No existe el olvido

Lo único que no existe es el olvido, decía Jorge Luis Borges. Una bella verdad que nos dice algo de la condición humana e incluso con el eventual alzaimer. En la otra faz o en el envés está la memoria, por ella es que nombramos las cosas, nos encontramos, cimentamos o destruimos, nos duelen la vida o nos alentamos para vivir, en ella se alimentan rencores, odios, amores y desamores.


El olvido es un modo es en algunos casos, un modo de sobrevivencia, de acomodamiento, de negación de la condición humana, de la barbarie, de lo que los seres humanos hemos sido capaces de hacer o permitir, campos de concentración, apartheid, ocupaciones humanitarias y bélicas, destrucción de especies vives, animales, desertización y crisis del agua. El olvido quizás se usa como el medio para justificar nuestra propia aniquilación y la de millares de especies que conviven con nosotros.
Hoy en Colombia son coincidentes asuntos que podrían llevar a un estado de conciencia colectiva, a levantar raíces profundas, ocultas en el subconsciente e inconsciente colectivo sobre nuestro pasado y sobre nuestro futuro, son los derechos a la verdad y el deber de la memoria, en el escenario de las conversaciones con las guerrillas de las FARC y del ELN. Pero no es solo por esa condición pues muchos grupos de familias, organizaciones y colectivos de víctimas, con independencia de procesos de conversaciones han animado esa reconstrucción de la memoria.

Si bien las víctimas son el centro, no son solo ellas, es un deber de la sociedad, si queremos superar la paz light o el culi importismo; si queremos asumir los desafíos del derecho al agua, del respeto a los animales, a las especies vivas, la protección de páramos, de especies en vías de extinción, debemos escudriñar las formas como el poder, la clase empresarial y dirigente han ejercido ese poder, que ha incluido, la exclusión, la caridad, la retórica verde, la retórica de paz, ser consientes en prácticas creativas, y alternativas de poder.
La cultura del olvido se ha construido sobre estrategia criminales perversas, que no solamente han afectado a las víctimas y sus entornos familiares sino al país. La guerra con la violencia, con la ley, con los medios de información, con la exclusión socio económica, han generado mecanismos negacionistas, nos desconocemos a nosotros mismos, ni siquiera asumimos una mirada en nuestro espejo roto, vivimos de la costumbre que es la indiferencia.

Nos han ido inoculando en una cocción a fuego lento, y preferimos mirar a otro lado, huir, evitar ver el dolor, asumir la parafernalia de la farándula, el comercio del fútbol. Evasión, otra forma de negar.
Somos de los países más felices del planeta, dicen, los posicionadores del marketing, dejando de lado nuestra gran tragedia, evitando las preguntas. ¿Quiénes han usado la violencia y para qué?, y negando esas respuestas, negando los porqués. Así ellos aseguran la impunidad, y pueden posar como grandes hombres de honor acompañados de discursos y prácticas legitimadores de la persecución y del exterminio.

Hoy en la disputa entre la memoria retórica como estratagema de control donde se presenta a uno de los polos de la guerra, las guerrillas, como las únicas y exclusivas responsables de victimizar, la memoria es el único resorte ético con que contamos para proyectar otro país, otra sociedad. La memoria es en una ventana, tal vez, de las pocas que tenemos para reconstruir el país. Así, quizás, entenderemos alguna vez como hemos sido usados, manipulados, engañados, mentidos, negados, aniquilados, deshorados. Y así, hechos trizas sobre nuestros complejos de Edipo generar un país libre de quienes instigaron la violencia contra los colombianos para hacerse, sostener, proteger al poder político y económico.
En la memoria el canto de sirena se desdibujara para que quizás, eventualmente, cimentemos las bases de otra sociedad respetuosa de la vida, de todas las vidas. De lo que ahora se trata es de afirmar la paz de verdad, la de la justicia social, la de la justicia ambiental y esta solo será posible en el deber de la memoria y en la verdad.

Por eso bienvenidas la imaginación y la creatividad, la superación de la retórica militante sea política o ambiental, para construir miles de plazas Eduardo Umaña, las miles de exhumaciones de las apuestas de UP, de A Luchar, del Nuevo Liberalismo; bienvenidas las decenas de Latinlatas, las afirmaciones de mujeres, de LGTBI, de animalistas, de ambientalistas; por eso vale la pena, la Comisión de Esclarecimiento, un capricho no ingenuo de las FARC ni del ELN, por eso mismo, vale la pena, el movimiento por la memoria antes que el olvido forzado acabe por siempre la posibilidad de otra democracia con vidas dignas y dignificadas.
No hay que ser ingenuos, como lo escribió William Ospina, en su poema, bello, aunque sea de la barbarie, Ellos Son poderosos
Ellos Son poderosos.
No digas que tienes sed, porque te darán un vaso con tu sangre.
No digas que tienes hambre, porque te servirán tus dedos cortados.
No digas que tienes sueño, porque te coserán con hilo los párpados.
No digas que amas a alguien, porque te traerán su corazón putrefacto.
No digas que quieres al mundo, porque multiplicarán los incendios.
No digas que buscas a Dios, porque te llenarán de brasas la boca.
No digas que está bello el rocío que dulcemente cubre los campos,
porque en cada gota celeste inocularán pestilencia.