Miguel Ángel Ospina Bóscan 

Miguel Ángel Ospina Bóscan o “Chichi” como era llamado cariñosamente este indígena de 32 años, miembro de la comunidad Noüma de Campamento, de un Cabildo Wayuu en la Guajira, era hermano de una reconocida líder indígena de Maicao, ella, participaba activamente organizando a las victimas Wayuu del conflicto armado para exigir sus derechos en cuanto a verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

El 9 de diciembre de 2008 en horas de la madrugada, en el camino al barrio “Los Palitos”, vía que conduce a la comunidad Wayuu Noüma, fue encontrado el cuerpo sin vida de Miguel, evidenciando que había sido apuñalado en repetidas ocasiones, con signos de tortura por los golpes que tenía su cuerpo y un rostro mostrando la sevicia de los victimarios, dado que, sus ojos habían sido extraídos.

Habitantes de los barrios aledaños indican que este día fueron siete los asesinos de Miguel, que se denominaban como paramilitares proveniente de Córdoba y Urabá, que se estaban vinculando a el de sicariato luego del proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia en el proceso de Justicia y Paz.

La Alianza fuerza de Mujeres Wayuu de dicho cabildo denuncio de manera oficial por medio de un comunicado el asesinato de “Chichi” y publico una lista de exterminio que había puesto en circulación las “Águilas Negras”, en donde, se encontraba el nombre de 16 personas, encabezando la lista Miguel, adicionalmente, se denunció que los indígenas habían recibido amenazas en sus teléfonos celulares, indicándoles, que dejaran de denunciar los atropellos contra su comunidad.

El Ejército y la Policía negaron la existencia de estos criminales en la Guajira y tampoco aceptaron que se estuviesen rearmando los grupos paramilitares pese a que las amenazas y en los barrios se encontraba escrito “rearme paramilitar”, la realidad, es que se estaban admitiendo bandas por desmovilizados al servicio del narcotráfico.

El crimen es aun impune, sin embargo, las investigaciones iniciales tenían la intención de ingresar a la comunidad para enviar mensajes intimidatorios, pero, por el contrario, los indígenas de estas comunidades siguen en pie y aún se espera justicia, verdad y reparación, con garantías de no repetición, donde, se adjudique responsabilidad y los procesos de dejación de armas sean permanentes. La memoria de Miguel, como la vida de toda la sociedad colombiana aún están a la espera de una verdadera paz.

Miguel Ángel Ospina Bóscan en la Memoria

Miguel Ángel Ospina Bóscan  Sin Olvido