia en la Zona Humanitaria fue crucial para muchas personas que estaban decididas a luchar por su territorio, pero experimentaban el miedo y la incertidumbre de lo que pudiera pasar, “don Lucas nos dejó una enseñanza muy grande que era ser constantes, a ser puntual, a ser de esas personas que sin importar si empezaba tarde o temprano una reunión en pro de tratar temas que beneficiaran a la comunidad no le importaba, el colaboraba mucho con la comunidad con aportes de pensamiento y como tratar de sacar adelante los proyectos que tuvieran que ver con tierras, con la región con el medio ambiente y con todo lo que tuviera que ver en la comunidad”

Fue el primero en regresar a su finca en La Floresta, superando el temor con la fortaleza que lo caracterizó, llegó hasta allá abriendo el camino para que otras personas también pudieran hacerlo; los costos de la guerra se hicieron presentes en la vida de María Saturia, quien después de haber participado activamente en las organizaciones y luchas, sufrió graves afectaciones psicológicas que perduraron hasta sus últimos días, por su cabeza cruzaban día y noche las imágenes de la violencia que habían sufrido: disparos, bombardeos y amenazas fueron reexperimentados por ella día tras día y fueron la causa de su muerte, afirman sus hijos.

Sin ella y sin sus hijos quienes ya tenían sus hogares en otros lugares, Lucas continúo trabajando por su territorio y por su proceso, los achaques de la vejez le empezaron a pasar la cuenta de tantos esfuerzos y arduo trabajo en la vida, en julio de 2014 a causa de su hipertensión sufrió un derrame cerebral.

Lo llevaron a Puerto Gaitán, donde su hija Stella se hizo cargo de él pues como enfermera tenia todos los conocimientos necesarios para ayudarlo a recuperar el control que había perdido sobre su cuerpo y ella se sentía feliz de hacerlo; cuando se sintió mejor, Lucas decidió volver a la región a defenderla y a luchar por ella, sin embargo otro derrame cerebral en enero de 2015 lo postró por completo en cama. Después de cuatro meses Lucas murió, el 4 de mayo de 2015.

La comunidad Civil de Vida y Paz, CIVIPAZ, quien acompañó a Lucas desde antes de que su cuerpo descansara en paz, en la tierra por la cual luchó toda su vida, lo trasladó a Puerto Esperanza y compartió toda la noche con él, como él había compartido con la comunidad muchas noches, muchos días, muchas caminadas, muchas jornadas en medio del miedo, los sueños, las esperanzas, los planes y los trabajos.

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En la velación, la comunidad compartió historias, recuerdos, anécdotas, proyectos de vida realizados o que están en el futuro inmediato y que movieron a Lucas y a la Comunidad en su inquebrantable decisión de resistir a los despojadores de sus tierras, a los violentos, a la política económica destructora de la vida humana y del planeta. El último acto de Lucas fue congregar la comunidad en torno a su memoria, a su historia, a su resistencia, a su dignidad. Murió de viejo, en su tierra, le ganó a la violencia.
Mujeres y hombres de todas las edades hicieron el recorrido hasta Medellín del Ariari en un camión, camino inverso al recorrido que hicieron en el 2006 cuando rompieron el cerco militar-paramilitar y crearon la Zona Humanitaria. En el cementerio de Medellín del Ariari, la comunidad dio gracias porque no había muerto violentamente.
En la Eucaristía la Palabra de Dios recordó que “si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24) y sus familiares, amigos y vecinos asumieron que estaban sembrando la semilla de Lucas, el hombre honesto, entregado a la comunidad, fiel a sus ideas políticas y sociales, luchador incansable por la justicia, amigo sincero, buen padre, maestro a través de las historias de vida, resistente por el territorio. Luego con delicadeza, dolor y agradecimiento su cuerpo se colocó en la tumba y fue cubierto por la tierra como los campesinos siembran las semillas.

A pesar del dolor y el gran vacío que dejó, personas como Stella se sienten bendecidas, al haberle podido devolver de alguna manera lo que él como padre hizo por ella y por todos sus hermanos en la vida, “me queda la satisfacción de que lo cuide como un niño por haber sido un padre ejemplar, nunca lo miramos en ningún problema, era un buen mediador en los problemas de la comunidad, era un hombre sabio en sus reflexiones, honesto, respetuoso, hacia valer su palabra, tenía una posición firme y lo que él decía lo cumplía, fue un buen vecino, le gustaba ser líder y trabajar por la comunidad. El orgullo que me queda es que fui hija de un gran hombre, fui bendecida por él”.
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A pesar de que no alcanzó a realizar muchos sueños, Lucas deja huellas profundas en los jóvenes de la organización y un sentido de trascendencia que fortalece la resistencia de la comunidad “Don Lucas para mi me inspira como seguir siendo ese brazuelo, ese árbol que siga creciendo, de ir fortaleciendo los proyectos que él tenía, las ideas tan buenas que él nos aportó y pues uno como joven tratar de seguir esas ideas de él”.