Matrimonios y alianzas

No es por aguarle la fiesta —como diría Caballero— al alto consejero presidencial y director de Acción Social, doctor Molano Aponte, pero la cosa no es de cifras, de meras cifras.


Seguramente hay grandes multinacionales detrás del cacao y del aceite de palma y sus derivados, del turismo rural y del café soluble, pero hay otro mundo campesino que el doctor Molano Aponte no ve, como no vio lo que pasaba con Agro Ingreso Seguro. Un mundo más discreto y tan real como el que publicita. Invisible a las estadísticas o escondido en ellas. En regiones de Cauca he visto con mis ojos cómo están proliferando los matrimonios más insólitos: café y coca. Surco de café, surco de coca, un tejido fino de astucia defensiva. Las ganancias de la coca se invierten en café. El peligro es siempre la fumigación desde el aire porque la quiebra sería total, pero los campesinos se arriesgan. El Gobierno debería recoger la carta y fomentar con créditos muy blandos esta sustitución pacífica sin dejarse presionar por la DEA, o por las compañías fumigadoras, o por los militares. Sucede lo mismo con el cacao. Con mis ojos: cacao y coca, mancha a mancha, un tapete, y sin necesidad de los batallones móviles de erradicación y otras perversas y peligrosas tácticas militares. La competencia entre lo lícito y lo ilícito mostraría qué tan eficaz, o tan demagógica, resulta la política de desarrollo alternativo.

Los cultivos de palma campesina que están de moda en los Montes de María, el Magdalena Medio y Catatumbo son otra historia. Primer capítulo, entran los paramilitares asesinando campesinos —supuestos colaboradores de la guerrilla— y siembran el terror. Muchos salen, otros se quedan mudos. Resultado: el despojo de tierras y el ingreso seguro de testaferros, intermediarios o compradores de buena fe. Segundo capítulo, entra la fuerza pública y asegura la zona: garantías a inversionistas y a militares con las Zonas de Consolidación. Tercer capítulo, entran las grandes empresas palmicultoras; se instalan, compran baratas miles de hectáreas planas, bien regadas, óptimas, y construyen las extractoras de aceite o las fábricas de biodiésel. Estas últimas son las “empresas líder”. Cuarto, entran en acción los campesinos supérstites, y los organizan en asociaciones. Los empresarios entusiasman a media docena de ellos y, con plata de Acción Social o de USAID, los ponen a sembrar palma. Son los proyectos piloto, naturalmente artificiales porque son carteleras de propaganda. Quinto, se inscriben más campesinos y la banca entra a financiar los cultivos. La plata es manejada por las “empresas líder” y se la sueltan a sus campesinos chorrito a chorrito; y no en plata, sino en deudas: deuda en semillas, deuda en abonos y fungicidas, deuda en asistencia técnica, deuda en transporte. Todo amarrado a la “empresa líder”, que es, por último, la única compradora, también dueña de la extractora. Por fin, se sacan cuentas y si hay ganancias, se las transfieren a los campesinos; si no las hay, pues allá ellos.

Un modelo copiado del que los caucheros del Amazonas usaban para esquilmar la mano de obra indígena: le adelantaban al indígena la ropa, las herramientas, la comida, y luego le compraban el caucho, descontando lo que le habían dado. En general, las sumas no coincidían y los indígenas quedaban endeudados de por vida. En la coca el sistema se repite, pero en vez de llamarse endeude, se llama adelanto, que es el que hace el narcotraficante al colono para sembrar coca y comprarle luego la mercancía. Quizás en la palma, por ahora, puede haber modestas ganancias para los pequeños productores asociados, a costa de quedar atados de por vida a ese cultivo. Toda oscilación de precios internacionales repercute sobre los campesinos “endeudados” o “adelantados”. Al ritmo que van la cosas, cuando el país llegue a 800.000 hectáreas, y también produzcan aceite y biodiesel Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil y el Lejano Oriente, y los precios tiendan a bajar, ¿qué les sucederá a los campesinos engatusados por la nueva bonanza? ¿Con qué les pagarán a los bancos? Con la prenda, que, en última instancia, es la tierra.

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