Memoria Peregrinación Entre la biodiversidad, la destrucción y las resistencias
Sexta entrega
Esta la sexta entrega de los relatos de la conmemoración de las caminatas hacia Palo de Letras, límites con Panamá y en el Jiguamiandó hacia el Cerro Cara de Pero, entre los días miércoles 21 y jueves 24 de febrero.
Durante 12 días más de 200 peregrinos estuvieron en el bajo Atrato en los ríos Jiguamiandó y Cacarica. Provenientes de Europa, de Estados Unidos, de América Latina admiraron la belleza humana y ambiental del territorio afrodescendiente indígena, mestizo. En el marco de la conmemoración de los 10 años de la “Operación Génesis” que produjo el desarraigo de más de tres millares de personas. Los caminantes observaron los riesgos ambientales y humanos y la destrucción producida por el agronegocio del plátano, la palma aceitera, y las que se sufrirán por la explotación minera del cerro cara d perro, la construcción de la carretera panamericana. Todo ocurre en medio del control paramilitar con nuevas tácticas de ejercicio político, militar y económico amparado por el Estado y la persistencia de la guerra interna.
Hacia la comunidad indígena Join Pour
El miércoles 21 de febrero, hacia las 6:00 de la mañana, los peregrinos estaban ya prestos para iniciar el camino hacia Palo de Letras, pero sobre todo al encuentro con la comunidad indígena Join Pour, espacio de encuentro con la comunidad originaria Wuanam.
Al salir de la Zona Humanitaria “Nueva Esperanza en Dios” observamos los cultivos para el autosostenimiento de la comunidad se extendían, intercalados por naturaleza virgen, durante dos horas del peregrinar.
Poco a poco entre la virginidad natural y el espacio de trabajo humano, domèstico y sostenible, la exuberante naturaleza empezó a mostrar su esplendor, bongas como de fábula con un grosor que puede llegar a necesitar de seis personas tomadas de la mano para lograr abrazarlo, marcaron el inicio de esta oda al planeta tierra. Enredaderas parásitas debían la vida a olletos y caracoles, la flor del platanillo con su rojo intenso, mariposas multicolores juguetonas entre los cuerpos de los caminantes, hojas secas tapizaban el sendero, crujiendo a cada pisada.
Hacia las 10 de la mañana, el encuentro, nuevamente con el agua, esta vez se trataba del río Cacarica, que acogió parte de la sangre de MARINO LOPEZ, a la altura de Vijao. Cacarica, testigo del caminar forzado de mujeres, niñas, niños, abuelas y abuelos en febrero del 97 cuando buscaron refugio en el Darién panameño. Cacarica guía de los caminantes.
Diálogo sobre sus historias, sus mitos, sus creencias, sus costumbres, sus ritos, su cotidianidad expresión natural del sentido perdido de la especie humana.
Camino a los matices de verde desfilas a los ojos peregrinos, el agua cristalina se desliza lenta por tapices de piedra que marcan su cauce, la sombra de los árboles se posaba benigna por los cuerpos agitados de estos caminantes de la humanidad, los insectos bajo las hojas aprovechaban
Tulé, río indígena, milenario, dio nombre a un paraje en el que los peregrinos del año 2006, en el 9º aniversario de la Operación Génesis, construyeron un monumento con los nombres de sus procesos organizativos de Europa, Estados Unidos, Canadá y América Latina, ese lugar, fue testigo de un rito de los pueblos indígenas de Bolivia, Chile, México, y Colombia, presentes, también de la expresión pública del amor de una pareja solidaria del Colectivo Sur Cacarica de Valencia España.
En este mismo lugar, un año después, un joven peregrino expresó: “la biodiversidad parece estar en su apogeo. Los insectos bajo las hojas, las enredaderas, los arbustos y árboles, los ríos y los animales son un adorno más en este paisaje rico en biodiversidad que otro lugar difícilmente lograría alimentar nuestros ojos saciándolos de belleza y grandeza de tal manera”.
En Tulé, quedó el tiempo necesario, antes que la noche cayera, para la cena y la adecuación del lugar de descanso. Al caer la noche, los animales nocturnos se encargaron del arrullo de los andantes. Entre tanto, mientras el sueño llegaba, el miedo a la destrucción de ese paraíso natural, embargó a varios peregrinos. Cuanta belleza pendiendo del hilo que tensiona las resistencias de las comunidades y el compulsivo deseo de construir autopistas para la circulación de mercancías.
El 22 de febrero, muy de mañana, los peregrinos iniciaron el camino hacia el hito fronterizo de Palo de Letras, otra vez el escenario biodiverso en todo su esplendor. Los miembros de las comunidades indígenas y afrodescendientes, profesores, catedráticos de la Universidad del Territorio pronunciando sus palabras en el aula natural: “esta es la boga, esta la perdiz, esta la conga, la que suena lejos es la camaleona, ¿si siente ese olor? Es el de una manada de cerdos manaos que están cerca, allá está la pava, ese es un ñeque, allá vuela un guacamaya, esos son loros, el de allá un Pavón”. Y a la vez, nombraron los árboles de este edén: “ese es un bálsamo, aquel espavé, el de allá un amargo, el otro una bonga, el de mas allá es el colorado, este de aquí, el tamarindo, el que sigue es un caucho, el de allacito el almendro, el largo es el molinillo, esta mata es la yaya, el que es como café es el cacha de cuchillo, al lado están la jira, guerre, lata, este grade que está aquí canime, al lado el palenco, el rojizo es el sangregao, el de enseguida, es el siete cueros, este es el peolevieja, este otro, el guarumo,, el otro de acá es el guayuyo, este el el maqueque, y esta es la palma de la que se puede sacar aceite, La Trupa”.
A menos de diez metros del muro de cemento que indica el límite fronterizo, una majestosa boga, tenía los rastros de los peregrinos del 2006, que estamparon sus manos y lo marcaron con la indicación de que este era parte del patrimonio biológico del a humanidad declarado por UNESCO “Reserva de la biosfera UNESCO 1981. No a la Carretera Panamericana que destruirá la biodiversidad”.
Un árbol majestuoso, una bonga de más de diez metros se levanta altiva frente a toda y todos. “Tiene manos pintadas que simbolizan la protección que le brindamos”.
De nuevo, el joven peregrino exclamó “Este árbol y sus alrededores serán destruidos para que la Carretera Panamericana pueda aportar más contaminación jugando a los carritos.
La biodiversidad damnificada será la que se encuentra ahora en pie, al parecer no por mucho”.
Poco más allá de esta maravilla natural se encuentra el mojón Palo de Letras.
A dos minutos de este lugar un carro, signo de los sueños del progreso, hecho deshecho, vanidoso entre la maleza y el ambiente que lo corroe, signo de la destrucción que se avecina, conquistado por garrapatas y óxido. El por qué está ahí es aún un misterio no resuelto.
Y entre la imponente bonga, el ritual de la memoria, aquellos que por ese lugar pasaron después del operativo militar de la Brigada 17, refugiándose, escuchando a lo lejos los bombardeos.
Y al caer la tarde, de vuelta en Tulé, en ese mismo día, una gran fogata alzó llamas presencia de los encuentros invisibles. Allí mismo, hacia un año, los peregrinos del mundo hablaron de las montañas, de los ríos, de los animales, piedras enormes, de la riqueza natural, de la alegría, de la tranquilidad, de las comunidades indígenas, afrodescendientes y mestizas que resisten por toda la humanidad, las fuerza que tiene este pedazo de mundo en Tulé. “He visto un libro que siempre se ha de leer donde se ven árboles que no pelean, sueños que se cuentan, fronteras que realmente no existen, un muro irreal, encuentros de caminos en tierras colombianas, el brillo en los ojos de un futuro posible, colores mágicos de dignidad y resistencia”.
Todas y todos dimensionando la magnitud de la destrucción por venir con la construcción anunciada de los 50 kilómetros de vía del lado colombiano y los 58 del lado panameño: “al ser destruida esta biodiversidad, se vería afectada la salud del planeta, esta destrucción contribuiría a la destrucción de todas y todos, empezando por las comunidades que habitan cerca, perdemos el espíritu del mundo, labramos nuestras propias cárceles y nuestros propios manicomios y seguirán destruyendo en otro lugar, hasta asegurar el desierto, cuando se acabe el último río, se tale el último árbol nos daremos cuenta que se anduvo el camino equivocado. En España ya se está padeciendo el cambio climático, hacia el 2030 la mitad de España será un desierto. El gobierno está con la idea de llenar de palma los alrededores de la carretera Panamericana, los indígenas del Bajo Atrato, nosotros tampoco, los afrodescendientes, estamos de acuerdo con la construcción de la carretera panamericana”.
El 23 de Febrero a las 7:30 de la mañana, se inició el camino de vuelta hacia la comunidad indígena de Join Pohoor, de la familia Waunam. Allí el calor de la fraternidad hizo que todos se sintieran en casa, integrando la única cultura multidiversa, con la tinta de jagua que marcó los cuerpos peregrinos, como en un bautismo, como un encuentro con lo ancestro de los seres humanos y la naturaleza de la que somos parte.
Con cada línea de pintura, nuevos nombres reforzaron la identidad de los caminantes, y hechizos a los cuerpos para la protección en lo por venir.
En la noche todas las delegaciones y comunidades presentes hablaron para los otros dando así a conocer a los indígenas, los nombres, las motivaciones de esa presencia, la alegría de ser aceptados como amigos. Las jóvenes Waunam, guiadas por una anciana, presentaron sus danzas.
El 24 de Febrero los pies de los caminantes fueron calzados de nuevo para comenzar la travesía de regreso. Cayendo la una de la tarde, de nuevo se pudo divisar la valla que identifica la dignidad de estos pobladores, “Zona Humanitaria Nueva Esperanza en Dios, Lugar exclusivo de población civil”. La bienvenida, el descanso y la adecuación de los lugares para la dormida. El día siguiente iniciaría la audiencia sobre biodiversidad del Tribunal Permanente de los Pueblos.
Ruta Cerro Cara de Perro- Jiguamiandó, Curvaradó, el regreso
El Territorio estaba registrados en los cuerpos, el camino parece más dominado y los pasos cada vez mas ágiles. El Coredó y sus afluentes, ascender y descender montañas, atravesar bosques y trochas hasta llegar a encontrarnos con el Jiguamiandó. El tramo de seis horas, se hizo en 4 a Urada el puerto de llegada. Muchos sentimientos, entremezclados, quizás nunca se pueda volver a ver, a recorrerlo, a registrarlo en la existencia, en la historia de los seres humanos.
A las 3:00 de la tarde se arribó al punto de acampada, a pesar del cansancio las condiciones del suelo lo dificultaban, por eso la decisión de todas, tres horas más y llegar a puerto seguro en la Zona Humanitaria de Pueblo Nuevo. Por fin entre el claroscuro del día y la noche, el arribo a Pueblo Nuevo.
El 22 de febrero dio tiempo para el fútbol, el agua, el descanso, la comida, la risa, las preguntas. Ya en la Zona Humanitaria de “Pueblo Nuevo” se dio paso a otro encuentro con la memoria, recreación de lo vivido cerca al antiguo caserío del que los desplazaron por segunda ocasión en el 2001
Fluyeron de los cuerpos afros, la danza, las coplas, los poemas y los cantos como arquitectura cultural.
Y más tarde, cayendo el sol el arribo a la “Zona Humanitaria de Nueva Esperanza”, allí continúo la fiesta, la alegría es parte de la resistencia, cuando solo quieren hacernos llorar. Vallenatos, dramatizados, dolores y esperanzas, los sueños proteger el Territorio evitar la destrucción del Cerro Cara de Perro y volver a sembrar, a arborizar el territorio invadido con palma aceitera, recreación cómica, dramática, espeluznante y esperanzadora. Creatividad, resistencia, resiliencia de las comunidades que preserva la memoria. Así llegò la noche, el sueño, el sueño.
23 de febrero desde la mañana, la nostalgia, la despedida de la belleza que aún persisten en el Jiguamiandó. Los peregrinos en una pausa, en silencio observaron los destrozos, en el antiguo caserío de Nueva Esperanza, que será reconstruido en los próximos días para volver a ser habitado por sus habitantes originarios. El camino del regreso al desierto de la palma, dejando la espesura de bosques con áreas de cultivo de las comunidades. Caminos hacia la esquilmada madre tierra, al violado territorio por el crimen de centenares de personas, crímenes de lesa humanidad, crímenes de la biodiversidad. Y en medio de ese desierto, el encuentro con la esperanza, con el sentido de nuestra humanidad y del planeta en las Zonas Humanitarias del Curvaradó. Allí los sujetos de una nueva historia, la historia de la creación, de la recreación, de la epopéyica popular por el bien nuestro y el bien de la humanidad.