Mis manos se llaman conciencia y compromiso

@CarlosMedinaG1

CARLOS MEDINA GALLEGO

Docente-Investigador Universidad Nacional de Colombia

En el marco de las operaciones militares que se adelantan en el sur de Bolívar contra el Ejercito de Liberación Nacional, murió en un bombardeo este 14 de mayo de 2020, el comandante de esta guerrilla, conocido con el nombre de Fredy y apodado el MOCHO, del Frente de Guerra Darío Ramírez Castro, que se había convertido para los habitantes de ese territorio en una leyenda, no solo por su historia de vida, cargada de pobreza, carencia de afecto y heridas de guerra, sino, en particular, por su forma de relacionarse con la población y ayudarles a resolver sus problemas más vitales.

Las distintas rutas por las que me ha llevado la investigación sobre el conflicto armado en Colombia, me permitió conocer y entrevistar a este personaje en las entrañas de la guerrilla hace ya varios años, cuando se desempeñaba como comandante de la compañía “Mártires y héroes de Taraza”. Fue una entrevista cargada de vitalidad, risas y profundas heridas, familiares, personales y emocionales de un ser humano que se forjo en la guerra llevado por las circunstancias de pobreza, desagregación familiar, abandono y soledad.

La idea que yo me hice de él fue la de que era un buen ser humano atropellado por las circunstancias de su existencia y, que su vida, no se diferenciaba muchos de la de otros hombres y mujeres que hicieron de la guerra una forma de vida. Me permito compartir con ustedes las notas de vida que ese personaje sacadas de una entrevista que se dio por azar…

—“ Actualmente estoy en la compañía Héroes de Tarazá. Hace unos cuatro años yo era el segundo de Tarazá. Ahorita ya asumí la responsabilidad de la primera estructura de mando de la compañía. En eso estoy: desarrollando ese papel.

―Fredy, quisiera que me contara de qué región del país es usted; sobre su familia, cómo está compuesta, de qué origen es, si es de origen campesino, de qué vivían; cómo se d esarrollaron los primeros años de su vida, cómo fue creciendo, en qué momento entró en contacto con la guerrilla y cómo van los procesos de incorporación. Primero hablemos un poquito de su origen y su familia. 

―Mi familia es pobre y campesina. Hemos sido muy unidos; el núcleo familiar siempre se ha mantenido. Por la pobreza hubo muchas dificultades en el núcleo familiar.

―¿De qué región son?

―Somos de San Martín de Loba. Demoramos un tiempo en San Martín de Loba y después nos trasladamos a la zona de Norosí. Prácticamente nos criamos en Norosí.

―¿Su papá qué hacía?

―Mi papá era un tirador de machete. Empezamos con unas vaquitas: eran poquitas, iniciamos como con seis vaquitas. De eso se hacía el quesito, salía la leche.

―¿Tenían un pedacito de tierra?

―Sí, mi papá tenía un pedacito de tierra. Recuerdo que mi papá tenía nueve vaquitas y le tocó vender cuatro para terminar de pagarlo, para poder criarnos. Somos nueve hermanos: cuatro hombres y cinco mujeres. Yo soy uno de los menores, soy el séptimo. Cuando mis papás se separaron, algunos de mis hermanos se fueron con mi mamá y otros nos quedamos con mi papá. Y comenzamos a luchar para lograr alguna estabilidad económica. Mi papá sacó unas vaquitas a medias y logramos vender queso, el suero, la leche, a buen precio. Mi madrastra, la señora que me ayudó a criar, era una mujer muy trabajadora, del campo, y muy atenta con nosotros. Una noche, después de que todos nos habíamos acostado, un ranchito empezó a arder, el de la cocina. Eran tres ranchitos: en uno dormía el viejo, el otro era la cocina, y el otro era donde dormíamos nosotros. Se nos quemó todo, todo. Nosotros, que estábamos dormidos, casi nos quemamos. Entonces nos llegó el desánimo. Habíamos quedado sin ropa, sin nada, y teníamos que comenzar de nuevo. En ese momento esa fue una tragedia muy grande. Pero los campesinos, los vecinos, nos ayudaron rápidamente a hacer un rancho, una ramada. Ese mismo día cortaron madera e hicieron el ranchito. Ahí en ese ranchito dormíamos todos. Y comíamos lo que nos regalaran. Eso fue muy triste, y nos hacía mucha falta mi mamá. Ahí fue cuando comencé a hacerme amigo de la guerrilla. Tenía yo unos doce años. Eso fue a finales de 1991.

―¿La guerrilla estaba por la región, pasaba, visitaba la casa?

―En ese entonces llegaban ahí a pedir colaboración, que les regaláramos unas gallinas, que les vendiéramos otras…

―¿Se acuerda cuál era la estructura que los visitaba?

―Era el Solano.

―Solano Sepúlveda.

―Sí. Eran las compañías Simón Bolívar y Solano. En ese momento estaban en el proceso de la Coordinadora Guerrillera, en esa transformación. Intercalando fuerzas con Caballero, con Ezequiel, el viejo Raúl…

―¿Qué frentes operaban ahí: del ELN y de las FARC?

―El Frente 24 de las FARC, el Guevara. Fueron los primeros que conocí. Cuando el Guevara se fue vino Caballero, cuando se hizo la intercalación de fuerzas para lograr la unidad. Y el Solano. Operaba la compañía, pero había una unidad del Solano que recorría la zona en cabeza del viejo Raúl. Yo me hice amigo de ellos porque les vendía el quesito, los huevos, la leche, el mafufo… 

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Imagen: El Espectador.